nº 10, por María de Julián.
BEATO
CARDENAL JOHN HENRY NEWMAN:
Puede que estemos
acostumbrados a escuchar hablar de los santos como personas intachables, que no
han cometido un error a lo largo de toda su vida y, si me apuras, que casi
nacieron así, con el nombre de Dios en los labios y realizando actos de virtud.
Sin embargo la realidad es
otra. Los santos no son seres extraños venidos de otro planeta, ni personas super
importantes que lograban hacer grandes actos sin ningún esfuerzo. Tampoco son
gente que no ha cometido un error en toda su vida. Como bien decía la Madre
Teresa de Calcuta, “la santidad no es el lujo de unos pocos, es un deber que
tenemos tú y yo”. Los santos son por tanto personas de carne y hueso, como tú y
como yo, con tan solo una diferencia: quisieron ser perfectos aun sabiendo que
no podían serlo. ¿Eran tontos entonces? No, no eran tontos, eran humildes. Y
esa humildad nacía de su amor a Dios. Amor que en algunos casos nacía ya desde
niños, pero en otros se descubría sólo tras una larga búsqueda y muchos
traspiés.
¿En qué consiste la santidad entonces?
Simplemente en hacer todo con amor, buscando hacerlo lo mejor posible, poniendo
todo de nuestra parte como si de nosotros sólo dependiera, pero sin olvidar que
en el fondo depende de Dios, quien simplemente, quiere contar con nosotros
porque también nos ama. Si hacemos esto estaremos convirtiendo cada momento de
nuestra vida, cada pequeño acto ordinario, en algo extraordinario.
Como el ejemplo es siempre
mejor que las palabras, quiero dejar la anécdota de una persona que no nació
precisamente en el seno de una familia cristiana. Se trata del Cardenal John Henry Newman, el cual,
tras leer en un diario la crítica sobre una de sus publicaciones expresó lo
siguiente:
-
Me siento insatisfecho con la totalidad de este diario. Es
más o menos una queja de principio a fin. Pero representa lo que ha sido mi
estado mental verdadero y lo que ha sido mi cruz.
A lo cual
agregó:
-
Qué cruz tan ligera al pensar lo que son las cruces de otros.
Y pensar en la compensación, compensación aún en vida...
Tras esta
anotación, el Cardenal solamente escribió una línea más:
-
Después de haber escrito lo anterior ¡se me ha nombrado
cardenal!
Este Cardenal que se creía tan lleno de
fallos es ahora beato. Este Cardenal descendiente de hugonotes (protestantes
franceses calvinistas) fue capaz de buscar la Verdad sin cansancio y no parar
hasta llegar a la raíz. Este Cardenal, como tantos otros santos, es un ejemplo
precisamente porque no buscaba ser grande, pero sí amaba la grandeza de Dios,
creyéndose él lo más pequeño. Este Cardenal, junto a tantos otros, ha
conseguido aquello a lo que todo cristiano está llamado: la santidad. Y si él
lo ha conseguido, ¿por qué yo no?
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