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lunes, 17 de febrero de 2020

La esperanza. San Agustín




“La esperanza tiene dos bellas hijas. Sus nombres son enojo y valor; enojo por cómo están las cosas y valor para asegurarse de que no sigan como están.”

San Agustín de Hipona

sábado, 15 de febrero de 2020

jueves, 6 de febrero de 2020

San Pablo Miki, mártir



De la historia del martirio de san Pablo Miki y compañeros, escrita por un contemporáneo 

(Cap 14, 109-110: Acta Sanctorum Februarii, I, 769) 


Clavados en la cruz, era admirable ver la constancia de todos, a la que les exhortaban el padre Pasio y el padre Rodríguez. El Padre Comisario estaba casi rígido, los ojos fijos en el cielo. El hermano Martín daba gracias a la bondad divina entonando algunos salmos y añadiendo el verso: A tus manos, Señor. También el hermano Francisco Blanco daba gracias a Dios con voz clara. El hermano Gonzalo recitaba también en alta voz la oración dominical y la salutación angélica. 

Pablo Miki, nuestro hermano, al verse en el púlpito más honorable de los que hasta entonces había ocupado, declaró en primer lugar a los circunstantes que era japonés y jesuita, y que moría por anunciar el Evangelio, dando gracias a Dios por haberle hecho beneficio tan inestimable. Después añadió estas palabras: 

«Al llegar este momento no creerá ninguno de vosotros que me voy a apartar de la verdad. Pues bien, os aseguro que no hay más camino de salvación que el de los cristianos. Y como quiera que el cristianismo me enseña a perdonar a mis enemigos y a cuantos me han ofendido, perdono sinceramente al rey y a los causantes de mi muerte, y les pido que reciban el bautismo.» 

Y, volviendo la mirada a los compañeros, comenzó a animarles para el trance supremo. Los rostros de todos tenían un aspecto alegre, pero el de Luis era singular. Un cristiano le gritó que estaría en seguida en el paraíso. Luis hizo un gesto con sus dedos y con todo su cuerpo, atrayendo las miradas de todos. 

Antonio, que estaba al lado de Luis, fijos los ojos en el cielo, y después de invocar los nombres de Jesús y María, entonó el salmo: Alabad, siervos del Señor, que había aprendido en la catequesis de Nagasaki, pues en ella se les hace aprender a los niños ciertos salmos. 

Otros repetían: «¡Jesús! ¡María!», con rostro sereno. Algunos exhortaban a los circunstantes a llevar una vida digna de cristianos. Con éstas y semejantes acciones mostraban su prontitud para morir. 

Entonces los verdugos desenvainaron cuatro lanzas como las que se usan en Japón. Al verlas, los fieles exclamaron: «¡Jesús! ¡María!», y se echaron a llorar con gemidos que llegaban al cielo. Los verdugos remataron en pocos instantes a cada uno de los mártires.


martes, 21 de enero de 2020

Santa Inés, mártir de la castidad



Santa Inés, virgen y mártir                              



San Ambrosio, obispo. Del tratado sobre las vírgenes (Libro I, caps. 2.5.7-9: PL 16 [edición 1845], 189-191)

Celebramos hoy el nacimiento para el cielo de una virgen, imitemos su integridad; se trata también de una mártir, ofrezcamos el sacrificio. Es el día natalicio de santa Inés. Sabemos por tradición que murió mártir a los doce años de edad. Destaca en su martirio, por una parte, la crueldad que no se detuvo ni ante una edad tierna; por otra, la fortaleza que infunde la fe, capaz de dar testimonio en la persona de una jovencita.

¿Es que en aquel cuerpo tan pequeño cabía herida alguna? Y, con todo, aunque en ella no encontraba la espada dónde descargar su golpe, fue ella capaz de vencer a la espada. Y eso que a esta edad las niñas no pueden soportar ni la severidad del rostro de sus padres, y si distraidamente se pinchan con una aguja, se ponen a llorar como si se tratara de una herida.

Pero ella, impávida entre las sangrientas manos del verdugo, inalterable al ser arrastrada por pesadas y chirriantes cadenas, ofrece todo su cuerpo a la espada del enfurecido soldado, ignorante aún de lo que es la muerte, pero dispuesta a sufrirla; al ser arrastrada por la fuerza al altar idolátrico, entre las llamas tendía hacia Cristo sus manos, y así, en medio de la sacrílega hoguera, significaba con esta posición el estandarte triunfal de la victoria del Señor; intentaban aherrojar su cuello y sus manos con grilletes de hierro, pero sus miembros resultaban demasiado pequeños para quedar encerrados en ellos.

¿Una nueva clase de martirio? No tenía aún edad de ser condenada, pero estaba ya madura para la victoria; la lucha se presentaba difícil, la corona fácil; lo que parecía imposible por su poca edad lo hizo posible su virtud consumada. Una recién casada no iría al tálamo nupcial con la alegría con que iba esta doncella al lugar del suplicio, con prisa y contenta de su suerte, adornada su cabeza no con rizos, sino con el mismo Cristo, coronada no de flores, sino de virtudes.

Todos lloraban, menos ella. Todos se admiraban de que, con tanta generosidad, entregara una vida de la que aún no había comenzado a gozar, como si ya la hubiese vivido plenamente. Todos se asombraban de que fuera ya testigo de Cristo una niña que, por su edad, no podía aún dar testimonio de sí misma. Resultó así que fue capaz de dar fe de las cosas de Dios una niña que era incapaz legalmente de dar fe de las cosas humanas, porque el Autor de la naturaleza puede hacer que sean superadas las leyes naturales.

El verdugo hizo lo posible para aterrorizarla, para atraerla con halagos, muchos desearon casarse con ella. Pero ella dijo:

«Sería una injuria para mi Esposo esperar a ver si me gusta otro; él me ha elegido primero, él me tendrá. ¿A qué esperas, verdugo, para asestar el golpe? Perezca el cuerpo que puede ser amado con unos ojos a los que no quiero».

Se detuvo, oró, doblegó la cerviz. Hubieras visto cómo temblaba el verdugo, cómo si él fuese el condenado; cómo temblaba su diestra al ir a dar el golpe, cómo palidecían los rostros al ver lo que le iba a suceder a la niña, mientras ella se mantenía serena. En una sola víctima tuvo lugar un doble martirio: el de la castidad y el de la fe. Permaneció virgen y obtuvo la gloria del martirio.




jueves, 9 de enero de 2020

San Josemaría Escrivá




Carta de san Josemaría Escrivá de principios del año 1974.

