Nº 14 por Alfonso González, médico de familia
LA CRUZ O SE ABRAZA O TE APLASTA...
Decía el gran educador Luis Vives. que educar no es otra cosa que "enseñar a sufrir".
El hombre queda retratado por su capacidad de sufrimiento y la respuesta ante el sufrimiento que es directamente proporcional al amor que alberga en su corazón.
En el fondo, en esta vida solo hay dos tipos de personas, aquellas que abrazan con amor la Cruz y aquellas que la Cruz les aplasta, porque de la cruz no podemos librarnos.
Cuando la Cruz es abrazada con el Amor, se sufre, claro que sí, pero ese Amor hace vencer el sufrimiento y esa persona aún en las más atroces penas no pierde la serenidad, la paz interior, es más, el sufrimiento superado hace crecer a la persona. Crecemos y nuestro amor se purifica en el sufrimiento, es una cuestión que no podemos olvidar nunca. Los grandes triunfadores en esta vida no son las personas que tienen éxito social o dinero, o tantas cosas que nos ofrece el mundo. Los grandes triunfadores son aquellas personas que gozan de una vida con sentido, en donde es imprescindible saber sufrir bien, darle sentido, son los santos los que gozan de paz, serenidad y alegría en esta vida y gozan del Cielo en la vida eterna, porque han sabido abrazar el sufrimiento y "redimirlo" con el Amor. Cuando la Cruz no es superada con amor, el sufrimiento desquicia a la persona, lo hace amargo, resentido, pesaroso, nunca contento, turbado, desilusionado, la persona vive en un estado de inquietud y de crispación permanente, no es capaz de responder con bondad a las dificultades, en el fondo falta amor. "El que quiera ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su Cruz y que me siga".
El hombre queda retratado por su capacidad de sufrimiento y la respuesta ante el sufrimiento que es directamente proporcional al amor que alberga en su corazón.
En el fondo, en esta vida solo hay dos tipos de personas, aquellas que abrazan con amor la Cruz y aquellas que la Cruz les aplasta, porque de la cruz no podemos librarnos.
Cuando la Cruz es abrazada con el Amor, se sufre, claro que sí, pero ese Amor hace vencer el sufrimiento y esa persona aún en las más atroces penas no pierde la serenidad, la paz interior, es más, el sufrimiento superado hace crecer a la persona. Crecemos y nuestro amor se purifica en el sufrimiento, es una cuestión que no podemos olvidar nunca. Los grandes triunfadores en esta vida no son las personas que tienen éxito social o dinero, o tantas cosas que nos ofrece el mundo. Los grandes triunfadores son aquellas personas que gozan de una vida con sentido, en donde es imprescindible saber sufrir bien, darle sentido, son los santos los que gozan de paz, serenidad y alegría en esta vida y gozan del Cielo en la vida eterna, porque han sabido abrazar el sufrimiento y "redimirlo" con el Amor. Cuando la Cruz no es superada con amor, el sufrimiento desquicia a la persona, lo hace amargo, resentido, pesaroso, nunca contento, turbado, desilusionado, la persona vive en un estado de inquietud y de crispación permanente, no es capaz de responder con bondad a las dificultades, en el fondo falta amor. "El que quiera ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su Cruz y que me siga".
Ahora vamos muy resumidamente a dar unas pequeños consejos que brotan de la enseñanza siempre nueva y actual del Señor y de los santos para saber abrazar la Cruz.
1º) En primer lugar resulta imprescindible “no dejar de mirar a la cruz”... Ciertamente este es el gran secreto de toda vida cristiana, no olvidarse del Amor que Dios nos tiene, que el Señor nos ha enseñado el sentido del sufrimiento en primer lugar, que nos ha mostrado que Él ya ha pasado por la Cruz, que nos recuerda que la Cruz es la señal más impresionante de amor, y no enseña cómo sufrir, y esto hace que junto al Señor el sufrimiento sea llevadero, "venid a Mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré, porque mi carga es ligera y mi yugo llevadero" nos dice el Señor, y así es, porque en nuestro caminar nunca nos falta de compañero al Señor, si le dejamos.
Contemplar la Cruz regularmente es forma privilegiada de crecer en el Amor a Dios, porque "amor con amor se paga"; y por otro lado esa aceptación de la cruz cada día nos asemeja más al Maestro, que es la gran pasión de todo alma cristiana. ¡Qué difícil es para un corazón que no tiene Amor abrazar la Cruz!. ¡Qué fácil es para un corazón enamorado sufrir por Amor! El sufrimiento siempre es una cuestión de amor. Cuando el sufrimiento me desquicia es porque me falta Amor. Cuando el sufrimiento me hace mejor, me perfecciona, no me quita la paz, es porque hay Amor.
2º) Es tremendamente provechoso como primer fruto de la contemplación de la pasión dedicarse a “tratar de abrazar con una sonrisa las incomodidades de la vida ordinaria”.
A poco que nos fijemos vemos que la vida cotidiana está salpicada de continuos contratiempos y sufrimientos livianos, que uno se retrasa y nos hace esperar, que viene ese dolor de cabeza "pesado" en el peor momento, esa tos que no me deja descansar, que me toca dormir al lado de uno que ronca, ese plato de comida que está frío, y es poco apetecible, ese favor que me piden, ese atasco en el que me he metido, y tantas otras situaciones que se pueden dar en la vida cotidiana. Cada día hay decenas de oportunidades para sonreír en medio de pequeñas incomodidades. Abrazar con ánimo paciente y rostro sereno incluso sonriente, siempre aderezado todo con la gracia, va forjando un carácter que se caracteriza por la serena alegría aún en medio de las incomodidades.
1º) En primer lugar resulta imprescindible “no dejar de mirar a la cruz”... Ciertamente este es el gran secreto de toda vida cristiana, no olvidarse del Amor que Dios nos tiene, que el Señor nos ha enseñado el sentido del sufrimiento en primer lugar, que nos ha mostrado que Él ya ha pasado por la Cruz, que nos recuerda que la Cruz es la señal más impresionante de amor, y no enseña cómo sufrir, y esto hace que junto al Señor el sufrimiento sea llevadero, "venid a Mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré, porque mi carga es ligera y mi yugo llevadero" nos dice el Señor, y así es, porque en nuestro caminar nunca nos falta de compañero al Señor, si le dejamos.
Contemplar la Cruz regularmente es forma privilegiada de crecer en el Amor a Dios, porque "amor con amor se paga"; y por otro lado esa aceptación de la cruz cada día nos asemeja más al Maestro, que es la gran pasión de todo alma cristiana. ¡Qué difícil es para un corazón que no tiene Amor abrazar la Cruz!. ¡Qué fácil es para un corazón enamorado sufrir por Amor! El sufrimiento siempre es una cuestión de amor. Cuando el sufrimiento me desquicia es porque me falta Amor. Cuando el sufrimiento me hace mejor, me perfecciona, no me quita la paz, es porque hay Amor.
2º) Es tremendamente provechoso como primer fruto de la contemplación de la pasión dedicarse a “tratar de abrazar con una sonrisa las incomodidades de la vida ordinaria”.
A poco que nos fijemos vemos que la vida cotidiana está salpicada de continuos contratiempos y sufrimientos livianos, que uno se retrasa y nos hace esperar, que viene ese dolor de cabeza "pesado" en el peor momento, esa tos que no me deja descansar, que me toca dormir al lado de uno que ronca, ese plato de comida que está frío, y es poco apetecible, ese favor que me piden, ese atasco en el que me he metido, y tantas otras situaciones que se pueden dar en la vida cotidiana. Cada día hay decenas de oportunidades para sonreír en medio de pequeñas incomodidades. Abrazar con ánimo paciente y rostro sereno incluso sonriente, siempre aderezado todo con la gracia, va forjando un carácter que se caracteriza por la serena alegría aún en medio de las incomodidades.
