Nº 5, por el P.
Manuel García, licenciado en Derecho Canónico.
¿PUEDE UN
CRISTIANO CELEBRAR HALLOWEEN?
Desde hace muy
pocos años, no llega a una década, la sociedad española ha asumido con la más
absoluta “normalidad” una fiesta que no tenía ningún arraigo en nuestro país.
Importada de los EE.UU. la llamada fiesta de Halloween se ha hecho un hueco en
los colegios, en las calles y también en las casas y familias.
Si es cierto que es una fiesta que no tenía
ningún tipo de tradición también es cierto que no responde a ningún tipo de
significado para nosotros. La gente se viste de “monstruos” sólo por vestirse sin
conocer la procedencia de esta tradición, sin que forme parte de nuestra
cultura y valores, y sin pensar si una fiesta así hace bien o no a los niños y
jóvenes.
Todo lo que hacemos,
todo lo que se hace tanto en la familia como en la sociedad tiene una repercusión
en la educación de los niños. Un tema demasiado importante y delicado como para
tomarlo a la ligera. La educación es la transmisión de una forma de vivir. No
es sólo inculcar conocimientos o una forma de ser, sino la transmisión de una
forma de vida que como tal tiene que estar llena de significado y contenido.
Hasta hace muy poco
nuestra sociedad española era cristiana, y la forma de vida que se transmitía
al educar era también cristiana. De este modo, junto con los conocimientos
necesarios que se dan en las escuelas y universidades, los padres, y la
sociedad en general, transmitían con su ejemplo de cristianos una forma de ver
el mundo, darle un significado, unos criterios para afrontar las decisiones
importantes de la vida, y tomarse en serio no sólo su formación académica sino
las virtudes naturales. Se nos transmitía la devoción, el respeto por las cosas
sagradas, la fe en Cristo y en su Iglesia, el cumplimiento de los mandamientos
y el amor a Dios y al prójimo.
Así la vida de una
familia estaba llena de sentido, significado y contenido que podía ser
transmitido a los jóvenes con el ejemplo.
Nuestra sociedad ha
cambiado esa forma de vivir. Hemos asumidos costumbres y tradiciones que no
forman parte del cristianismo; se ha vaciado de contenido y significado la
educación tanto en la familia como en los colegios al haber retirado la fe, y
su lugar lo han ocupado costumbres que ni nos representan, ni tienen ningún
tipo de significado para nosotros y que por dentro o están vacías o están
llenas de ejemplos perjudiciales. Así la educación de niños y jóvenes se hace
cada vez más difícil, porque las celebraciones y fiestas no tienen ningún
significado para ellos.
Pero Halloween no sólo
ha sido sustituir la más antigua de las tradiciones cristianas por otra nueva
sino que ha introducido una fiesta a la que debemos llamar “satánica”.
La celebración de los
santos es la celebración de los modelos de vida; personas como nosotros que a
fuerza de generosidad se han hecho grandes amando a Dios y dándose a los demás.
Cuántas veces nos quejamos porque nuestra sociedad no pone modelos para
nuestros jóvenes. Los modelos para los jóvenes están ahí, son los santos, pero
los estamos apartando nosotros, también los cristianos, que en lugar de
celebrar a estos modelos de vida, celebramos macabras fiestas de disfraces. Un
San Juan Pablo II o una beata Madre Teresa de Calcuta son modelos no sólo para
nosotros los católicos, sino para el mundo entero y la historia universal de la
humanidad.
La otra tradición que
celebramos estos días es la fiesta de todos los difuntos, en donde se visita el
cementerio, se escucha misa por los difuntos, se ofrecen oraciones y
sacrificios. En sí misma esta fiesta tiene un sentido pedagógico. Es una
catequesis sobre la brevedad de la vida humana, la necesidad de hacer el bien
para ganarse el cielo, y la necesidad de rezar unos por otros. ¿Hay algo más
sano que saber que tengo que aprovechar el tiempo para hacer el bien y rezar
por los familiares difuntos?
¿Qué ocurre con
Halloween? ¿Por qué es pernicioso?
En Halloween han
desaparecido los modelos de vida, ya no se habla de santos, sino de muertos
vivientes, de monstruos, personajes morbosos, asesinos despiadados; los trajes,
las caretas, los disfraces, todo está orientado hacia una visión morbosa, cruel
y sangrienta de la vida humana. Los
niños y jóvenes aprenden, incluso en sus propias casas, a apreciar un mundo sádico,
que disfruta con el horror, con seres retorcidos y fantasmagóricos.
No es que un cristiano
no deba celebrar Halloween, es que una persona con sentido común no quiere ni
para sus hijos ni para su sociedad este tipo de basura.
Hemos descrito
someramente el daño que puede hacer esta fiesta, desde el punto de vista
humano, pero si nos adentramos más podemos ver que transmite a la sociedad una
cultura de la muerte desarraigada de la verdad y de la realidad, haciendo que
los niños y jóvenes se familiaricen con el mundo sobrenatural pero en el lado
oscuro, en el lado satánico.
Usemos un poco la fe,
que nos dice que el mundo sobrenatural existe, tanto para bien: Dios, la Virgen
María, los santos, los ángeles; como para nuestro mal: “el diablo y sus
ángeles”. Al fin, la última consecuencia perniciosa para nuestra sociedad es
que se pone en contacto nuestras costumbres con el mundo de lo satánico, que es
el mundo del mal, del pecado, de lo cruel, de lo sádico. Jesús habla del diablo
llamándole el “homicida desde el principio” (Jn 8, 44). “El Hijo de Dios se
manifestó para deshacer las obras del diablo” (1 Jn. 3, 8).
En lugar de transmitir
la verdad sobre el hombre y la muerte se ha cambiado por la obediencia ciega a
una costumbre que nos ha sido impuesta.
Los más beneficiados
han sido en este caso las empresas que se dedican a la confección y venta de
esta fiesta, que nos han engañado “como a chinos” y han hecho de una fiesta
alegre y sobria, una fiesta para el despilfarro de dinero en cosas sin utilidad
o con unos valores contrarios no sólo para un cristiano, sino para todo ser humano.
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