 


“Siento el deber de avisaros. (…) Esta carta es como una tercera invitación, en menos de un año, para urgir vuestras almas con las exigencias de la vocación nuestra, en medio de la dura prueba que soporta la Iglesia. 

(…) Una campana pues de gozos divinos, un silbido de Buen Pastor, que a nadie puede molestar. (…) Así iremos por este mundo, camino adelante, (…) anunciando la infinita clemencia de Dios con sus criaturas, que en tantas ocasiones no se dirigen al Señor ni le aman, porque no le conocen, ya que se ha secado la lengua de quienes deberían predicarle, hasta el punto de que no pocos han perdido lo único de apariencia cristiana que les quedaba: la técnica de hablar claramente de Jesucristo y de su doctrina salvadora. (…) 

Dios nos advierte, desde su donación incondicionada [ha hablado antes y con detenimiento de Belén], de que la conducta auténticamente cristiana se teje con los hilos de una trama divina y humana: la voluntad del hombre que enlaza con la Voluntad de Dios. Soltar un hilo, aunque parezca sin importancia, supone empezar a deshacer el tapiz. ¡Triste fracaso, un buen tapiz deshilachado! (…) 

Os escribo para que estéis prevenidos ante los asaltos del diablo. (…) Tú y yo, tenlo presente, hemos venido a entregar la vida entera. Honra, dinero, progreso profesional, aptitudes, posibilidades de influencia en el ambiente, lazos de sangre; en una palabra: todo lo que suele acompañar la carrera de un hombre en su madurez, todo ha de someterse -así, someterse- a un interés superior: la Gloria de Dios y la salvación de las almas. 

(…) Si algo, en nosotros, quedara voluntariamente al margen de ese intento sería señal cierta de que habríamos emprendido el descamino de vivir para nosotros mismos y, como sugiere san Agustín, mortui sumus Illi, quando viximos nobis: estamos muertos para Él, cuando vivimos para nosotros (In Ioann. Ev.,75, 3). (…) 

No olvidéis el particular empeño que pone en estos tiempos el demonio para lograr que los fieles se separen de la Fe y de las buenas costumbres cristianas, procurando que pierdan hasta el sentido del pecado con un falso ecumenismo como excusa. Deseamos, tanto como el que más lo desee, la unión de los cristianos: y aún la de todos los que, de alguna manera, buscan a Dios. Pero la realidad demuestra que en esos conciliábulos, unos afirman que sí y -sobre el mismo tema- otros lo contrario. Cuando -a pesar de esto- aseguran que van de acuerdo, lo único cierto es que todos se equivocan. Y de esa comedia, con la que mutuamente se engañan, lo menos malo que suele producirse es la indiferencia: un triste estado de ánimo en el que no se nota inclinación por la verdad ni repugnancia por la mentira. Se ha llegado así al confusionismo, y se aniquila el celo apostólico que nos mueve a salvar la propia alma y la de los demás, defendiendo con decisión la doctrina sin atacar a las personas. 

(…) ¡Ay, si una hija mía o un hijo mío perdiera esa soltura para seguir el ritmo de Dios y, con el correr del tiempo, se me apoltronara en su quehacer temporal, en un pobre pedestal humano, y dejara crecer en su alma otras aficiones distintas de las que enciende en nuestros corazones la Caridad de Dios! (…) 

Cuando escritores embusteros, que se atreven en su soberbia y en su ignorancia -quizá en su mala fe- a calificarse como teólogos, perturban y oscurecen las conciencias, cada uno de nosotros ha de anunciar con mayor fuerza la doctrina segura a través de un proselitismo incesante. (…) 

Estamos en continuo contacto con la realidad eterna y terrena, realidad que solo admite una postura: vivir en la Iglesia de siempre. Es cierto que, en alguna ocasión, el hecho de tener y propugnar la verdad, algunos lo interpretan falsamente como un acto de soberbia, como si nos preocupáramos de salvaguardar un derecho a nuestra vanidad personal, cuando cumplimos estrictamente un enojoso deber. (…) 

Dignidad, firmeza, valentía. Resulta difícil descubrir gentes que procedan con esa reciedumbre. (…) Adelante, pues, a no olvidar que la verdad no tiene más que un camino. 

(…) Esto -y más hoy, y aún más en algunos círculos eclesiásticos- choca y no me extraña que choque porque lo lógica de Dios desafía abiertamente a la lógica de los hombres. Unos, con pretexto de evangelizar el mundo se afanan en ceder y ceder, desvirtuando la sal cristiana. Nosotros procuraremos exigirnos, y exigir mucho. Hijos míos, nos ha ido muy bien perseverar así a pesar de las resistencias de nuestra personal debilidad. Justamente por el convencimiento de nuestra flaqueza nos consta que cediendo no se consigue nada. (…) 

Pero la humanidad actual, me diréis, no se presenta nada propicia para entender estos deseos de total dedicación a Dios. Efectivamente, el viento que corre, dentro y fuera de la Iglesia, parece muy ajeno a aceptar estos requerimientos divinos tan profundos. Personas alejadas de hecho de Jesucristo, porque carecen de Fe, han ido fomentando un clima de renuncia a toda lucha, de concesiones en todos los frentes. Y así, cuando el mundo ha necesitado una fuerte medicina, no ha habido poder moral capaz de parar esta fiebre, esta organizada campaña de impudor y de violencia que el marxismo explota tan hábilmente para hundir aún más al hombre en la miseria. 

Se escucha un colosal non serviam! (Ierem. 11, 20) en la vida personal, en la vida familiar, en los ambientes de trabajo y en la vida pública. Las tres concupiscencias (cfr. 1 Ioann. 11, 16) [el mundo, el demonio y la carne] son como tres fuerzas gigantescas que han desencadenado un vértigo imponente de lujuria, de engreimiento orgulloso de la criatura en sus propias fuerzas y de afán de riquezas. Toda una civilización se tambalea, impotente y sin recursos morales. 

