jueves, 28 de enero de 2016

Mens sana in corpore sano


MENS SANA IN CORPORE SANO

Por Jaime Fernández Delgado

En los últimos años nos estamos encontrando muchos corredores por las calles de nuestras ciudades practicando en grupos el deporte más sencillo que se puede hacer, que no es otro que correr. Este deporte, denominado atletismo, cada vez encuentra a más personas que lo practican como vía para encontrarse consigo mismo, compartir una actividad y en muchos casos, encontrarse con el Señor.

Son ya muchos los corredores que al iniciarse en este deporte se han dado cuenta que para mejorar día a día es necesario llevar a cabo un sacrificio, el de calzarse las zapatillas y ponerse la camiseta para salir a correr. Con solo este hecho el corredor se inicia en el camino de una virtud, la fortaleza. El acto de ganar a la pereza y ponerse a correr hace que el ser humano entienda que hay que tener fuerza de voluntad y constancia que nos llevará a un bien. El aceptar un sacrificio por una causa buena, el cuidarse en cuerpo y alma, esta fuerza no sale de nosotros sin más, es el Señor que sabe que este hecho de sacrifico hace al hombre más fuerte.


Claro está que con solo la práctica de la fortaleza a través del sacrificio no se llega a la plenitud en este deporte, falta algo más que hace que un corredor se enganche, por eso damos paso a la virtud de la prudencia. A través de la prudencia podemos elegir que es lo mejor para uno, si correr como un loco o correr con constancia, es decir, buscando una progresión desde los primeros días, realizando distancias y ritmos acordes para llegar a tener un buen estado físico pues “el hombre cauto medita sus pasos” (Pr 14,15). Gracias al conocimiento que tenemos de nosotros mismos, de nuestras capacidades y posibilidades, gracias al saber que hay que correr en una medida coherente, es como se llega al fin. Esta virtud también nos la pone el Señor para conocer el verdadero bien de cómo correr y mejorar las capacidades que influyen en la carrera.

Pero ¿qué hacemos para que el correr no se convierta en un aislamiento de la persona ante la sociedad? Para que esto no suceda buscamos el compartir este deporte con más corredores, correr en grupo. El poder correr y compartir los kilómetros y días de práctica con más corredores nos lleva a iniciarnos en la práctica de otra virtud, la templanza. La templanza nos lleva a un equilibrio y control de sí mismo, evitando el egoísmo y llevándonos a ayudar al prójimo.

Una vez llegados a la necesidad de compartir el correr en grupo es habitual el participar en carreras populares para conseguir objetivos comunes, como es el esforzarse, ayudarse y animarse en una carrera con los compañeros de los entrenamientos diarios, siempre con justicia. La justicia es la cuarta virtud que nos encontramos en la práctica del atletismo. Durante una carrera damos al compañero lo que es debido con equidad, buscando un bien común, ya que el compañero que más sufre se le anima, al compañero que más corre se le recompensa y al compañero que más ayuda se le agradece.

Llegados a este punto podemos afirmar que la actividad de correr en grupo beneficia a la persona. Por eso se puede justificar el hecho de encontrarnos en los últimos años a tantos corredores corriendo en grupo, a tantos participantes en carreras populares, a tanto público animando en las carreras y sobre todo a tantos corredores llegando a la línea de meta abrazándose, riendo, llorando en compañía con los demás corredores y compañeros de fatiga durante la prueba.

Seguro que habrá muchos corredores que se verán reflejados en estas líneas y seguro que tendrán muchas anécdotas para contar.

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