Nº 12 por Mª Paz Utiel.
LA PERFECTA ALEGRÍA, SAN FRANCISCO DE ASÍS
“Era invierno y Francisco con su
amigo, el hermano León, hablaba de Dios por el sendero.
-¿Sabes qué es la perfecta
alegría y en qué cosa yo sabría que conozco a Jesucristo?
El hermano León, lleno de
asombro, le preguntó:
-Padre, te pido que me digas en
que está la alegría perfecta.
Y San Francisco le respondió:
-Aunque todos los maestros, los
sabios y los doctores, los prelados y señores lleven el hábito nuestro; aunque
los reyes, los nobles, los ricos y los pastores se incorporen a la Orden y su número sea
enorme, escucha, León, y escribe, que no es esta la alegría que sólo brota en
la vida de Jesús que nos recibe.
Aunque frailes predicando
conviertan a los infieles y por ellos Dios hiciere gran cantidad de milagros;
aunque todos fueran santos y expulsaran mil demonios y tuvieran los tesoros de
la ciencia entre sus manos, escribe, León, y escucha que no es perfecta alegría
la que no está en armonía con Jesucristo y sus luchas.
Si una noche en crudo invierno regresamos
al convento, muertos de frío y hambrientos, deseando el calor del fuego, y si
al abrirnos el portero no nos conoce y nos echa a la intemperie que acecha en
medio del aguacero, si nos ve tan pordioseros que no oculta su desprecio y
aunque le muestre mi aprecio me trata como un grosero, te digo, León, y escribe
que la alegría perfecta es tener la puerta abierta del corazón que recibe.
Si no pierdo la paciencia ni me
quedo perturbado, si en Jesús flagelado soporto toda inclemencia; si con Él
crucificado bendigo al que me maldice, perdono al que me persigue y me quedo
anonadado; si al mal respondo tranquilo aunque sea maltratado y en Jesús
resucitado tengo el tesoro escondido, es ésta, León, escribe, la alegría que no
pasa porque edifica su casa sobre la roca que vive.”
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