No cargo las tintas, hijos míos, ni tengo gusto en dibujar malaventuras: basta abrir los ojos y, eso sí, no acostumbrarse al error y al pecado. Un lamentable modo de acostumbrarse ha ocasionado la petulancia de algunos eclesiásticos que -posiblemente para encubrir su esterilidad apostólica- llamaban “signos de los tiempos” a lo que, a veces, no era más que el fruto, en dimensiones universales, de esas concupiscencias personales. Con ese recurso, en lugar de imponerse el esfuerzo de averiguar la causa de los males para ofrecer el remedio oportuno y luchar, prefieren claudicar estúpidamente: los signos de los tiempos componen la tapadera de este vergonzoso conformismo. (…) 

Hijos míos, inactivos no vamos a quedarnos. Equivaldría a desertar. (…) Es hora de exigencias en la conducta. Cada uno debe considerarse personalmente comprometido a responder con generosa fidelidad a la vocación recibida (…) .

Hay que pelear y resistir, hijos: no cabe más solución que ir contra la corriente, ayudándonos a mantenernos fieles (…) 

En esta última decena de años muchos hombres de iglesia se han apagado progresivamente en sus creencias. Personas con buena doctrina se apartan del criterio recto, poco a poco, hasta llegar a una lamentable confusión en las ideas y en las obras. Un desgraciado proceso, que partía de una embriaguez optimista por un modelo imaginario de cristianismo o de Iglesia que, en el fondo, coincidía con el esquema que ya había trazado el modernismo. El diablo ha utilizado todas sus artes para embaucar, con esas utopías heréticas, incluso a aquellos que, por su cargo y su responsabilidad entre el clero, deberían haber sido un ejemplo de prudencia sobrenatural. 

Resulta muy significativo que quienes promovían todo este fenómeno de desmejoramiento solían escamotear las exigencias cristianas de reforma personal, de conversión interior, de piedad; para abandonarse, con un obsesivo interés, a denunciar defectos de estructura. Entraban ganas de clamar con el profeta, scindite corda vestra et non vestimenta vestra! (Ioel 2, 13): ¡basta de comedias hipócritas!: a confesar los propios pecados, a tratar de mejorar cada uno, a rezar, a ser mortificados, para ejercitar una auténtica caridad cristiana con todos".





martes, 3 de diciembre de 2019

San Francisco Javier





“La mies es mucha y los operarios pocos” (Mt 9, 37)


«Muchos en estos lugares no son cristianos simplemente porque no hay quien los haga tales. Muchas veces me vienen ganas de recorrer las Universidades de Europa, principalmente la de París, y de ponerme a gritar por doquiera como quien ha perdido el juicio para impulsar a los que poseen más ciencia que caridad con estas palabras: “¡Ay, cuántas almas, por vuestra desidia, quedan excluidas del Cielo y se precipitan en el infierno!”. 

¡Ojalá pusieran en este asunto el mismo interés que ponen en sus estudios! Con ello podrían dar cuenta a Dios de su ciencia y de los talentos que se les han confiado. Muchos de ellos, movidos por estas consideraciones y por la meditación de las cosas divinas, se ejercitarían en escuchar la voz divina que habla en ellos y, dejando a un lado sus ambiciones y negocios humanos, se dedicarían por entero a la voluntad y al querer de Dios diciendo de corazón: Señor, aquí me tienes, ¿qué quieres que haga? Envíame donde Tú quieras, aunque sea hasta la India».


miércoles, 20 de noviembre de 2019

¡Viva Cristo Rey!



Se celebra la fiesta litúrgica de San José Sánchez del Río 


Hoy es 20-N: ¡Viva Cristo Rey! 


Hoy 20 de noviembre se celebra la fiesta de SAN JOSÉ SÁNCHEZ DEL RÍO que fue asesinado con tan sólo 14 años en México durante la persecución religiosa que vivieron los cristianos durante el régimen de Plutarco Elías Calles (1924-1928) y que fue elevado a los altares por el Papa Francisco el 16 de octubre de 2016. 



La película CRISTIADA del año 2012 https://g.co/kgs/ic1b8G hizo que todos conociésemos el martirio de esta criatura. Una vez más: ¡GLORIA A LOS MÁRTIRES! 

El niño sufrió el martirio el 10 de febrero de 1928. Meses después -el 5 de mayo de 1928- El Siglo Futuro recoge la noticia para España escrita por el sacerdote A. Sanz Cerrada. 

Antonio María Sanz Cerrada fue un sacerdote mexicano refugiado en España que escribió (casi siempre con el pseudónimo “Fray Junípero”) en El Siglo Futuro. En una esquela del ABC del 22 de agosto de 1939 podemos leer que “falleció después de la liberación de Madrid, a causa de las privaciones y torturas padecidas durante su cautiverio, en el que se mantuvo firme en la fe católica y en sus convicciones”. 

En “Los Presos de Madrid”, de Arsenio de Izaga (Madrid, 1940), podemos leer: “Manuel Sánchez Cuesta, preso en las cárceles Porlier, San Antón y Alcalá de Henares... Este culto y batallador periodista, que popularizó su seudónimo Mirabal, falleció repentinamente en la madrugada del 18 de agosto a consecuencia de sus sufrimientos y privaciones dentro y fuera de la cárcel. También expiró, liberado Madrid y por idénticos motivos, su compañero de redacción en El Siglo Futuro don Antonio Sanz Cerrada, presbítero, Fray Junípero” (pág. 471). 


EL NIÑO JOSÉ SÁNCHEZ 

De una carta particular entresacamos solamente esta nota de las muchas horribles que contiene: 

El niño José Sánchez, de doce años, que andaba con un grupo de libertadores, fue hecho prisionero el 5 de febrero de 1928. Llevado a presencia del general Guerrero e increpado duramente por éste, José dijo: 
-Me han cogido por que se me acabó el parque, pero no me he rendido. 

El día 10 lo llevaron al pueblo… juntamente con otro compañerito suyo. Cuando algunos que lo visitaron en la prisión le preguntaron qué había hecho contestó: PELEAR POR LA FE. Su compañero se resistía a tomar alimento, seguramente impresionado por la próxima ejecución, pues los dos habían sido condenados a muerte. 

