miércoles, 11 de julio de 2018

Paternidad responsable



PATERNIDAD RESPONSABLE      (primera parte)


Por Alfonso González, médico de familia

                

Nos encontramos en el cincuenta aniversario de una encíclica que con toda razón se llama La Encíclica Profética, porque anticipó las terribles consecuencias que se derivan de desoír el magisterio de la Iglesia, y así cincuenta años después asistimos a como la infidelidad conyugal, la degradación moral de las costumbres, sobre todo de los jóvenes, la pérdida de respeto a la mujer que sería considerada como simple instrumento de goce egoísta y no como compañera respetada y amada, el abuso de los poderes públicos que en algunos países podrían hacer en materias demográficas…, son males que asolan nuestra sociedad actual, y que con una visión preclara fueron profetizadas por Pablo VI. 

En segundo lugar, no podemos olvidar como S Juan Pablo II nos recordaba que la doctrina de la Encíclica es “una enseñanza que pertenece al patrimonio permanente de la doctrina moral católica. La ininterrumpida continuidad con que ha sido propuesta por la Iglesia, nace de su responsabilidad sobre el verdadero bien de la persona humana. La doctrina de la Encíclica Humanae Vitae constituye por tanto una defensa necesaria de la dignidad y de la verdad del amor conyugal” (Audiencia 14 marzo de 1988). 

Y en el mismo discurso, con la misma fuerza que reiteraba la permanente vigencia de la doctrina de la Iglesia en esta materia, avisaba contra los que menospreciaban su magisterio y textualmente decía que “no puedo callar ante el hecho de que hoy, no pocos no sólo dejan de ayudar a los cónyuges en esta grave responsabilidad suya, sino que los crean notables obstáculos…. Los cónyuges en su empeño por vivir correctamente el amor conyugal, pueden ser obstaculizados seriamente por una cierta mentalidad hedonista, muy difundida por los medios de comunicación; fruto de ideologías y praxis contrarias al Evangelio; pero esto también puede ocurrir, y con consecuencias graves y desintegradoras, cuando la doctrina de la Encíclica es discutida, como alguna vez ha sucedido, incluso por parte de algunos teólogos y pastores de almas. Eso no es una señal de comprensión pastoral, sino de incomprensión del verdadero bien de las personas. La verdad no puede medirse por la opinión de la mayoría”

Con este marco, vamos a intentar en este artículo, de forma sencilla, exponer sucintamente la doctrina que nuestra Madre y Maestra la Iglesia nos presenta, en el tema capital de la Paternidad responsable, tal y como maravillosamente la trata el Papa Pablo VI en la encíclica Humane vitae

Para ello, vamos a transcribir el número 10 de la Encíclica Humanae Vitae de Pablo VI en donde de forma clara y precisa nos expone las exigencias de la Paternidad responsable. 

“Por ello el amor conyugal exige a los esposos una conciencia de su misión de "paternidad responsable" sobre la que hoy tanto se insiste con razón y que hay que comprender exactamente. Hay que considerarla bajo diversos aspectos legítimos y relacionados entre sí. 

En relación con los procesos biológicos, paternidad responsable significa conocimiento y respeto de sus funciones; la inteligencia descubre, en el poder de dar la vida, leyes biológicas que forman parte de la persona humana. 

En relación con las tendencias del instinto y de las pasiones, la paternidad responsable comporta el dominio necesario que sobre aquellas han de ejercer la razón y la voluntad. 

En relación con las condiciones físicas, económicas, psicológicas y sociales, la paternidad responsable se pone en práctica ya sea con la deliberación ponderada y generosa de tener una familia numerosa ya sea con la decisión, tomada por graves motivos y en el respeto de la ley moral, de evitar un nuevo nacimiento durante algún tiempo o por tiempo indefinido. 

La paternidad responsable comporta sobre todo una vinculación más profunda con el orden moral objetivo, establecido por Dios, cuyo fiel intérprete es la recta conciencia. El ejercicio responsable de la paternidad exige, por tanto, que los cónyuges reconozcan plenamente sus propios deberes para con Dios, para consigo mismo, para con la familia y la sociedad, en una justa jerarquía de valores. 

