viernes, 13 de junio de 2014

¿Por qué yo no? nº 8 San Juan XXIII


Nº 8, por Dámaris Mora


SAN JUAN XXIII



        ¿Se hundirá?
Se cuenta que el "Papa Bueno", uno de los Papas más entrados en kilos que ha tenido la Iglesia, cada vez que se subía a la silla gestatoria lo hacía a regañadientes, murmurando su desencanto por el esfuerzo. Y que la primera vez que subió a ella preguntó con una sonrisa a quienes iban a cargar con él: “¿No se hundirá esto con tanto peso?”.


El Espíritu Santo, más listo que todos
Contaba un obispo francés que, al final de la primera sesión del concilio, un día habló con Juan XXIII sobre el discurso de apertura, y el Papa le decía:
    -    La verdad es que en el discurso de apertura que dirigí a los obispos al empezar el concilio, no había visto tantas cosas como luego, estudiándolo, encontraban los obispos. Sin embargo, ahora, cuando lo releo, también yo las encuentro.
Y remataba su confidencia con esta confesión de fe profunda:
    -    Se ve que el Espíritu Santo es más listo que todos nosotros.

Bajar... ¡y subir también!
En cierta ocasión, siendo nuncio en París, lo llevaron a un campamento militar a bendecir unas instalaciones. Luego le presentaron a un grupo de paracaidistas a quienes les habló un rato, terminando con estas ingeniosas palabras: “No quisiera, muchachos, que olvidaran esto: que a fuerza de bajar del cielo, se olvidaran de subir a él...”

Su Santidad…
Cuentan que en su primera noche como Pontífice pidió al cardenal Nasalli que se quedara a cenar con él. Pero el purpurado le dijo que era costumbre que los Papas comieran solos, a lo que el recién elegido respondió: "¡Tampoco de Papa van a dejarme hacer lo que me de la gana!". El cardenal, accediendo a la petición preguntó: "¡Santidad!, ¿puedo traer champán?". Juan XXIII respondió: "¡Sí, por favor, pero no me llame Santidad, que cada vez que así lo hace me parece que me está tomando el pelo!".
Su primer gesto horas después de ser elegido fue subir el sueldo a los porteadores de la silla papal «porque yo peso casi cien kilogramos más que el enjuto Pío XII», argumentó.


El ojo de una aguja
El entonces arzobispo Roncalli llamaba la atención por su sobrepeso, tanto, que visitando un monasterio de Grecia, siendo encargado del Vaticano en aquel país, antes de la II Guerra Mundial, cuentan que oyó a dos monjes bromear entre ellos: ¿Cómo será posible que este prelado romano tan gordo entre en el Cielo, dado que la puerta es tan estrecha como el ojo de una aguja?”. Roncalli se volvió y les replicó: “El buen Dios que ha dejado que mi panza aumentara se cuidará de hacerla pasar por el ojo...”

Ante el posible cierre de la cúpula de S. Pedro
Siguiendo la costumbre que tenía, siendo Obispo de Venecia, solía pasear por los jardines vaticanos. Ante la propuesta de los funcionarios del Vaticano de que sería conveniente cerrar la cúpula a los turistas para que no vieran los paseos del Papa, ésterespondió con mucha tranquilidad, preguntando a su vez: "¿Y por qué hay que hacer algo? ¿Por qué hay que cerrar la cúpula?" Aquellos hombres le contestaron: "Santidad, es que todos os verán..." Ante esta respuesta, Juan XXIII pensó un poco y les dijo: "No se preocupen. Les prometo a ustedes que no haré nada que pueda escandalizarlos".


"¡Qué gordo es!"
 - En una de sus primeras audiencias públicas como Papa, al pasar por el corredor central de la basílica de San Pedro, oyó a una joven religiosa decir: “¡Madre mía..., qué gordo es!”. Sin descomponerse mínimamente, Juan XXIII se volvió y le dijo: “Hermana, el cónclave no era un desfile de modelos...”. 

Fuentes:
·         www.abc.es/informacion/conclave/anecdotas/index.asp

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