José lo animó, le hizo sentarse a comer y luego continuó animándolo a morir. A las cinco y media de la tarde los soldados sacaron al compañero de José para ahorcarlo. Este valiente soldado de Cristo, seguido de su amigo fiel, llegado al pie del árbol de donde había de colgar su cuerpo, HIZO LA SEÑAL de la Cruz, LEVANTÓ LOS OJOS AL CIELO Y DIJO: “ESTOY DISPUESTO”. Fue luego colgado; lo tuvieron quince minutos y después fue trasladado al cementerio, creyéndolo cadáver (no podemos dar más detalles ahora), pero se sabe que vive. 

José presenció la ejecución de su compañerito sin intimidarse. Su padre, afligido sobremanera, trató de comprar su rescate haciendo esfuerzos inauditos, pues el general callista pedía cinco mil pesos por la vida del niño. José, al saber lo que pretendía su padre, le envió a decir que no diera un centavo por él. A las seis de la tarde lo llevaron al cuartel del Refugio; a las siete de la noche escribió a una tía suya y decía textualmente: MUY QUERIDA TÍA: ESTOY SENTENCIADO A MUERTE. A LAS OCHO Y MEDIA SE LLEGARÁ EL MOMENTO QUE TANTO HE DESEADO. TE DOY las gracias de todos los favores que me hiciste tú y Magdalena. No me encuentro capaz de ESCRIBIR A MI MAMÁ; tú si me haces el favor le escribes... CRISTO VIVE. CRISTO REINA. CRISTO IMPERA. ¡VIVA CRISTO REY Y SANTA MARÍA DE GUADALUPE! JOSÉ SÁNCHEZ DEL RÍO QUE MURIÓ EN DEFENSA DE SU FE… NO DEJEN DE VENIR… ADIÓS. 

Las últimas palabras que pronunció al recibir la descarga al ser fusilado a las once y media fueron: ¡Viva Cristo Rey! 



lunes, 4 de noviembre de 2019

San Carlos Borromeo





San Carlos Borromeo


Sermón del santo en el último sínodo que convocó (Acta Ecclesiae Mediolanensis, Milán 1599, 1177-1178)

Todos somos débiles, lo admito, pero el Señor ha puesto en nuestras manos los medios con que poder ayudar fácilmente, si queremos, esta debilidad. Algún sacerdote querría tener aquella integridad de vida que sabe se le demanda, querría ser continente y vivir una vida angélica, como exige su condición, pero no piensa en emplear los medios requeridos para ello: ayunar, orar, evitar el trato con los malos y las familiaridades dañinas y peligrosas. 

Algún otro se queja de que, cuando va a salmodiar o a celebrar la misa, al momento le acuden a la mente mil cosas que lo distraen de Dios; pero éste, antes de ir al coro o a celebrar la misa, ¿qué ha hecho en la sacristía, cómo se ha preparado, qué medios ha puesto en práctica para mantener la atención? 

¿Quieres que te enseñe cómo irás progresando en la virtud y, si ya estuviste atento en el coro, cómo la próxima vez lo estarás más aún y tu culto será más agradable a Dios? Oye lo que voy a decirte. Si ya arde en ti el fuego del amor divino, por pequeño que éste sea, no lo saques fuera enseguida, no lo expongas al viento, mantén el fogón protegido para que no se enfríe y pierda el calor; esto es, aparta cuanto puedas las distracciones, conserva el recogimiento, evita las conversaciones inútiles. 

¿Estás dedicado a la predicación y la enseñanza? Estudia y ocúpate en todo lo necesario para el recto ejercicio de este cargo; procura antes que todo predicar con tu vida y costumbres, no sea que, al ver que una cosa es lo que dices y otra lo que haces, se burlen de tus palabras meneando la cabeza. 

¿Ejerces la cura de almas? No por ello olvides la cura de ti mismo, ni te entregues tan pródigamente a los demás que no quede para ti nada de ti mismo; porque es necesario, ciertamente, que te acuerdes de las almas a cuyo frente estás, pero no de manera que te olvides de ti. 

Sabedlo, hermanos, nada es tan necesario para los clérigos como la oración mental; ella debe preceder, acompañar y seguir nuestras acciones: "Salmodiaré -dice el salmista- y entenderé". Si administras los sacramentos, hermano, medita lo que haces; si celebras la misa, medita lo que ofreces; si salmodias en el coro, medita a Quién hablas y qué es lo que hablas; si diriges las almas, medita con qué sangre han sido lavadas, y así todo lo que hagáis que sea con amor; así venceremos fácilmente las innumerables dificultades que inevitablemente experimentamos cada día (ya que esto forma parte de nuestra condición); así tendremos fuerzas para dar a luz a Cristo en nosotros y en los demás. 



jueves, 17 de octubre de 2019

P. José María Iraburu. Blog "Reforma o apostasía"





José María Iraburu, pbro.


Esclavo de los esclavos

En Cartagena, vivía Claver en un cuarto oscuro del Colegio de la Compañía, «el peor de todos», según un intérprete, pero que tenía la ventaja de quedar junto a la portería, lo que le permitía estar listo para el servicio a cualquier hora del día o de la noche. Para su ministerio de atención a los esclavos negros te­nía la colaboración de varios intérpretes negros, Sacabuche, Sofo, Yolofo, Biafara, Maiolo, etc., y sobre todo la ayuda del hermano Nicolás, que es­tuvo con él veintidós años como amigo, colaborador y confidente, y que fue su primer biógrafo, pues su testimonio en el Proceso ocupa unas 180 pági­nas.

En los días más tranquilos, el padre Claver, acompañado de alguno de estos colaboradores, se echaba al hombro unas alforjas, y se iba a pedir limosna –dinero y ropas, frutas y medicinas– para sus pobres negros en las casas señoriales de la ciudad. Allí tuvo muchos amigos, lo que le per­mitió distribuir al paso del tiempo una enorme cantidad de limosnas.