En la misión de transmitir la vida, los esposos no quedan, por tanto, libres para proceder arbitrariamente, como si ellos pudiesen determinar de manera completamente autónoma los caminos lícitos a seguir, sino que deben conformar su conducta a la intención creadora de Dios, manifestada en la misma naturaleza del matrimonio y de sus actos y constantemente enseñada por la Iglesia” 

A la luz de las enseñanzas de la Encíclica vamos a realizar una serie comentarios, y para ello nada mejor que aclarar algunas cuestiones sobre la palabra responsabilidad. 

La Encíclica nos habla de que los esposos han de tener en primer lugar “conciencia de su misión” de paternidad responsable. Cada uno de nosotros ha sido creado por Dios. Ninguno nace por casualidad. Cada uno de nosotros es concebido en el corazón de Dios y querido por Dios. Cada persona es creada por Dios. “Dios nos eligió antes de crear el mundo…”. El acto procreativo de los esposos es, en su verdad más profunda, una co-creación con la actividad creadora de Dios. La actividad procreativa es una obra de cooperación con el Creador. Dios que no quiso tener cooperadores cuando da origen al Universo, quiere tener cooperadores cuando da origen a lo que es la obra maestra del universo, el hombre. Si Dios quiere la cooperación del hombre y de la mujer es evidente que esta cooperación ha de ser una cooperación entre personas. 

Por otro lado si la actividad creadora de Dios es una actividad de amor, y es así porque es una actividad gratuita, existimos porque Dios nos ha querido libre y gratuitamente, la participación del hombre en la actividad del acto creador no puede ser sino un acto radicado en un acto de amor. 

La primera responsabilidad será la responsabilidad de los esposos ante Dios. Ser responsables ante Dios es reconocer, en primer lugar, que Dios es Dios, y nosotros criaturas. 

Pero ¿Cuándo podemos decir que se realizan un acto irresponsable, en el sentido que no respete esta dimensión de la responsabilidad ante Dios? 

En primer lugar en el rechazo de la paternidad y maternidad. Se trata del rechazo del reconocimiento de la vocación a ser cooperadores del amor creador de Dios. El hombre se atribuye a sí mismo el título de árbitros últimos de la vida. Esto explica hechos a primera vista aparentemente contrarios, como puede ser la anticoncepción y la fecundación artificial. Lo que a primera vista sería un gran contraste, en la raíz de ambos actos se encuentra que la vida de una persona es decidida por el hombre como último árbitro de la vida. Irresponsabilidad ante Dios es eso, el rechazo a la procreación realmente humana

Por la misma razón la segunda manifestación es la anticoncepción, ya apuntada en el caso anterior. Cuando se priva la sexualidad humana de su capacidad procreativa, el comportamiento es siempre el mismo: el árbitro de la vida humana es el hombre y no Dios. La anticoncepción, desde el momento que los esposos impiden a Dios ser creador, no reconocen ni la verdad de Dios, ni la verdad sobre sí mismos, su actuar es irresponsable. 

En un discurso a los participantes en el Seminario de Estudio sobre procreación responsable el Papa San Juan Pablo II explica en el año 1983 de forma admirable como la anticoncepción es no solo un suplantar el lugar de Dios, sino también una falsificación y negación de la verdad del amor conyugal. 

“Por tanto, cuando mediante la anticoncepción, los esposos quitan al ejercicio de su sexualidad conyugal su potencial capacidad procreativa se atribuyen un poder que pertenece solo a Dios. Se atribuyen la cualidad de ser no los cooperadores del poder creador de Dios, sino los depositarios últimos de las fuentes de la vida humana. Bajo esta perspectiva, la anticoncepción debe ser juzgada, como algo tan profundamente ilícito, que nunca podrá, por ninguna razón ser justificado. Pensar o decir lo contrario equivale a suponer que en la vida humana se pueden dar situaciones en las que sea lícito no reconocer a Dios como Dios”. 

Pero no solo existen razones de tipo teológicas, sino que la anticoncepción falsifica el amor conyugal y así dice en el mismo discurso que “El acto anticonceptivo introduce una sustancial limitación en el interior de esta recíproca donación, y expresa un objetivo rechazo de dar al otro, todo el bien de la feminidad o de la masculinidad. En una palabra, la anticoncepción niega la verdad del amor conyugal”.

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