sábado, 11 de enero de 2014

San Francisco Javier

¿Por qué yo no? nº 2, por Dámaris Mora



¿De qué te sirve ganar el mundo entero SI PIERDES TU VIDA...?


JAVIER
Fue áspera la reprensión...

IGNACIO
¡Más la lija con que das bruño a una copa, 
y jamás perdón la lija ha pedido a la copa 
que ha bruñido para que reluzca más!

JAVIER
Pero ¿quién te manda ser 
mi guardador?



IGNACIO
El dolor de tu alma ardiente, Javier:
me da pena verla arder 
sin qué de luz ni calor.
Eres arroyo baldío, 
que, por la peña desierta, 
va desatado y bravío.
¡Mientras se despeña el río, se está secando la huerta!

JAVIER
No vive, Ignacio, infecundo 
quien busca fama.

IGNACIO
¡Qué abismo disimulado y profundo!
¿Qué importa ganar el mundo 
si te pierdes a ti mismo?

JAVIER
¿Quieres quitarme este arder 
y este anhelo de triunfar?

IGNACIO
No te lo vendo a quitar, 
que te lo vengo a poner.
Yo no te vengo a tañer 
junto al oído un laúd
que, por extraña virtud, 
te amodorre en dulce calma:
vengo a poner la inquietud 
entre tu vida y tu alma.
Vengo a ensancharte, Javier, 
en ti mismo tu medida,
y a hacer que se talle y mida 
por tu ambición, tu valer;
quiero en tu tierra poner 
nuevas espigas y flores;
templarte en nuevos ardores 
el sentimiento y la idea,
y, bruñéndola a dolores, 
hacer que tu vida sea,
sin mancha de error ni mal, 
como un perfecto canal
en el que no se adivina 
en dónde el aire termina
y en dónde empieza el cristal.

JAVIER
¿Me quieres, pues, apartado de todo?
¿Pides, quizás, que deje 
hacienda y estado? 
Me pides demasiado…

IGNACIO
¡Y te ofrezco mucho más!
Tú, el iluso buscador de fama, gloria y honor,
¿te vas a empequeñecer 
cuando te vengo a ofrecer 
la fama y gloria mayor?
No busques honor y fama en blasones y coronas,
Ni es eso lo que ambicionas, 
ni es eso lo que te llama.
Cuando el aplauso te aclama,
ya piensas que estás llegando a tu más alto destino.
¡No ves que el tuyo es divino
y que así te estás quedando a mitad de tu camino!

JAVIER
Mientras mi afán más y más en el mundo se concentra,
Hay algo en mí que no encuentra nunca en el mundo su paz.
Y aunque yo mismo de grado confesármelo no quiera,
Vuelvo de cada quimera, con el airón desplumado y chafada la cimera.
No me abandones, Ignacio, en mis dudas interiores:
¿qué son, dime, estos ardores por los que nunca me sacio?
Y dime: cuando en las flores del mundo, mi alma se engríe,
Y hecha risas, se deslíe en un mar de pluma y seda…
¿qué es esto que siempre queda en mí que nunca se ríe?

IGNACIO
Eso que queda es la parte de tu ser, 
que, al ir a ahogarte, aún sobrenada en el río: 
si logro asirla, confío, de entre sus aguas, salvarte.

JAVIER
¿En tan peligro me ves? ¿Tan errado anda mi afán?

IGNACIO
¡Qué mal equilibrio es éste 
de andar pies tras pies por la orilla de un volcán!
¡Y qué expuesto andar así 
rebuscando aquí y allí,
la manera de ser fiel para el mundo 
y para Aquel que lo dio todo por él!
¡Deja ya esos devaneos 
que te nublan la verdad y te acortan los deseos!
¿Por qué andar con regateos 
con la Generosidad?

(Fragmento de “El Divino Impaciente”, de J.M. Pemán).

No hay comentarios:

Publicar un comentario