San Padre Claver llegó a Cartagena de Indias en 1610, y trabajó con los esclavos negros hasta 1651, año de su última enfermedad. Y el tráfico de negros, por mandato de la Coro­na española, quedó suspendido entre los años 1640 y 1650. Calcula Angel Rosemblat que en 1650, en toda América, había unos 857.000 africanos, incluyendo en el número a los negros libres; y «según un detallado documento de la época –informa la profesora Vila Villar–, en toda la América española habría hacia 1640, 327.000 esclavos, repartidos de la forma siguiente: México (80.000), América Central (27.000), Colombia (44.000), Vene­zuela (12.000), Región Andina (147.500) y Antillas (16.000) (Hispanoamérica… 226-227).


miércoles, 16 de octubre de 2019

Santa Margarita María de Alacoque



Santa Margarita María de Alacoque, virgen 


De las cartas (Vie et oeuvres 2, París 1915,321.336.493.554

Pienso que aquel gran deseo de nuestro Señor de que su sagrado Corazón sea honrado con un culto especial tiende a que se renueven en nuestras almas los efectos de la redención. El sagrado Corazón, en efecto, es una fuente inagotable que no desea otra cosa que derramarse en el corazón de los humildes para que estén libres y dispuestos a gastar la propia vida según su beneplácito. 

De este divino Corazón manan sin cesar tres arroyos: el primero es el de la misericordia para con los pecadores, sobre los cuales vierte el espíritu de contrición y de penitencia; el segundo es el de la caridad, en provecho de todos los aquejados por cualquier necesidad y, principalmente, de los que aspiran a la perfección, para que encuentren la ayuda necesaria para superar sus dificultades; del tercer arroyo manan el amor y la luz para sus amigos ya perfectos, a los que quiere unir consigo para comunicarles su sabiduría y sus preceptos, a fin de que ellos a su vez, cada cual a su manera, se entreguen totalmente a promover su gloria. 

Este Corazón divino es un abismo de todos los bienes en el que todos los pobres necesitan sumergir sus indigencias: es un abismo de gozo en el que hay que sumergir todas nuestras tristezas, es un abismo de humildad contra nuestra ineptitud, es un abismo de misericordia para los desdichados y es un abismo de amor en el que debe ser sumergida toda nuestra indigencia. 

Conviene, pues, que os unáis al Corazón de Nuestro Señor Jesucristo en el comienzo de la conversión para alcanzar la disponibilidad necesaria y, al fin de la misma, para que la llevéis a término. ¿No aprovecháis en la oración? Bastará con que ofrezcáis a Dios las plegarias que el Salvador profiere en lugar nuestro en el sacramento del altar, ofreciendo su fervor en reparación de vuestra tibieza; y, cuando os dispongáis a hacer alguna cosa, orad así: «Dios mío, hago o sufro tal cosa en el Corazón del Hijo y según sus santos designios, y os lo ofrezco en reparación de todo lo malo o imperfecto que hay en mis obras». Y así en todas las circunstancias de la vida. Y siempre que os suceda algo penoso, aflictivo, injurioso, decíos a vosotros mismos: «Acepta lo que te manda el sagrado Corazón de Jesucristo para unirte a Sí». 

Por encima de todo conservad la paz del corazón, que es el mayor tesoro. Para conservarla nada ayuda tanto como el renunciar a la propia voluntad y poner la voluntad del Corazón divino en lugar de la nuestra, de manera que sea ella la que haga en lugar nuestro todo lo que contribuye a su gloria y nosotros, llenos de gozo, nos sometamos a Él y confiemos en Él totalmente.




jueves, 10 de octubre de 2019

San Daniel Comboni




Daniel Comboni (Brescia, 15 de marzo de 1831 - Jartún, 10 de octubre de 1881) fue el primer obispo católico de África central y fundador de los Misioneros Combonianos. Fue canonizado en 2003 por el papa Juan Pablo II.




«Tendremos que fatigarnos, sudar, morir; pero al pensar que se suda y se muere por amor de Jesucristo y la salvación de las almas más abandonadas de este mundo encuentro el consuelo necesario para no desistir en esta gran empresa»



miércoles, 9 de octubre de 2019

San Pío de Pietrelcina


Piedras del edificio eterno 
San Pío de Pietrelcina, presbítero

(Edición 1994: II, 87-90, n. 8)


Mediante asiduos golpes de cincel salutífero y cuidadoso despojo, el divino Artífice busca preparar piedras para construir un edificio eterno, como nuestra madre, la santa Iglesia Católica, llena de ternura, canta en el himno del oficio de la dedicación de una iglesia. Y así es en verdad. 

Toda alma destinada a la gloria eterna puede ser considerada una piedra constituida para levantar un edificio eterno. Al constructor que busca erigir una edificación le conviene ante todo pulir lo mejor posible las piedras que va a utilizar en la construcción. Lo consigue con el martillo y el cincel. Del mismo modo el Padre celeste actúa con las almas elegidas que, desde toda la eternidad, con suma sabiduría y providencia, han sido destinadas para la erección de un edificio eterno. 

El alma, si quiere reinar con Cristo en la gloria eterna, ha de ser pulida con golpes de martillo y cincel, que el Artífice divino usa para preparar las piedras, es decir, las almas elegidas. ¿Cuáles son estos golpes de martillo y cincel? Hermana mía, las oscuridades, los miedos, las tentaciones, las tristezas del espíritu y los miedos espirituales, que tienen un cierto olor a enfermedad, y las molestias del cuerpo. 

Dad gracias a la infinita piedad del Padre eterno que, de esta manera, conduce vuestra alma a la salvación. ¿Por qué no gloriarse de estas circunstancias benévolas del mejor de todos los padres? Abrid el corazón al médico celeste de las almas y, llenos de confianza, entregaros a sus santísimos brazos: como a los elegidos, os conduce a seguir de cerca a Jesús en el monte Calvario. Con alegría y emoción observo cómo actúa la gracia en vosotros. 

No olvidéis que el Señor ha dispuesto todas las cosas que arrastran vuestras almas. No tengáis miedo a precipitaros en el mal o en la afrenta de Dios. Que os baste saber que en toda vuestra vida nunca habéis ofendido al Señor que, por el contrario, ha sido honrado más y más. 

Si este benevolentísimo Esposo de vuestra alma se oculta, lo hace no porque quiera vengarse de vuestra maldad, tal como pensáis, sino porque pone a prueba todavía más vuestra fidelidad y constancia y, además, os cura de algunas enfermedades que no son consideradas tales por los ojos carnales, es decir, aquellas enfermedades y culpas de las que ni siquiera el justo está inmune. En efecto, dice la Escritura: «Siete veces cae el justo» (Pr 24, 16). 

