domingo, 5 de mayo de 2019

Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío. Los tesoros del Corazón de Jesús



Los tesoros del Corazón de Jesús. D. Víctor González Fernández, pbro. 


Edit. Sol, 2014



María escucha y conserva todo en su corazón

Para introducirnos en el Corazón de la Madre de Jesús en este momento de su vida conviene que nos preguntemos lo siguiente: ¿qué es lo que los pastores informaron y por qué se asombraron todos? Podemos pensar con fundamento que, entre otras cosas, repetirían las palabras del ángel en su anuncio: “Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc 2, 11-12). ¿Qué vivió María en este anuncio?, ¿qué sintió en su Corazón? 

En primer lugar, es indudable que fue objeto de su meditación lo que decían los pastores. Ellos se convirtieron en los portavoces del mensaje del ángel. Primero el arcángel Gabriel y ahora los pastores están anunciando la asombrosa pero realísima identidad de este Niño: “os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor”. Palabras muy parecidas a las que María recibió del ángel en la Anunciación: “Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin” (Lc 1, 32-33). Estaba profetizado que el Mesías enviado por Dios sería descendiente del rey David y que su reino no tendría fin. 

Podemos imaginarnos a María en una actitud de extender las manos con inmensa reverencia ante la grandeza de todo lo que está viviendo para acoger las maravillas de las cuales es testigo; y, finalmente, como cogiéndolas en sus manos las acerca a su Corazón. 

La fe en Jesús, el conocimiento sobrenatural que adquirió María sobre la identidad de su Hijo ilumina su propia vida y su propia misión. Y la luz de la fe tiene como efecto sobrenatural la fortaleza interior. Las virtudes de la fe y de la humildad van unidas. A medida que se crece en la fe, y cuando la fe es viva y ardiente, se toma más conciencia de las grandezas de Dios y de las maravillas del tesoro de la Revelación; y al mismo tiempo, de manera inmediata, se palpa de forma más evidente y clara la propia indigencia. Nuestra vida está llamada a ser una imitación de la Virgen María: debemos imitar su fe, su fortaleza, su confianza en Dios, su profundidad interior. La oración de petición nos tiene que acompañar siempre; debemos recurrir al Señor para decirle: “Jesús, danos un corazón cada día más parecido al de tu Madre; danos un corazón nuevo, humilde y abierto cada día más al don de la fe”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario