lunes, 2 de noviembre de 2015

Nº 5 Consultorio de la fe: ¿Puede un cristiano celebrar Halloween?

Nº 5, por el P. Manuel García, licenciado en Derecho Canónico.
¿PUEDE UN CRISTIANO CELEBRAR HALLOWEEN?
Desde hace muy pocos años, no llega a una década, la sociedad española ha asumido con la más absoluta “normalidad” una fiesta que no tenía ningún arraigo en nuestro país. Importada de los EE.UU. la llamada fiesta de Halloween se ha hecho un hueco en los colegios, en las calles y también en las casas y familias.
 Si es cierto que es una fiesta que no tenía ningún tipo de tradición también es cierto que no responde a ningún tipo de significado para nosotros. La gente se viste de “monstruos” sólo por vestirse sin conocer la procedencia de esta tradición, sin que forme parte de nuestra cultura y valores, y sin pensar si una fiesta así hace bien o no a los niños y jóvenes.
Todo lo que hacemos, todo lo que se hace tanto en la familia como en la sociedad tiene una repercusión en la educación de los niños. Un tema demasiado importante y delicado como para tomarlo a la ligera. La educación es la transmisión de una forma de vivir. No es sólo inculcar conocimientos o una forma de ser, sino la transmisión de una forma de vida que como tal tiene que estar llena de significado y contenido.

Hasta hace muy poco nuestra sociedad española era cristiana, y la forma de vida que se transmitía al educar era también cristiana. De este modo, junto con los conocimientos necesarios que se dan en las escuelas y universidades, los padres, y la sociedad en general, transmitían con su ejemplo de cristianos una forma de ver el mundo, darle un significado, unos criterios para afrontar las decisiones importantes de la vida, y tomarse en serio no sólo su formación académica sino las virtudes naturales. Se nos transmitía la devoción, el respeto por las cosas sagradas, la fe en Cristo y en su Iglesia, el cumplimiento de los mandamientos y el amor a Dios y al prójimo.
Así la vida de una familia estaba llena de sentido, significado y contenido que podía ser transmitido a los jóvenes con el ejemplo.
Nuestra sociedad ha cambiado esa forma de vivir. Hemos asumidos costumbres y tradiciones que no forman parte del cristianismo; se ha vaciado de contenido y significado la educación tanto en la familia como en los colegios al haber retirado la fe, y su lugar lo han ocupado costumbres que ni nos representan, ni tienen ningún tipo de significado para nosotros y que por dentro o están vacías o están llenas de ejemplos perjudiciales. Así la educación de niños y jóvenes se hace cada vez más difícil, porque las celebraciones y fiestas no tienen ningún significado para ellos.
Pero Halloween no sólo ha sido sustituir la más antigua de las tradiciones cristianas por otra nueva sino que ha introducido una fiesta a la que debemos llamar “satánica”.
La celebración de los santos es la celebración de los modelos de vida; personas como nosotros que a fuerza de generosidad se han hecho grandes amando a Dios y dándose a los demás. Cuántas veces nos quejamos porque nuestra sociedad no pone modelos para nuestros jóvenes. Los modelos para los jóvenes están ahí, son los santos, pero los estamos apartando nosotros, también los cristianos, que en lugar de celebrar a estos modelos de vida, celebramos macabras fiestas de disfraces. Un San Juan Pablo II o una beata Madre Teresa de Calcuta son modelos no sólo para nosotros los católicos, sino para el mundo entero y la historia universal de la humanidad.


La otra tradición que celebramos estos días es la fiesta de todos los difuntos, en donde se visita el cementerio, se escucha misa por los difuntos, se ofrecen oraciones y sacrificios. En sí misma esta fiesta tiene un sentido pedagógico. Es una catequesis sobre la brevedad de la vida humana, la necesidad de hacer el bien para ganarse el cielo, y la necesidad de rezar unos por otros. ¿Hay algo más sano que saber que tengo que aprovechar el tiempo para hacer el bien y rezar por los familiares difuntos?
¿Qué ocurre con Halloween? ¿Por qué es pernicioso?
En Halloween han desaparecido los modelos de vida, ya no se habla de santos, sino de muertos vivientes, de monstruos, personajes morbosos, asesinos despiadados; los trajes, las caretas, los disfraces, todo está orientado hacia una visión morbosa, cruel y  sangrienta de la vida humana. Los niños y jóvenes aprenden, incluso en sus propias casas, a apreciar un mundo sádico, que disfruta con el horror, con seres retorcidos y fantasmagóricos.
No es que un cristiano no deba celebrar Halloween, es que una persona con sentido común no quiere ni para sus hijos ni para su sociedad este tipo de basura.
Hemos descrito someramente el daño que puede hacer esta fiesta, desde el punto de vista humano, pero si nos adentramos más podemos ver que transmite a la sociedad una cultura de la muerte desarraigada de la verdad y de la realidad, haciendo que los niños y jóvenes se familiaricen con el mundo sobrenatural pero en el lado oscuro, en el lado satánico.
Usemos un poco la fe, que nos dice que el mundo sobrenatural existe, tanto para bien: Dios, la Virgen María, los santos, los ángeles; como para nuestro mal: “el diablo y sus ángeles”. Al fin, la última consecuencia perniciosa para nuestra sociedad es que se pone en contacto nuestras costumbres con el mundo de lo satánico, que es el mundo del mal, del pecado, de lo cruel, de lo sádico. Jesús habla del diablo llamándole el “homicida desde el principio” (Jn 8, 44). “El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo” (1 Jn. 3, 8).
En lugar de transmitir la verdad sobre el hombre y la muerte se ha cambiado por la obediencia ciega a una costumbre que nos ha sido impuesta.

Los más beneficiados han sido en este caso las empresas que se dedican a la confección y venta de esta fiesta, que nos han engañado “como a chinos” y han hecho de una fiesta alegre y sobria, una fiesta para el despilfarro de dinero en cosas sin utilidad o con unos valores contrarios no sólo para un cristiano, sino para todo ser humano. 

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