Tú, a quien llamamos con dulce nombre,
fuente de auxilio perpetuo,
María, socorre como Madre,
a nosotros, hijos tuyos.
Socórrenos cuando nos fatigue
la senda de salvación;
fortalécenos si vacilamos,
anímanos si cedemos.
Socórrenos si nos amenaza
daño alguno para el cuerpo;
a los enfermos, tristes o míseros,
da tu ayuda protectora.
Socorre, en fin, a tus hijos,
cuando con la muerte luchen;
dales ver una victoria plena
y el premio cierto del Cielo.
A Ti, Jesús, gloria sea dada,
que naciste de una Virgen.
Gloria igual al Padre y al Espíritu
por los siglos de los siglos. Amén.
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