jueves, 12 de junio de 2014

¿Por qué yo no? nº7 San Juan Pablo II


Nº 7, por Dámaris Mora


SAN JUAN PABLO II



        Confesado por un mendigo
El sacramento de la reconciliación era primordial para él y todos los Viernes Santo acudía a la Basílica de San Pedro a confesar. Una interesante anécdota pone de manifiesto el aprecio que el Papa tenía a este sacramento.


Oder, postulador de la causa de beatificación y canonización de Juan Pablo II cuenta que un monseñor de Estados Unidos que se encontraba por Roma se disponía a rezar en una parroquia de la capital italiana cuando al entrar en ella se encontró con un mendigo. Pasó de largo pero le iba dando vueltas a la cara de esa persona hasta que se dio cuenta de que le conocía, que hace años habían sido compañeros en el seminario y que se ordenaron el mismo día. Volvió hacía él, le saludó y le preguntó qué le había ocurrido. Éste le dijo que había perdido su vocación y la fe.
Al día siguiente este sacerdote estadounidense participaba en un encuentro privado con Juan Pablo II y cuando le tocó el turno para saludarle no pudo dejar de contarle lo que le había ocurrido en la víspera. El Papa se preocupó por la situación e invitó a este cura y al mendigo a cenar con él. 
Tras proporcionarle ropa limpia y aseo ambos acudieron al encuentro con el Santo Padre hasta que en un momento tras la cena, Juan Pablo II pidió al sacerdote que les dejara solos. Entonces pidió al mendigo que escuchara su confesión. Éste se quedó estupefacto y le dijo que ya no era sacerdote. “Una vez sacerdote, sacerdote siempre”, le contestó el Papa. Sin embargo, éste insistió y le dijo que “estoy privado de mi derecho a ser sacerdote” pero igualmente Juan Pablo II le contestó que era “el Obispo de Roma y me puedo encargar de eso”.
Finalmente, el mendigo confesó al Papa y viceversa. El sacerdote sin fe lloró amargamente y el beato le dijo: “¿ves la grandeza del sacerdocio? No la desfigures”. Al salir de ese encuentro con su vocación sacerdotal renovada, el Santo Padre le envió a la parroquia en la que pedía limosna y le nombró asistente y encargado de la atención de los mendigos.

La broma al obispo
Sobre humor se puede escribir mucho del nuevo santo de la Iglesia. Este es sólo un pequeño detalle. Un día, recién llegado del hospital Gemelli, donde había sido intervenido a causa de una rotura de fémur, recibió a un obispo. Este se entretuvo en elogiar el buen aspecto que tenía: “¿sabe que le digo? El hospital le ha sentado muy bien. Está incluso mejor que antes de ingresar en el Gemelli.” Él miró fijamente con pillería al contestarle: “entonces, ¿por qué no ingresa usted también allí?”. La cara del obispo ante esta respuesta tuvo que ser todo un poema.

Ahí está Jesús
En su última celebración del Corpus Domini que presidió en 2004, el Papa ya no podía andar, de forma que hubo que fijar su silla a la plataforma del vehículo dispuesto para la procesión. Delante de él, sobre el reclinatorio, se exhibía el ostensorio con el Santísimo Sacramento. Poco después de la partida, Juan Pablo II se dirigió a uno de los maestros de ceremonias y le preguntó si podía arrodillarse. Con delicadeza, éste le explicó que era demasiado arriesgado, dado que el recorrido era bastante accidentado y eso menguaba la estabilidad del vehículo. Pasados unos minutos el Papa repitió: Quiero arrodillarme.” Le respondieron que esperase a que el firme fuese mejor. Unos instantes después exclamó resuelto, casi gritando: Ahí está Jesús. Por favor.”
Dado que no era posible contradecirlo, los dos maestros de ceremonias lo ayudaron a arrodillarse en el reclinatorio. Como no lograba sostenerse con las piernas, el Papa intentó sujetarse aferrándose al borde de aquel, pero, casi de inmediato, tuvieron que sentarlo de nuevo en la silla. Pese a que el cuerpo ya no le respondía, su firmeza y entereza de ánimo seguía intacta.

Les doy las gracias
Se cuenta que en sus últimas horas, en su habitación, Juan Pablo II estaba escuchando a los jóvenes cómo cantaban en la plaza de san Pedro y rezaban por él.  Con un hilo de voz le dijo a su secretario que les dijera a los jóvenes: “Los he buscado. Ahora han venido a verme. Les doy las gracias...”

Fuentes:

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