miércoles, 8 de junio de 2016

Nº 8 La Iglesia Perseguida: Santos Marcelino y Pedro


Nº 8 por Ana Laura Campos

SANTOS MARCELINO Y PEDRO

Mártires del año 304, sufrieron el martirio en Roma durante la persecución de Diocleciano. Su fiesta se celebra el 2 de Junio.


San Marcelino era un sacerdote muy apreciado en Roma, y San Pedro era un cristiano piadoso con un don especial para expulsar demonios. Su gran fervor no podía pasar desapercibido ante los enemigos del cristianismo, quienes acusaron a Pedro como enemigo de los dioses del Imperio, durante la persecución de Diocleciano. En la prisión, fueron sometidos a innumerables tormentos, sin embargo, Pedro predica con gran entusiasmo. El carcelero, llamado Artemio, tenía una hija poseída por un demonio y desafió a Pedro a liberarse de sus cadenas e ir a su casa a sanar a su hija. Cuando Pedro se presentó en la casa por la noche y expulsó al demonio, el carcelero con su familia y algunos prisioneros se convirtieron al cristianismo. San Marcelino ayudó a Pedro a darles doctrina a estos cristianos recientes.
Los gobernadores disgustados por estos acontecimientos, mandaron prender a Marcelino y Pedro y les dijeron que si no adoraban a los dioses serían condenados a muerte. Ante su negativa, los apalearon y encerraron en los calabozos a la espera de que perecieran de hambre. Aquella misma noche son liberados y vuelven con los nuevos cristianos. Marcelino y Pedro permanecerán junto a ellos unos días preparándoles para el martirio. Ante estos sucesos, el gobernador obligó a Artemio, el carcelero, a que ofrezca sacrificios a Júpiter, pero ante su negativa ordenó que fuera decapitado y que a su mujer y a su hija las enterraran vivas bajo unas losas. Marcelino y Pedro serán de nuevo capturados y condenados a ser decapitados.

Les condujeron a un bosque en secreto por miedo a una revuelta y, tras hacerles cavar su propia tumba, los decapitaron y enterraron en lo más profundo del bosque para que nadie los encontrara. El verdugo, al ver que habían muerto santamente, se convirtió y dijo a los cristianos donde estaban sepultados. Estos los recogieron y enterraron en una catacumba de Roma.

Años más tarde, el emperador Constantino construirá una basílica sobre la tumba de los mártires y sepultará allí a su madre, santa Elena. Las crónicas narran cómo los restos de estos santos han producido numerosos milagros.

El Papa Virgilio introdujo los nombres de los santos Marcelino y Pedro en el canon romano de la Misa, garantizando así el recuerdo y la devoción por parte de los fieles.

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