Son las personas cuyo rostro es apostolado, porque desprende serena calma en medio de la tempestad. Son ese tipo de personas que ante cualquier sufrimiento que les sobreviene lo transforman por amor en redentor y por lo tanto en gozo, son "las almas invencibles" porque no se arrugan con el sufrimiento, sino que con la mirada puesta en la cruz, esto es condición indispensable, saben llevar una vida sufriente que han, en primer lugar, ejercitado en las pequeñas cruces de la vida ordinaria. Son las pequeñas victorias de las almas que "todo lo pueden en Aquel que conforta" que es el Señor. Recordemos que "el que es fiel en lo poco será fiel en lo mucho", no esperamos abrazar los grandes sufrimientos cuando no somos capaces de soportar una pequeña incomodidad.
3º) Nunca quejarse. La costumbre de quejarse es una enfermedad terriblemente contagiosa. Sus principales síntomas son el pesimismo, el desasosiego, el recelo y la falta de ilusión. La queja suele ser típica de las almas mediocres, que ante los problemas solo ven dificultades, mientras que los convencidos, los enamorados, ante las dificultades ven una oportunidad más de demostrar siempre contando con la gracia que merece la pena morir por aquello en lo que creen. Un alma con deseos de plenitud ante los fallos y las dificultades no se queja, se levanta, busca soluciones, pone un mayor empeño, pero no gastará un minuto en quejarse. Conviene desterrar de la compañía habitual a personas quejarosas, porque como decía un amigo, "contaminan el ambiente", suelen crear una atmosfera insana, bastante carente de amor y llena de mediocridad. Y si por sus frutos los conoceréis los frutos de esa queja suele ser la desilusión, la desesperanza y la falta de generosidad en la empresa.
4º) Aprender a mirar con benevolencia los acontecimientos desagradables. Estamos acostumbrados a qué “la vida nos sonría”... a tener pocos problemas y pequeños, a que todo “vaya sobre ruedas”, y cuando llegan las dificultades, los problemas, cuando se tuercen los planes, se “nos cae el mundo”, y ya “no merece la pena”, “es que es imposible”. ¡Qué lecciones de paciencia y bien sufrir aprendemos de Job! "El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó". Todo lo que ocurre o es querido, o permitido por Dios... pero claro hemos de tener que "Todo sirve para el bien de los que a Dios aman", y que por lo tanto Dios sabe sacar incluso del mal bien si somos fieles. Saber esperar con confianza, tener paciencia en la adversidad, porque no hay mal que dure mil años, es señal de almas fieles, y recordamos el dicho que siempre se cumple "el que busca la fidelidad se encuentra de bruces con la felicidad. El que busca insanamente la felicidad pierde la fidelidad y con ello la vida".
4º) Aprender a mirar con benevolencia los acontecimientos desagradables. Estamos acostumbrados a qué “la vida nos sonría”... a tener pocos problemas y pequeños, a que todo “vaya sobre ruedas”, y cuando llegan las dificultades, los problemas, cuando se tuercen los planes, se “nos cae el mundo”, y ya “no merece la pena”, “es que es imposible”. ¡Qué lecciones de paciencia y bien sufrir aprendemos de Job! "El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó". Todo lo que ocurre o es querido, o permitido por Dios... pero claro hemos de tener que "Todo sirve para el bien de los que a Dios aman", y que por lo tanto Dios sabe sacar incluso del mal bien si somos fieles. Saber esperar con confianza, tener paciencia en la adversidad, porque no hay mal que dure mil años, es señal de almas fieles, y recordamos el dicho que siempre se cumple "el que busca la fidelidad se encuentra de bruces con la felicidad. El que busca insanamente la felicidad pierde la fidelidad y con ello la vida".
