Nº 9, por Dámaris Mora
SANTA MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE
Las cosas
en la casa de Margarita no iban muy bien. Desde la muerte de su padre, se habían
instalado en su casa tres parientes, que habían relegado a segundo término a la
madre de Margarita y habían tomado en sus manos el gobierno de la casa. Era una
guerra continua, ya que todo estaba bajo llave, de tal modo que ellas no podían
hacer nada sin el permiso de sus parientes.
Margarita
empezó a dirigir todos sus afectos, su dicha y su consolación hacia el Santísimo
Sacramento del altar. Pero ni siquiera esto le fue posible libremente, ya que
la Iglesia de su pueblo quedaba a gran distancia y Margarita no podía salir de
la casa sin el permiso de sus familiares. En repetidas ocasiones un
familiar le daba permiso y otro se lo negaba.
Pero si
Margarita sufría por su situación, era más todavía el sufrimiento que le
causaba al ver la condición de su madre. Ella, enferma con una erisipela en su
cabeza que le producía una hinchazón e inflamación muy peligrosas, se veía
continuamente cerca de la muerte. Y cuanto más rogaba Margarita a sus parientes
para que ayudasen a su madre, ellos, sin mucho interés, buscaron tan solo un
cirujano que la vio una sola vez. Éste después de hacerla sangrar por un rato,
les dijo a todos que solo un milagro podría salvarla. Viendo el descuido hacia
su madre en medio de su estado crítico, Margarita, en su angustia, acudió al
Señor. "Mi Soberano Maestro, si Tú
no lo quisieras, no sucedería esto, pero os doy gracias de haberlo permitido
para hacerme semejante a ti".
Y así iba
creciendo en Margarita un gran amor a la oración y al Santísimo Sacramento.
Ella se lamentaba, pues sentía que no sabía cómo orar, y fue el Señor quien le
enseñaba. Él la movía a arrodillarse ante El y pedirle perdón por todas sus
ofensas.
Cuando su
madre y sus parientes empezaron a hablarle de matrimonio, la joven Margarita sintió
un gran temor, ya que con 4 años había hecho una promesa de castidad al Señor,
entregándose exclusivamente a Él. Pero era grande la presión, ya que no le
faltaban pretendientes, y su madre le insistía llorando, diciéndole que no
tenía más esperanzas para salir de la miseria en que se hallaban. Todo esto fue
muy duro para Margarita, quien sufría horriblemente. El demonio la tentaba
continuamente, diciéndole que si ella se hacía religiosa, esta pena mataría a
su madre.
La
ternura hacia su madre comenzó a sobreponerse con la idea de que, siendo aún
niña cuando hizo el voto, y no comprendiendo bien lo que era, bien podría
obtener dispensas. Comenzó pues Margarita a mirar al mundo y a arreglarse para
ser del agrado de los que la buscaban. Procuraba divertirse lo más que podía.
Pero durante todo el tiempo en que estaba en estos juegos y pasatiempos,
continuamente el Señor la llamaba a su Corazón. Cuando por fin ella se apartaba
un poco para recogerse, el Señor le hacía severas reprensiones ante las cuales
sufría horriblemente: "Me lanzaba
Jesús flechas tan ardientes, que traspasaban mi corazón y lo consumían
dejándome como transida de dolor. Pasando esto, volvía a mis resistencias y
vanidades".
En una
ocasión Jesús le dijo: "Te he
elegido por esposa y nos prometimos fidelidad cuando hiciste el voto de
castidad. Soy yo quien te motivo a hacerlo, antes de que el mundo tuviera parte
en tu corazón…“ Finalmente el Divino Maestro se le apareció todo
desfigurado, igual que estaba en el momento de su flagelación y le preguntó:
"¿Querrás gozar del placer? Yo no
gocé jamás de ninguno, y me entregué a todo género de amarguras por tu amor y
por ganar tu corazón- Querrás ahora negármelo?" Comprendió Margarita
que era su vanidad la que había reducido al Señor a tal estado, que estaba ella
perdiendo un tiempo precioso del cual se le pediría cuenta rigurosa a la hora
de su muerte. Y con esta gracia extraordinaria, revivió en ella el deseo de la
vida religiosa con tal ardor, que resolvió abrazarla a costa de cualquier
sacrificio.
Unos años
después, el Señor le revelaría las Nueve Promesas de su Sagrado Corazón, que
tanto bien hicieron y siguen haciendo a las almas desde entonces.
(Adaptación de www.corazones.org)
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