Creedme que, si no os viera tan afligidos, me alegraría menos, porque entendería que el Señor os quiere dar menos piedras preciosas... Expulsad, como tentaciones, las dudas que os asaltan... Expulsad también las dudas que afectan a vuestra forma de vida, es decir, que no escucháis los llamamientos divinos y que os resistís a las dulces invitaciones del Esposo. Todas esas cosas no proceden del buen espíritu sino del malo. Se trata de diabólicas artes que intentan apartaros de la perfección o, al menos, entorpecer el camino hacia ella. ¡No abatáis el ánimo! 

Cuando Jesús se manifieste, dadle gracias; si se oculta, dadle gracias: todas las cosas son delicadezas de su amor. Os deseo que entreguéis el espíritu con Jesús en la cruz: «Todo está cumplido» (Jn 19, 30).



jueves, 3 de octubre de 2019

San Francisco de Borja




 Francisco de Borja nació en Gandía (Valencia), en 1510. Gran privado del emperador Carlos V y caballerizo de la emperatriz Isabel, vivió ejemplarmente en palacio. La vista del cadáver de la emperatriz lo impulsó a despreciar las vanidades de la corte. Fue virrey de Cataluña y duque de Gandía. Después de la muerte de su esposa, en 1546, que acabó de desligarlo del mundo, entró en la Compañía de Jesús de la que llegó a ser superior general. Se distinguió, sobre todo, por su profunda humildad.



Carta 7, al beato Pedro Fabro, año 1545 (Monumenta historica Societatis Iesu, Madrid, 1908, III, pp 9-10)

Suplique, padre, al Señor que no reciba yo su gracia en vano. Porque hallo que, según dice el salmista, mi alma ha sido liberada de todos sus peligros. Y, especialmente de pocos días acá, yo estaba tan frío y tan desconfiado de hacer fruto, que no le hallaba casi por ninguna parte; lo cual, a los principios, solía sentir al revés. Bendito sea el Señor por sus maravillas, ya que todos estos nublados se han pasado.
En lo demás, diga ese «grande» y los otros lo que mandaren; que bien sé que no son grandes, sino los que se conocen por pequeños; ni son ricos los que tienen, sino los que no desean tener; ni son honrados, sino los que trabajan para que Dios sea honrado y glorificado.


sábado, 21 de septiembre de 2019

La oración es luz del alma






San Juan Crisóstomo
Homilía VI, sobre la oración





El sumo bien está en la plegaria y en el diálogo con Dios porque equivale a una íntima unión con Dios. 
Pues conviene que elevemos la mente a Dios no sólo cuando meditamos en el tiempo de la oración sino también que combinemos el anhelo y recuerdo de Dios con la atención a otras ocupaciones, lo mismo en medio del cuidado de los pobres que en las útiles tareas de la generosidad.

Pues la oración se presenta ante Dios como venerable intermediaria, ensancha el alma y tranquiliza su afectividad.

Cuando quieras reconstruir en ti aquella morada que Dios se edificó en el primer hombre, adórnate con la modestia y la humildad, hazte resplandeciente con la luz de la justicia; adorna tu ser con buenas obras, como con oro acrisolado, y embellécelo con la fe y la grandeza de alma, a manera de muros y piedras; y por encima de todo, como quien pone la cúspide para coronar el edificio, pon la oración a fin de preparar a Dios una casa perfecta y poderle recibir como si fuera una mansión regia y espléndida, ya que, por su gracia, es como si poseyeras su misma imagen colocada en el templo del alma.


miércoles, 28 de agosto de 2019

San Agustín






"Buscad a Dios y vivirá vuestro corazón. Salgamos a su encuentro para alcanzarle y busquémosle después de hallarlo. Para que le busquemos, se oculta, y para que sigamos indagando, aun después de hallarle, es inmenso. Él llena los deseos según la capacidad del que investiga".










martes, 20 de agosto de 2019

San Bernando de Claraval






San Bernardo, abad


Sermón sobre el libro del Cantar de los cantares (Sermón 83,4-6: Opera omnia, edición cisterciense, 2 [1958], 300-302) 


El amor basta por sí solo, satisface por sí solo y por causa de sí. Su mérito y su premio se identifican con él mismo. El amor no requiere otro motivo fuera de él mismo, ni tampoco ningún provecho; su fruto consiste en su misma práctica. Amo porque amo, amo por amar. Gran cosa es el amor, con tal de que recurra a su principio y origen, con tal de que vuelva siempre a su fuente y sea una continua emanación de la misma. Entre todas las mociones, sentimientos y afectos del alma, el amor es lo único con que la criatura puede corresponder a su Creador, aunque en un grado muy inferior, lo único con que puede restituirle algo semejante a lo que él le da. En efecto, cuando Dios ama, lo único que quiere es ser amado: si él ama, es para que nosotros lo amemos a él, sabiendo que el amor mismo hace felices a los que se aman entre sí. 

El amor del Esposo, mejor dicho, el Esposo que es amor, sólo quiere a cambio amor y fidelidad. No se resista, pues, la amada en corresponder a su amor. ¿Puede la esposa dejar de amar, tratándose además de la esposa del Amor en persona? ¿Puede no ser amado el que es el Amor por esencia? 

Con razón renuncia a cualquier otro afecto y se entrega de un modo total y exclusivo al amor el alma consciente de que la manera de responder al amor es amar ella a su vez. Porque, aunque se vuelque toda ella en el amor, ¿qué es ello en comparación con el manantial perenne de este amor? No manan con la misma abundancia el que ama y el que es el Amor por esencia, el alma y el Verbo, la esposa y el Esposo, el Creador y la criatura; hay la misma disparidad entre ellos que entre el sediento y la fuente. 

Según esto, ¿no tendrá ningún valor ni eficacia el deseo nupcial, el anhelo del que suspira, el ardor del que ama, la seguridad del que confía, por el hecho de que no puede correr a la par con un gigante, de que no puede competir en dulzura con la miel, en mansedumbre con el cordero, en blancura con el lirio, en claridad con el sol, en amor con aquel que es el amor mismo? De ninguna manera. Porque, aunque la criatura, por ser inferior, ama menos, con todo, si ama con todo su ser, nada falta a su amor, porque pone en juego toda su facultad de amar. Por ello, este amor total equivale a las bodas místicas, porque es imposible que el que así ama sea poco amado, y en esta doble correspondencia de amor consiste el auténtico y perfecto matrimonio. Siempre en el caso de que se tenga por cierto que el Verbo es el primero en amar al alma, y que la ama con mayor intensidad.




lunes, 19 de agosto de 2019

Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío




San Juan Eudes, presbítero, se dedicó a la predicación en las parroquias y después fundó la Congregación de Jesús y María. Fomentó de una manera especial la devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y de María. Muere en Francia en 1680. 


