lunes, 9 de noviembre de 2015

Nº 11. Más hace el que quiere que el que puede (I)


Nº 11 por Alfonso González, médico de familia.

MÁS HACE EL QUE QUIERE QUE EL QUE PUEDE (I)

Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor,
la electricidad y la energía atómica:
 La voluntad. (Albert Einstein)


            Todos conocemos la frase "querer es poder", y ciertamente que tratándose de la perfección moral, contando, claro está, con la gracia de Dios, es axioma que se cumple siempre. En muchísimas ocasiones, "nos empeñamos en calificar de imposible a esas cosas que nunca jamás hemos intentado con todas las fuerzas". En el fondo es la cobardía de la mediocridad.

            "Yo quiero" es el azote de la superficialidad, es esa palabra todopoderosa, con la gracia de Dios, que sale como un obús en busca del objetivo con una fuerza tan impresionante que derriba cualquier obstáculo que encuentra a su paso. "La voluntad es la joya de la corona", la persona con voluntad va viendo como sus sueños se convierten en realidad. La persona con voluntad es la persona que es "dueña de su vida", lleva el timón de su existencia. La persona con voluntad firme vive, la persona que carece de esa fuerza de voluntad digamos que vegeta, se deja vivir.

            Cuando "no se sabe querer", se cae en la debilidad de carácter, en la volubilidad del deseo, debilidad porque las circunstancias son las que gobiernan, volubilidad porque las influencias exteriores e interiores hacen girar la vida como una veleta. En este sentido "más hace el que quiere, que el que puede".


            Pero la voluntad es una facultad que se va forjando y educando, sabiendo que es la facultad maestra, es como el corazón, es por decirlo así "principio motor de vida". Tener voluntad supone en primer lugar determinarse, en segundo lugar ejecutar y lo más difícil perseverar.

            Determinarse, es el primer paso, tras una reflexión, un periodo de recogimiento, una gracia especial se llega el alma a determinarse. Pero debe ser como Santa Teresa decía "determinada determinación", de verdad, y rápidamente poner la resolución en obra, comenzar con la ejecución.

            Ejecutar que es dar el primer paso, el más costoso, es "soltar amarras", echarse a andar. Es mucho más difícil, es poner en práctica esa determinación, porque "el movimiento se demuestra andando". De nada sirven todas las consideraciones, si no se comienza el camino, con paso firme, con vista al frente, con determinación y sin mirar atrás. "El que pone la mano en el arado y mira atrás no es digno del Reino de los Cielos". De esta forma nos enseña el Señor con delicadeza infinita cómo ha de ser la ejecución de las obras buenas.

            Perseverar que es el paso culminante para que esa ejecución no sea "flor de un día". La perseverancia es la virtud de los valientes, de los enamorados, en los que el cansancio, las dificultades esos imprevistos de la vida no ahogan la voluntad...; con la gracia de Dios "no rendirse nunca".


           

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