Nº 5 por Ana Laura Campos
LOS CUARENTA MÁRTIRES DE SEBASTE
"Señor, cuarenta entramos en la batalla, cuarenta coronas te pedimos"
El año 320 el emperador Licinio publicó un decreto ordenando que los cristianos que no renegaran de su religión serían condenados a muerte. Cuando el gobernador de Sebaste (en Turquía) leyó en público el decreto del emperador, 40 soldados declararon que se proponían ser fieles a Jesucristo hasta la muerte.
El gobernador les anunció que si no renegaban de la religión de Cristo, sufrirían grandes tormentos y que si quemaban incienso a los ídolos recibirían grandes premios. Pero ellos declararon valientemente que todos los tormentos del mundo no conseguirían apartarles de la verdadera religión.
Éste mandó torturarlos y echarlos a un oscuro calabozo. Sin embargo, los fervorosos soldados sufrieron gustosos los tormentos entonando aquellas palabras del salmo 90: "Dice el Señor: al que se declara en mi favor lo defenderé, lo glorificaré y con él estaré en la tribulación".
El gobernador, lleno de ira, los hizo llevar a un lago helado y echarlos en él por la noche. Y allí muy cerca mandó colocar un estanque con agua tibia, para el que quisiera renegar de su fe se pasara del agua helada al agua tibia.
Los mártires se animaban unos a otros diciendo: "Por esta noche de hielo conseguiremos el día sin fin de la gloria en la eternidad feliz".
Después de varios días de agonía, uno de ellos renegó de la fe; pero la reacción que le produjo el agua caliente después del intenso frío le costó la vida, perdiendo así la salvación eterna. Los otros seguían rezando y cantando himnos a Jesucristo y entonces uno de los soldados que los custodiaban gritó: "Yo también creo en Cristo", y fue echado al lago helado para martirizarlo.
Uno de ellos vio que llegaban 40 ángeles, cada uno con una corona, pero uno de ellos no encontraba a quién darle esa corona. Apenas el soldado proclamó su fe en Jesús, y fue echado al agua helada, el ángel se le acercó para darle la corona del martirio. Y así fueron 40 los que volaron al cielo, después de tres días y tres noches de estar agonizando entre el terrible hielo del lago.
Los soldados invitaban al más joven de todos para que renegara de su fe, pero la madre del mártir le gritaba: "Hijo mío, recuerda que si te declaras amigo de Cristo en esta tierra, Cristo se declarará amigo tuyo en el cielo". Y el joven perseveró valientemente, alabando a Dios.
Las gentes recogieron después los restos de estos soldados mártires y los conservaron con gran veneración.
San Gregorio cuenta que junto a las reliquias de los 40 mártires la gente obtuvo muchos milagros, y que muchísimos cristianos se animaban a permanecer valientemente en la fe al recordar el martirio de estos 40 soldados que prefirieron perder la vida del cuerpo antes que perder la vida del alma.
La festividad de los cuarenta mártires de Sebaste se celebra el 10 de marzo.
San Gregorio cuenta que junto a las reliquias de los 40 mártires la gente obtuvo muchos milagros, y que muchísimos cristianos se animaban a permanecer valientemente en la fe al recordar el martirio de estos 40 soldados que prefirieron perder la vida del cuerpo antes que perder la vida del alma.
La festividad de los cuarenta mártires de Sebaste se celebra el 10 de marzo.
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