ORACIÓN DE MISERICORDIA A LOS CORAZONES DE JESÚS Y MARÍA 

Oh benevolísimo y misericordísimo Corazón de Jesús, estampa en nuestros corazones una imagen perfecta de tu gran misericordia, para que podamos cumplir el mandamiento que nos diste: 

“Serás misericordioso como lo es tu Padre “. 

Madre de la misericordia, vela sobre tanta desgracia, tantos pobres, tantos cautivos, tantos prisioneros, tantos hombres y mujeres que sufren persecución en manos de sus hermanos y hermanas, tanta gente indefensa, tantas almas afligidas, tantos corazones inquietos. 

Madre de la misericordia, abre los ojos de tu clemencia y contempla nuestra desolación. 

Abre los oídos de tu bondad y oye nuestra súplica. 

Amorosísima y poderosísima abogada demuéstranos que eres en verdad la Madre de la Misericordia. 



OFRECIMIENTO A LOS DOS CORAZONES 

Oh Jesús, el Único Hijo de Dios, el Único Hijo de María, te ofrezco el Corazón bondadosísimo de tu Madre Divina, el cual para ti es el más precioso y agradable de todos. 

Oh María, Madre de Jesús, te ofrezco el Corazón Sacratísimo de tu amado Hijo, quien es la vida y el amor de tu Corazón.



martes, 11 de junio de 2019

San Bernabé




San Bernabé



“José, llamado por los Apóstoles Bernabé, que quiere decir hijo de consolación; levita, natural de Chipre, tenía un campo, lo vendió y llevó el dinero a los pies de los Apóstoles”. Así nos lo presentan los Hechos de los Apóstoles. 


Bernabé es el hombre de las grandes intuiciones. En Antioquía se dio cuenta inmediatamente de que ese era un terreno apto para sembrar la palabra de Dios. Fue a decirlo a Jerusalén y pidió la aprobación para ir en busca del neoconvertido Saulo, sacándolo de su retiro en Tarso. Así comenzó su extraordinaria asociación. 

Volvieron a Jerusalén enviados por los cristianos de la floreciente iglesia de Antioquía con una colecta para los que estaban pasando hambre en Judea. “Por primera vez los discípulos tomaron el nombre de cristianos en Antioquía”. 

El Espíritu habló por medio de los maestros y profetas que adoraban a Dios: "Separad a Pablo y Bernabé, para una tarea que les tengo asignada". 

Después de ayuno y oración Pablo y Bernabé recibieron la misión y la imposición de manos. Partieron acompañados de Juan Marcos, primo de Bernabé, futuro evangelista, a predicar a otros lugares, entre estos Chipre, la patria de Bernabé. Allí convirtieron al procónsul romano Sergio Paulo, de quien Saulo tomó el nombre para predicar entre los gentiles. 

En Iconium, capital de Licaonia, estuvieron a punto de morir apedreados por la multitud. Se refugiaron en Listra, donde el Señor por medio de San Pablo curó milagrosamente a un paralítico y por esa razón los habitantes paganos dijeron que los dioses los habían visitado; haciendo lo imposible evitaron que la población ofreciera sacrificios en honor a ellos. 

Tras una breve estancia en Derne donde muchos se convirtieron, los dos Apóstoles volvieron a las ciudades que habían visitado previamente para confirmar a los convertidos y para ordenar presbíteros. Recordaban que "es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios" (Hch 14, 22). Después de completar la primera misión regresaron a Antioquía de Siria. 





Himno


Benditos son los pies de los que llegan
para anunciar la paz que el mundo espera,
apóstoles de Dios que Cristo envía, 
voceros de su voz, grito del Verbo.


De pie en la encrucijada del camino
del hombre peregrino y de los pueblos,
es el fuego de Dios el que los lleva
como cristos vivientes a su encuentro.


Abrid, pueblos, la puerta a su llamada,
la verdad y el amor son don que llevan;
no temáis, pecadores, acogedlos,
el perdón y la paz serán su gesto.



Col 1,3-6a
En nuestras oraciones damos siempre gracias por vosotros a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, desde que nos enteramos de vuestra fe en Cristo Jesús y del amor que tenéis a todos los santos. Os anima a esto la esperanza de lo que Dios os tiene reservado en los cielos, que ya conocisteis cuando llegó hasta vosotros por primera vez el Evangelio, la palabra, el mensaje de la verdad. Éste se sigue propagando y va dando fruto en el mundo entero, como ha ocurrido entre vosotros.



martes, 21 de mayo de 2019

Vida del alma





“¿Por qué andar corriendo por las alturas del firmamento y por los abismos de la tierra en busca de Aquel que mora en nosotros?”.      
                                                                        (San Agustín, Tratado sobre la Trinidad 8, 17)


“Ahora bien, mientras nuestra mente estuviere disipada en imágenes carnales, jamás será capaz de contemplar…, porque la ciegan tantos obstáculos cuantos son los pensamientos que la traen y la llevan. Por tanto, el primer escalón para que el alma llegue a contemplar la naturaleza invisible de Dios es recogerse en sí misma”. 

                                                              (San Gregorio Magno, Homilías sobre el profeta Ezequiel 2, 5)




lunes, 13 de mayo de 2019

San Claudio de La Colombiere



San Claudio de La Colombiere



San Claudio de la Colombiere, sacerdote jesuita, fue el primero en creer en las revelaciones místicas del Sagrado Corazón recibidas por Sta. Margarita en el convento de Paray le Monial, Francia.   Gracias a su apoyo la superiora de Margarita llegó también a creer y la devoción al Sagrado Corazón comenzó a propagarse.


