Nº 20 por María de Julián.
SAN MAXIMILIANO KOLBE
San Maximiliano María Kolbe fue un franciscano polaco dedicado al periodismo católico y arrestado por la Gestapo en 1941. Se ofreció para morir en lugar de un compatriota polaco, casado y padre de familia, que había sido condenado al búnker del hambre y acabó muriendo por una inyección letal.
Cursó estudios de filosofía en la Universidad Georgiana de Roma, por la que se graduó en 1915, y de teología en la Facultad de Teología de San Buenaventura de la misma ciudad, que terminaría en 1919. Durante esa etapa de formación en la capital italiana creó, por sugerencia del rector Esteban Igundi, la Milicia de la Inmaculada junto con otros de sus compañeros. Fundada en 1917, la agrupación se extendería posteriormente por todo el mundo.
Ordenado sacerdote en 1918, de regreso a Polonia impartió clases de teología hasta que en 1922 inició su apostolado mariano con la revista Rycerz Niepokalanej, primero en Cracovia, posteriormente en Grodno y, desde 1927, en la Ciudad de la Inmaculada, que el propio Kolbe fundó a cuarenta kilómetros de Varsovia. En 1930 viajó a Japón, donde fundó, en la región de Nagasaki, la segunda Ciudad o Jardín de la Inmaculada. Editó además una revista mariana en lengua nipona. Proyectó crear nuevas misiones marianas en Corea, China e India, pero diversas dificultades se lo impidieron.
De vuelta a su país, fue otra vez el superior de la Casa de la Inmaculada y cobró gran popularidad. Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial fue deportado dos veces a Alemania por los nazis. En 1941 fue confinado en el campo de concentración de Auschwitz, tristemente célebre por sus horrores.
La noche del 3 de agosto de 1941, un prisionero de la misma sección a la que estaba asignado San Maximiliano escapa; en represalia, el comandante del campo ordena escoger a 10 prisioneros al azar para ser ejecutados. Entre los hombres escogidos estaba el sargento Franciszek Gajowniczek, polaco, casado y con hijos. San Maximiliano, que no se encontraba entre los diez prisioneros escogidos, se ofrece a morir en su lugar. El comandante del campo acepta el cambio, y San Maximiliano es condenado a morir de hambre junto con los otros nueve prisioneros. Cuando un oficial nazi le preguntó por qué lo hacía, Kolbe contestó: "porque soy un sacerdote católico".
Diez días después de su condena y al encontrarlo todavía vivo, los nazis le administran una inyección letal el 14 de agosto de 1941.
¿Seríamos nosotros capaces de hacer algo así? Puede que ya no existan campos de concentración, pero siguen existiendo necesidades que debemos aprender a ver en el otro, y estar dispuestos a sacrificarnos por él, por prójimo, que en el fondo no es sino el mismo Jesús. Cómo nos dice el Evangelio: "No hay amor más grande que éste: dar la vida por sus amigos" (Jn 15, 13). Que con la ayuda de San Maximiliano, seamos capaces de hacer vida, al igual que él, este Evangelio, y ser así un poco más parecido a Cristo, porque si él pudo… ¿por qué yo no?
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