5º) Acercarse al sufrimiento del prójimo. El peligro de creerse el centro del universo es una constante en nuestra vida. Cuando uno vive demasiado pendiente de sí mismo pierde la visión de conjunto y su existencia se torna en una vida de un egoísmo recalcitrante. Son las personas que nunca están realmente contentas, siempre crispadas, insatisfechas de todo y de todos, siempre con la protesta en la boca, son las personas que se tornan insoportables, porque el egoísmo, ese amor propio desordenado, nos destroza por dentro, y destroza lo que de fuera no sirve para sus propósitos. Son las personas en las que sólo existen sus proyectos, sus planes, sus estudios, sus problemas..., es la idolatría del YO; y se olvidan que el resto de la humanidad también sufre. Acercarse al sufrimiento de los semejantes es una actividad que nos pone en nuestro sitio, y es cuando comprobamos en muchas ocasiones que lo nuestro en comparación son pequeñas incomodidades... y si las comparamos con los sufrimientos del Señor pues "ni derecho a abrir la boca" que se dice. Salir de uno mismo para aliviar el sufrimiento de los demás aún cuando podamos estar sufriendo de forma indecible es una manera extraordinaria de abrazar la cruz y superar el propio sufrimiento. Esto solo es posible con la ayuda del Señor y es señal de una alma grande. La persona que se concentra en su propio sufrimiento acaba por desquiciarse y desquiciar.
6º) El sacrificio voluntario y la educación de la sensibilidad.
Vivimos en la época del “me apetece” de la sensualidad y del gusto, y nos hemos olvidado que la virtud se logran negándose no solo en lo ilícito, faltaría más, sino también en las cosas lícitas. Diríase que hoy el mundo no entiende la renuncia por amor, por eso hoy el mundo es un mundo tremendamente infeliz, porque busca en el egoísmo la felicidad.
Uno de los sentidos del sacrificio no es otro que educar la sensibilidad para acostumbrarnos a que en el momento de la dificultad estemos preparados, siempre contando con la gracia de Dios a realizar esfuerzos sacrificios, a pasarlo mal en una palabra.
El sacrificio tiene sentido en la vida ordinaria, cuando es por amor, cuando es no buscando un sufrir sin sentido, sino el progreso en la vida de virtud, en la vida de intimidad con el Señor, siempre orientado al bien, sino es ridículo, claro está. Pero es que esa vida de sacrificio cuando es por amor, tiene como consecuencia inmediata la alegría de los demás, ayuda a hacer al prójimo más cercano la vida más fácil, más sencilla, más alegre...
En este sentido no podemos olvidar el acertadísimo comentario de S Ignacio de Loyola cuando decía que "Nunca diré que una persona tiene verdadera vida cristiana si a la profunda vida de oración no le acompaña la vida de abnegación".
6º) El sacrificio voluntario y la educación de la sensibilidad.
Vivimos en la época del “me apetece” de la sensualidad y del gusto, y nos hemos olvidado que la virtud se logran negándose no solo en lo ilícito, faltaría más, sino también en las cosas lícitas. Diríase que hoy el mundo no entiende la renuncia por amor, por eso hoy el mundo es un mundo tremendamente infeliz, porque busca en el egoísmo la felicidad.
Uno de los sentidos del sacrificio no es otro que educar la sensibilidad para acostumbrarnos a que en el momento de la dificultad estemos preparados, siempre contando con la gracia de Dios a realizar esfuerzos sacrificios, a pasarlo mal en una palabra.
El sacrificio tiene sentido en la vida ordinaria, cuando es por amor, cuando es no buscando un sufrir sin sentido, sino el progreso en la vida de virtud, en la vida de intimidad con el Señor, siempre orientado al bien, sino es ridículo, claro está. Pero es que esa vida de sacrificio cuando es por amor, tiene como consecuencia inmediata la alegría de los demás, ayuda a hacer al prójimo más cercano la vida más fácil, más sencilla, más alegre...
En este sentido no podemos olvidar el acertadísimo comentario de S Ignacio de Loyola cuando decía que "Nunca diré que una persona tiene verdadera vida cristiana si a la profunda vida de oración no le acompaña la vida de abnegación".
Nombrar en los tiempos actuales la palabra Cruz es un lenguaje que parece de otro planeta, y asistimos como se hacen especialmente actuales las palabras del Apóstol, incomprensible para los griegos, y escándalo para los judíos... pero para el cristiano Sabiduría de Dios, de tal forma que como dice también S Pablo "no me gloriaré sino en Cristo crucificado" Nuestra mayor Gloria y señal es la Santa Cruz, abrazarse a la Cruz para vivir y ser con la gracia de Dios instrumentos para la salvación del mundo.
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