El santo Claudio nació cerca de Lyón en 1641. Aunque sentía gran repugnancia por la vida religiosa logró vencerla y fue inmediatamente admitido en la Compañía. Hizo su noviciado en Aviñón y a los dos años pasó al colegio de dicha ciudad a completar sus estudios de filosofía. En 1662 ocurrió en Roma el famoso encuentro entre la guardia pontificia y el séquito del embajador francés. A raíz de ese incidente las tropas de Luis XIV ocuparon Aviñón, que se hallaba en el territorio de los Papas. Sin embargo esto no interrumpió las tareas del colegio, y el aumento del calvinismo no hizo más que redoblar el celo de los jesuitas, quienes se consagraron con mayor ahínco a los ministerios apostólicos en la ciudad y en los distritos circundantes.
En 1673 el joven sacerdote fue nombrado predicador del colegio de Aviñón. Sus sermones, en los que trabajaba intensamente, son verdaderos modelos del género tanto por la solidez de la doctrina como por la belleza del lenguaje. Parece ser que el santo predicó más tarde los mismos sermones en Inglaterra. San Claudio había estudiado durante su estancia en París el Jansenismo con sus verdades a medias y sus calumnias a fin de combatir desde el púlpito sus errores, animado como estaba por el amor al Sagrado Corazón, cuya devoción sería el mejor antídoto contra dicha herejía.
Dos meses después de haber hecho la profesión solemne, en febrero de 1675, Claudio fue nombrado superior del colegio de Paray-le-Monial. En realidad se trataba de un designio de Dios para ponerle en contacto con un alma que necesitaba de su ayuda: Margarita María Alacoque. Dicha religiosa se hallaba en un período de perplejidad y sufrimientos debido a las extraordinarias revelaciones de que la había hecho objeto el Sagrado Corazón, cada día más claras e íntimas. Desde la primera vez que Margarita fue a confesarse con el P. La Colombiere éste la trató como si estuviese al tanto de lo que le sucedía. La santa sintió una repugnancia enorme a abrirle su corazón y no lo hizo, a pesar de que estaba convencida de que la voluntad de Dios era que se confiase al santo. En la siguiente confesión el P. La Colombiere le dijo que estaba muy contento de ser para ella una ocasión de vencerse y "en seguida -dice Margarita-, sin hacerme el menor daño, puso al descubierto cuanto de bueno y malo había en mi corazón, me consoló mucho y me exhortó a no tener miedo a los caminos del Señor, con tal de que permaneciese obediente a mis superiores, reiterándome a entregarme totalmente a Dios, para que Él me tratase como quisiera. El padre me enseñó a apreciar los dones de Dios y a recibir Sus comunicaciones con fe y humildad".

El santo no estuvo mucho tiempo en Paray; sus superiores le enviaron a Londres como predicador de María Beatriz d´ Este, duquesa de York. El proceso de beatificación habla de su apostolado en Inglaterra y de los numerosos protestantes que convirtió. La posición de los católicos en aquel país era extremadamente difícil debido a la gran hostilidad que había contra ellos. En la corte se formó un movimiento para excluir al duque de York, que se había convertido al catolicismo, de la sucesión a la Corona sustituyéndole por el príncipe de Orange o algún otro candidato.
En aquella época El P. Claudio sufría una enfermedad de los riñones que no le dejaba reposo tras haber pasado una temporada en prisión a causa de la persecución de sus calumniadores (Titus Oates y sus secuaces). Vuelve a Paray en abril de 1681 enviado por los médicos en busca de la salud que le negaban otros climas; aquí se agravó la enfermedad y Claudio La Colombiere entregó su alma a Dios al atardecer del 15 de febrero de 1682. Al día siguiente Santa Margarita María recibió un aviso del cielo en el sentido de que Claudio se hallaba ya en la gloria y no necesitaba de oraciones. Así escribió a una persona devota del querido difunto: "Cesad en vuestra aflicción. Invocadle. Nada temáis; más poder tiene ahora que nunca para socorrernos".
El P. La Colombiere fue beatificado en 1929 y su Santidad Juan Pablo II lo declaró santo en 1992.

Fuente: “Vidas de los Santos” de Butler, Volumen I.


Acto de confianza en Dios (S. Claudio de La Colombiére) 


“Dios mío, estoy tan persuadido de que veláis sobre todos los que en Vos esperan y de que nada puede faltar a quien de Vos aguarda toda las cosas, que he resuelto vivir en adelante sin cuidado alguno, descargando sobre Vos todas mis inquietudes. Mas yo dormiré en paz y descansaré; porque Tú ¡Oh Señor! Y sólo Tú, has asegurado mi esperanza.
Los hombres pueden despojarme de los bienes y de la reputación; las enfermedades pueden quitarme las fuerzas y los medios de serviros; yo mismo puedo perder vuestra gracia por el pecado; pero no perderé mi esperanza; la conservaré hasta el último instante de mi vida y serán inútiles todos los esfuerzos de los demonios del infierno para arrancármela. Dormiré y descansaré en paz.
Que otros esperen su felicidad de su riqueza o de sus talentos; que se apoyen sobre la inocencia de su vida, o sobre el rigor de su penitencia, o sobre el número de sus buenas obras, o sobre el fervor de sus oraciones. En cuanto a mí, Señor, toda mi confianza es mi confianza misma. Porque Tú, Señor, solo Tú, has asegurado mi esperanza.
A nadie engañó esta confianza. Ninguno de los que han esperado en el Señor ha quedado frustrado en su confianza.
Por tanto, estoy seguro de que seré eternamente feliz, porque firmemente espero serlo y porque de Vos ¡oh Dios mío! Es de Quien lo espero. En Ti espere, Señor, y jamás seré confundido.
Bien conozco ¡ah!, demasiado lo conozco, que soy frágil e inconstante; sé cuánto pueden las tentaciones contra la virtud más firme; he visto caer los astros del cielo y las columnas del firmamento; pero nada de esto puede aterrarme. Mientras mantenga firme mi esperanza, me conservaré a cubierto de todas las calamidades; y estoy seguro de esperar siempre, porque espero igualmente esta invariable esperanza.
En fin, estoy seguro de que no puedo esperar con exceso de Vos y de que conseguiré todo lo que hubiere esperado de Vos. Así, espero que me sostendréis en las más rápidas y resbaladizas pendientes, que me fortaleceréis contra los más violentos asaltos y que haréis triunfar mi flaqueza sobre mis más formidables enemigos. Espero que me amaréis siempre y que yo os amaré sin interrupción; y para llevar de una vez toda mi esperanza tan lejos como puedo llevarla, os espero a Vos mismo de Vos mismo ¡oh Creador mío! Para el tiempo y para la eternidad. Así sea”.