Nº 4, sección dirigida por Irene Martínez, profesora
"Mi compañero bajó y, con la cabeza inclinada en el centro de la puerta de su coche, me ofreció que le siguiese o que le esperase unos minutos. Le esperaría. Tenía, sin duda, una visita que hacer. Lo vi atravesar la calle, empujar una pequeña puerta cerca de un portal de hierro sobre el que sobresalían las tejas de una capilla.
Bien, iba a rezar, a confesarse, en fin, a entregarse a una u otra de estas actividades que ocupan tanto tiempo a los cristianos. Razón de más para esperar donde estaba. (...)
¿Cuáles son mis pensamientos? No me acuerdo. Imprecisos, como de costumbre... ¿Mi estado interior?... sin ninguna de estas perturbaciones que, según se desprende, disponen al misticismo... No tengo angustias metafísicas... (...) No tengo preocupaciones, no las provoco a nadie... el año es tranquilo... ninguna ansiedad... mi salud es buena; soy feliz, tanto como se puede ser y saberse;... y espero. En fin, no siento ninguna curiosidad por las cosas de la religión, que pertenecen a otra época.
Son las cinco y diez. Dentro de dos minutos seré cristiano.