lunes, 16 de junio de 2014

¿Por qué yo no? nº9 Santa Margarita María de Alacoque


Nº 9, por Dámaris Mora


SANTA MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE


       Las cosas en la casa de Margarita no iban muy bien. Desde la muerte de su padre, se habían instalado en su casa tres parientes, que habían relegado a segundo término a la madre de Margarita y habían tomado en sus manos el gobierno de la casa. Era una guerra continua, ya que todo estaba bajo llave, de tal modo que ellas no podían hacer nada sin el permiso de sus parientes.



Margarita empezó a dirigir todos sus afectos, su dicha y su consolación hacia el Santísimo Sacramento del altar. Pero ni siquiera esto le fue posible libremente, ya que la Iglesia de su pueblo quedaba a gran distancia y Margarita no podía salir de la casa sin el permiso de sus familiares.  En repetidas ocasiones un familiar le daba permiso y otro se lo negaba.

Pero si Margarita sufría por su situación, era más todavía el sufrimiento que le causaba al ver la condición de su madre. Ella, enferma con una erisipela en su cabeza que le producía una hinchazón e inflamación muy peligrosas, se veía continuamente cerca de la muerte. Y cuanto más rogaba Margarita a sus parientes para que ayudasen a su madre, ellos, sin mucho interés, buscaron tan solo un cirujano que la vio una sola vez. Éste después de hacerla sangrar por un rato, les dijo a todos que solo un milagro podría salvarla. Viendo el descuido hacia su madre en medio de su estado crítico, Margarita, en su angustia, acudió al Señor. "Mi Soberano Maestro, si Tú no lo quisieras, no sucedería esto, pero os doy gracias de haberlo permitido para hacerme semejante a ti".


Y así iba creciendo en Margarita un gran amor a la oración y al Santísimo Sacramento. Ella se lamentaba, pues sentía que no sabía cómo orar, y fue el Señor quien le enseñaba. Él la movía a arrodillarse ante El y pedirle perdón por todas sus ofensas.

Cuando su madre y sus parientes empezaron a hablarle de matrimonio, la joven Margarita sintió un gran temor, ya que con 4 años había hecho una promesa de castidad al Señor, entregándose exclusivamente a Él. Pero era grande la presión, ya que no le faltaban pretendientes, y su madre le insistía llorando, diciéndole que no tenía más esperanzas para salir de la miseria en que se hallaban. Todo esto fue muy duro para Margarita, quien sufría horriblemente. El demonio la tentaba continuamente, diciéndole que si ella se hacía religiosa, esta pena mataría a su madre.


La ternura hacia su madre comenzó a sobreponerse con la idea de que, siendo aún niña cuando hizo el voto, y no comprendiendo bien lo que era, bien podría obtener dispensas. Comenzó pues Margarita a mirar al mundo y a arreglarse para ser del agrado de los que la buscaban. Procuraba divertirse lo más que podía. Pero durante todo el tiempo en que estaba en estos juegos y pasatiempos, continuamente el Señor la llamaba a su Corazón. Cuando por fin ella se apartaba un poco para recogerse, el Señor le hacía severas reprensiones ante las cuales sufría horriblemente: "Me lanzaba Jesús flechas tan ardientes, que traspasaban mi corazón y lo consumían dejándome como transida de dolor. Pasando esto, volvía a mis resistencias y vanidades".

En una ocasión Jesús le dijo: "Te he elegido por esposa y nos prometimos fidelidad cuando hiciste el voto de castidad. Soy yo quien te motivo a hacerlo, antes de que el mundo tuviera parte en tu corazón…“ Finalmente el Divino Maestro se le apareció todo desfigurado, igual que estaba en el momento de su flagelación y le preguntó: "¿Querrás gozar del placer? Yo no gocé jamás de ninguno, y me entregué a todo género de amarguras por tu amor y por ganar tu corazón- Querrás ahora negármelo?" Comprendió Margarita que era su vanidad la que había reducido al Señor a tal estado, que estaba ella perdiendo un tiempo precioso del cual se le pediría cuenta rigurosa a la hora de su muerte. Y con esta gracia extraordinaria, revivió en ella el deseo de la vida religiosa con tal ardor, que resolvió abrazarla a costa de cualquier sacrificio.

Unos años después, el Señor le revelaría las Nueve Promesas de su Sagrado Corazón, que tanto bien hicieron y siguen haciendo a las almas desde entonces.

         (Adaptación de www.corazones.org)

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