Por Alfonso González, médico de familia
VIVIR DE VERDAD: APRENDIENDO MATEMÁTICAS (primera parte)
Los que somos de ciencias valoramos la asignatura de matemáticas en gran medida, supongo que por los esfuerzos que nos ha costado sacarla adelante; así que solemos emplearla en toda ocasión que se presenta. En esta sección viene al pelo, aunque no lo parezca...; porque teniendo claro las cuatro reglas aritméticas fundamentales, a saber: sumar, restar, multiplicar y dividir supone un avance impresionante en la vida cotidiana.
Aprender matemáticas supone una decidida lucha contra el egoísmo; porque todo egoísmo es venoso. El egoísmo es el peor vicio y la peor enfermedad. Pero es que además, el mundo está de tal forma creado que el egoísmo acaba fatalmente en la infecundidad y en la inseguridad y amargura personal.
Vamos a dar la ecuación clave:
1º Suma siempre que puedas.
2º No debes restar jamás.
3º Multiplica sin dudar.
4º Jamás dividas.
Hemos de hacer nuestras las cuatro reglas aritméticas:
1º Suma siempre que puedas.- Esto lo tenemos al alcance todos porque supone en primer lugar ponerse al servicio. Dar a todo trance, dar siempre y en todo caso, dar lo que está en nuestras manos, darlo todo, y con buena cara.
El aislamiento es el primer “pecado”. Y antes de seguir hay que aclarar una cuestión importante: la soledad no es aislamiento. La soledad, en cuanto a recogimiento o momentos de soledad es vivificadora. El amor a la soledad es condición de almas nobles, ayuda a pensar y conocerse, a palpar la presencia de Dios, y no deja paso al aturdimiento. El hombre que ama la soledad sabe, sin alterarse, inmiscuirse en la multitud y lleva a ella algún bien. Se ha hablado y con razón del admirable humanismo de los santos, hombres de profunda vida interior, que es el alma de toda su actividad, y no se hablará suficiente de su maravilloso sentido de la realidad y sus eficaces soluciones a problemas y situaciones.
El aislamiento, por el contrario, es la sequedad hecha carne… Es el malgastar el tiempo y las energías en un egoísmo insocial. El aislamiento anula toda apertura a sumar, porque es un replegarse sobre uno mismo de manera egoísta y vanidosa.
Sumar supone una postura decida de colaboración. Ciertamente que esta actitud de colaboración lo pide a gritos el propio ser y lo espera el mundo. Captar las realidades, en lugar de replegarse en busca del propio interés que terminará en tedio y aburrimiento. Trabajar por los demás y con los demás, que es también trabajar en uno mismo, hoy y todos los días, y siempre mejorando, con ilusión, en vez de buscar el fácil aislamiento, la cobarde evasión de responsabilidades.
Colaborar, porque en la empresa por una vida dichosa triunfa el que ha sabido empaparse de la bondad del prójimo, el que ha vivido en contacto con la vida sin regatearle jamás un esfuerzo, el que ha reído de verdad, amado con lealtad, el que olvidado de sí mismo, ha sabido descender al mundo de lo pequeño para hacerlo grande, el que ha sabido acercarse al prójimo, para acompañarle en los avatares de la vida.
Triunfa el que cada día puede gozar la satisfacción de que durante el día que muere colaboró, con la gracia de Dios, con sus obras a que el mundo fuese un poco mejor.
2º No debes restar jamás. Restar, la actitud contraria, no suele conseguir nada. Subrayar la discordia, el olvidar que en la orquesta, todos acertaron menos uno; y supone algo muy triste, tener el ánimo tan inclinado a lo negativo que se sea capaz de olvidar el acierto y las cosas buenas de los demás para amargarse con el poco tino de uno solo...
La queja, el pesimismo, la desilusión, la apatía es enfermedad de las almas apocadas. Sólo ven problemas… Son las personas con serios problemas de visión.
Una persona sabia decía “las derrotas son como los cerdos, se aprovecha todo”… es el arte de incluso saber aprovechar los fallos…, porque sabemos que el mejor escribano puede cometer un error, pero que le sirva para mejorar, no para no levantarse.
Y cuando la derrota, el fallo, llegue a nuestra vida, con la ayuda de Dios “nos levantaremos, mejoraremos y seguiremos adelante”.
Aprendemos más por el fracaso que por el éxito. Con frecuencia descubrimos lo que convendrá descubriendo lo que no conviene, y probablemente, el que no cometió un error nunca descubrirá nada.
Qué descanso tener al lado una persona que ante el fallo, se inclina a con caridad corregir, y no sólo corregir, sino ayudar a salir del error, a ayudar a enmendar el error, cargando incluso con trabajos por nuestros fallos... "Arrimar el hombro" ante las dificultades, ante los imprevistos es señal de alma grande.
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