Nº 8, por Dámaris Mora
SAN JUAN XXIII
¿Se
hundirá?
Se cuenta que el "Papa Bueno", uno de
los Papas más entrados en kilos que ha tenido la Iglesia, cada vez que se subía
a la silla gestatoria lo hacía a regañadientes, murmurando su desencanto por el
esfuerzo. Y que la primera vez que subió a ella preguntó con una sonrisa a
quienes iban a cargar con él: “¿No se hundirá esto con tanto peso?”.
Contaba un obispo francés que, al final de la
primera sesión del concilio, un día habló con Juan XXIII sobre el discurso de
apertura, y el Papa le decía:
- La verdad es que en
el discurso de apertura que dirigí a los obispos al empezar el concilio, no
había visto tantas cosas como luego, estudiándolo, encontraban los obispos. Sin
embargo, ahora, cuando lo releo, también yo las encuentro.
Y remataba su confidencia con esta confesión de fe
profunda:
- Se ve que el Espíritu
Santo es más listo que todos nosotros.
En cierta ocasión, siendo nuncio en París, lo
llevaron a un campamento militar a bendecir unas instalaciones. Luego le
presentaron a un grupo de paracaidistas a quienes les habló un rato, terminando
con estas ingeniosas palabras: “No quisiera, muchachos, que olvidaran
esto: que a fuerza de bajar del cielo, se olvidaran de subir a él...”
Cuentan que en su primera noche como Pontífice
pidió al cardenal Nasalli que se quedara a cenar con él. Pero el purpurado le
dijo que era costumbre que los Papas comieran solos, a lo que el recién elegido
respondió: "¡Tampoco de Papa van a dejarme hacer lo que me de la
gana!". El cardenal, accediendo a la petición preguntó: "¡Santidad!,
¿puedo traer champán?". Juan XXIII respondió: "¡Sí, por favor, pero
no me llame Santidad, que cada vez que así lo hace me parece que me está
tomando el pelo!".
Su primer gesto horas después de ser elegido fue
subir el sueldo a los porteadores de la silla papal «porque yo peso casi cien
kilogramos más que el enjuto Pío XII», argumentó.
El ojo de
una aguja
El entonces arzobispo Roncalli llamaba la atención
por su sobrepeso, tanto, que visitando un monasterio de Grecia, siendo
encargado del Vaticano en aquel país, antes de la II Guerra Mundial, cuentan
que oyó a dos monjes bromear entre ellos: ¿Cómo será posible que este
prelado romano tan gordo entre en el Cielo, dado que la puerta es tan estrecha
como el ojo de una aguja?”. Roncalli se volvió y les replicó: “El buen Dios que
ha dejado que mi panza aumentara se cuidará de hacerla pasar por el ojo...”
Ante el
posible cierre de la cúpula de S. Pedro
Siguiendo la costumbre que tenía, siendo Obispo de
Venecia, solía pasear por los jardines vaticanos. Ante la propuesta de los
funcionarios del Vaticano de que sería conveniente cerrar la cúpula a los
turistas para que no vieran los paseos del Papa, ésterespondió con mucha
tranquilidad, preguntando a su vez: "¿Y por qué hay que hacer algo? ¿Por
qué hay que cerrar la cúpula?" Aquellos hombres le contestaron:
"Santidad, es que todos os verán..." Ante esta respuesta, Juan XXIII
pensó un poco y les dijo: "No se preocupen. Les prometo a ustedes que no
haré nada que pueda escandalizarlos".
"¡Qué
gordo es!"
- En
una de sus primeras audiencias públicas como Papa, al pasar por el corredor
central de la basílica de San Pedro, oyó a una joven religiosa decir: “¡Madre
mía..., qué gordo es!”. Sin descomponerse mínimamente, Juan XXIII se volvió y
le dijo: “Hermana, el cónclave no era un desfile de modelos...”.
Fuentes:
·
www.abc.es/informacion/conclave/anecdotas/index.asp
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