miércoles, 7 de octubre de 2015

¿Por qué yo no? Beato Cardenal John Henry Newman


nº 10, por María de Julián.

BEATO CARDENAL JOHN HENRY NEWMAN:

Puede que estemos acostumbrados a escuchar hablar de los santos como personas intachables, que no han cometido un error a lo largo de toda su vida y, si me apuras, que casi nacieron así, con el nombre de Dios en los labios y realizando actos de virtud.

Sin embargo la realidad es otra. Los santos no son seres extraños venidos de otro planeta, ni personas super importantes que lograban hacer grandes actos sin ningún esfuerzo. Tampoco son gente que no ha cometido un error en toda su vida. Como bien decía la Madre Teresa de Calcuta, “la santidad no es el lujo de unos pocos, es un deber que tenemos tú y yo”. Los santos son por tanto personas de carne y hueso, como tú y como yo, con tan solo una diferencia: quisieron ser perfectos aun sabiendo que no podían serlo. ¿Eran tontos entonces? No, no eran tontos, eran humildes. Y esa humildad nacía de su amor a Dios. Amor que en algunos casos nacía ya desde niños, pero en otros se descubría sólo tras una larga búsqueda y muchos traspiés.

  ¿En qué consiste la santidad entonces? Simplemente en hacer todo con amor, buscando hacerlo lo mejor posible, poniendo todo de nuestra parte como si de nosotros sólo dependiera, pero sin olvidar que en el fondo depende de Dios, quien simplemente, quiere contar con nosotros porque también nos ama. Si hacemos esto estaremos convirtiendo cada momento de nuestra vida, cada pequeño acto ordinario, en algo extraordinario.


Como el ejemplo es siempre mejor que las palabras, quiero dejar la anécdota de una persona que no nació precisamente en el seno de una familia cristiana. Se trata del Cardenal John Henry Newman, el cual, tras leer en un diario la crítica sobre una de sus publicaciones expresó lo siguiente:

    -    Me siento insatisfecho con la totalidad de este diario. Es más o menos una queja de principio a fin. Pero representa lo que ha sido mi estado mental verdadero y lo que ha sido mi cruz.

A lo cual agregó:

    -    Qué cruz tan ligera al pensar lo que son las cruces de otros. Y pensar en la compensación, compensación aún en vida...

Tras esta anotación, el Cardenal solamente escribió una línea más:

    -    Después de haber escrito lo anterior ¡se me ha nombrado cardenal!

Este Cardenal que se creía tan lleno de fallos es ahora beato. Este Cardenal descendiente de hugonotes (protestantes franceses calvinistas) fue capaz de buscar la Verdad sin cansancio y no parar hasta llegar a la raíz. Este Cardenal, como tantos otros santos, es un ejemplo precisamente porque no buscaba ser grande, pero sí amaba la grandeza de Dios, creyéndose él lo más pequeño. Este Cardenal, junto a tantos otros, ha conseguido aquello a lo que todo cristiano está llamado: la santidad. Y si él lo ha conseguido, ¿por qué yo no?

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