lunes, 19 de diciembre de 2016

¿Por qué yo no?





San José de Calasanz, presbítero y fundador

José era el menor de los cinco hijos de Pedro Calasanz y María Gastón. Nació en 1556 en el castillo de su padre, cerca de Peralta de la Sal, en Aragón. Estudió Humanidades en Estadilla, donde sus compañeros se burlaban continuamente de su virtud y de su fidelidad en el cumplimiento de sus deberes religiosos. Su padre deseaba que fuese militar pero José tenía otros planes y logró persuadirle de que le dejase ir a estudiar en la Universidad de Lérida, donde se doctoró en leyes antes de trasladarse a Valencia. Se cuenta que salió de ahí para huir de una joven pariente suya que le sometió a una tentación semejante a la que muchos siglos antes había sufrido otro José en la corte del faraón.
En 1583 fue ordenado sacerdote a los veintiocho años de edad. Fue enviado a Andorra, de la que el obispo de Urgel era a la vez «Pastor y Soberano», un título que conserva hasta la actualidad. Esa región solitaria e inaccesible se hallaba en un estado lamentable de decadencia moral y religiosa. San José visitó hasta el último rincón, tratando de renovar en el clero el sentido de sus responsabilidades y obligaciones.


Pero desde tiempo atrás José se sentía llamado a una tarea muy diferente. Así pues, resolvió renunciar a su oficio y beneficios, repartió su patrimonio entre sus hermanas y los pobres (guardando para sí lo necesario) y dotó varias instituciones de caridad. En 1592 salió de España con rumbo a Roma.


En la ciudad eterna y durante la peste de 1595 se distinguió por su generosidad y valor, porfiando con su amigo Camilo de Lelis por ver quién de los dos se entregaba más ardientemente al cuidado de los enfermos y moribundos. Sin embargo José no perdía de vista el proyecto que le había movido a ir a Roma: el problema de la instrucción de los niños huérfanos y abandonados. Para entonces el santo ya se había hecho miembro de la cofradía de la Doctrina Cristiana que tenía por finalidad instruir a los niños y a los adultos los domingos y días de fiesta. Pronto se convenció de que no bastaba con ofrecer un poco de instrucción una vez por semana y de que hacía falta establecer escuelas gratuitas. Pidió ayuda a distintas instituciones y fue el párroco de Santa Dorotea, Antonio Brendani, quien puso a disposición del santo dos habitaciones y su propia colaboración; otros dos sacerdotes se ofrecieron a colaborar en la empresa y en noviembre de 1597 se inauguró una escuela gratuita.

El P. José de Calasanz sufrió grandes dificultades en parte provocadas por violentas críticas de algunos profesores de otras escuelas y que no fueron sino el comienzo de las persecuciones de que sería objeto durante toda su vida. No obstante, continuó el crecimiento y prosperidad de la obra. En 1611 el santo compró para la escuela un «palazzo» próximo a la iglesia de San Pantaleón. Había ya cerca de mil alumnos, entre los que se contaba cierto número de judíos a quienes el santo abría las puertas y trataba con suma bondad. Poco a poco se inauguraron otras escuelas. En 1621 la Santa Sede aprobó la nueva congregación religiosa de enseñanza.

En 1630 ingresó en la congregación en Nápoles un sacerdote de unos cuarenta años de edad llamado Mario Sozzi. Durante varios años la perversa conducta de dicho sacerdote fue una rémora para sus hermanos. Habiendo conseguido cierta influencia en el Santo Oficio, el P. Sozzi se las ingenió para obtener el puesto de provincial de los Clérigos Regulares de las Escuelas Cristianas en Toscana, con poderes extraordinarios e independencia total del superior general. Su gobierno de la provincia, caprichoso y malévolo, puso en mala situación al P. José ante las autoridades romanas. 

No contento con ello, el P. Sozzi le denunció al Santo Oficio. El cardenal Cesarini, protector de la congregación, mandó confiscar todas las cartas y papeles del P. Sozzi para proteger al santo; pero entre los papeles del P. Sozzi había algunos documentos del Santo Oficio, el cual, incitado por Sozzi, le mandó arrestar y conducir por las calles de Roma como un malhechor. San José compareció ante los asesores y sólo se salvó de la prisión gracias a la intervención del cardenal Cesarini. Pero el P. Sozzi quedó impune y siguió buscando la manera de apoderarse del gobierno de la congregación, haciendo valer que el santo estaba ya muy anciano y achacoso para gobernar. 

Finalmente, logró que el P. José fuese suspendido del generalato y que se nombrase un visitador apostólico que le era favorable. El P. Sozzi y el visitador se apoderaron prácticamente del mando y sometieron al fundador al trato más injusto y humillante que se pueda imaginar. A fines de 1643 murió el P. Sozzi y le sucedió en el gobierno el P. Cherubini, quien siguió la misma política. San José soportó esas pruebas con maravillosa paciencia, urgiendo a sus hermanos a obedecer a la autoridad «de facto».



No hay comentarios:

Publicar un comentario