martes, 31 de marzo de 2020

La exposición del Santísimo Sacramento. P. Gonzalo Seco


LA EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO 

P. Gonzalo Seco Fernández
Kerygma nº 4, año 2002, pág. 21-22. 



HISTORIA DE LA EXPOSICIÓN 

Conviene recordar con la Sagrada Congregación para el Culto Divino que el fin primero y primordial de la reserva de las Sagradas Especies fuera de la Misa es la administración del viático; los fines secundarios son la distribución de la comunión fuera de la Misa y la adoración de Nuestro Señor Jesucristo, oculto bajo las mismas especies (S.C. para el Culto Divino, Instrucción Quam Plurimum). 

De hecho, durante los siglos I-IV la Sagrada Eucaristía se reservaba en las casas particulares para posibilitar la comunión diaria y como viático, sobre todo en tiempos de persecución. Más adelante se destinarán también lugares específicos de culto para la reserva eucarística. Y ya en el siglo IX se generaliza la reserva en los templos, siendo la reserva domiciliaria posible sólo en casos excepcionales. 
En el siglo XI Berengario de Tours, llevado de una mala comprensión de la doctrina agustiniana sobre la Eucaristía como sacramento, entendió la presencia de Cristo en la Eucaristía como algo meramente simbólico. La reacción de los teólogos y del pueblo fiel no se dejó esperar y así surgió el deseo de ver la Sagrada Hostia para adorarla. Es el origen de la Exposición del Santísimo Sacramento. 

También durante la Reforma Protestante en que (excepto en el caso de Lutero) se volvía a negar la presencia real de Cristo en la Eucaristía, los obispos y sacerdotes vieron en la exposición del Santísimo un modo sencillo y eficacísimo de inculcar a los fieles la doctrina católica: lo que adoramos expuesto en la custodia o en el ostensorio es real y verdaderamente Cristo mismo, con todo su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Los fieles vieron además en esta práctica un modo excelente para ratificar y testimoniar públicamente su fe eucarística. 
Así, pronto empezaron a multiplicarse las profesiones de fe en la presencia real y permanente de Jesucristo en las Especies Sacramentales: exposición del Santísimo, bendición, procesiones eucarísticas, visitas al Santísimo, comuniones espirituales... 
Pío XII en su Encíclica Mediator Dei alabó y recomendó la exposición frecuente del Santísimo y afirmó que este culto de adoración se basa en una razón muy sólida y firme ya que a la fe en la presencia real del Señor le es connatural su manifestación externa y pública. 


TIPOS DE EXPOSICIÓN 

La exposición del Santísimo Sacramento puede ser solemne, si se expone al Señor en la custodia u ostensorio, o exposición simple, si lo que se expone es el copón. Y puede ser breve, prolongada o perpetua. Se entiende por exposición breve cuando la duración es corta; prolongada sería la exposición que se realiza, por ejemplo, en las vigilias de la Adoración Nocturna o en la práctica de las Cuarenta Horas. Y se llama exposición perpetua a aquella que se realiza en ciertas iglesias u oratorios en los que el Santísimo se expone todos los días bastantes horas. 

No se permite la exposición en ningún caso en la iglesia u oratorio en que se celebre la Santa Misa, por lo que habría que reservar antes de comenzar la Misa. En el caso de un oratorio o iglesia en que haya exposición perpetua del Santísimo Sacramento, bastará con correr una cortinilla antes del comienzo de cada Misa y descorrerla después de la celebración. 



FINES DE LA EXPOSICIÓN                             

Los fines de la exposición del Santísimo son varios: 
1. Adoración: Venid adoradores, adoremos a Cristo Redentor. 
En primer lugar la exposición tiene un carácter eminentemente latréutico, es decir, de adoración. La latría es el culto de adoración debido a Dios y sólo a Él. Sólo Dios es digno de adoración, por eso los católicos adoramos la Eucaristía, porque bajo ellas (las especies) Cristo todo entero está presente en su realidad física, aun corporalmente (Pablo VI, Encíclica Mysterium fidei, n. 27). Por lo tanto, el fin principal de la exposición del Santísimo es esta adoración al Dios único y verdadero. 

2. Reparación: ¡Viva Jesús Sacramentado! ¡Viva y de todos sea amado! 
El segundo fin de la exposición es la reparación por las ofensas, sacrilegios, blasfemias, etc..., con que el Señor es ofendido cada día. Su admirable Amor al hombre le llevó a quedarse prisionero de amor en el Sagrario; y el hombre no corresponde a ese amor maravilloso sino que, muy al contrario, lo que hace es ofenderle, tratarle con desprecio, con irreverencia, con desdén, o, al menos, con indiferencia u olvido. Y el Señor desde el Sagrario mira a la Tierra buscando si hay al menos un alma que vaya a hacerle compañía y a reparar por tantos olvidos y ofensas. 
En la liturgia de la exposición del Santísimo se refleja también claramente este aspecto de reparación cuando tras la bendición se pronuncian las Alabanzas a Jesús Sacramentado en reparación por las blasfemias, en las que los files bendicen a Dios presente delante de ellos para desagraviar el Corazón de Dios lastimado, herido por el hombre. 

3. Alabanza: ¡Cantemos al Amor de los amores, cantemos al Señor! 
Muy unido a la reparación está la alabanza. Dios, cansado de oír tantas malas palabras, tantos insultos a su Corazón, tantos desprecios a su Madre,... quiere oír también de sus fieles palabras de consuelo, de alabanza, de cariño. 

4. Confesión de fe: ¡Dios está aquí! 
Como hemos dicho antes, la exposición surge como respuesta de los pastores y del pueblo fiel a los ataques que contra la fe eucarística lanzaban los seguidores de Berengario de Tours y de algunos reformadores protestantes. Es esta una reacción espontánea de la fe sencilla de un pueblo que quiere adorar a Dios en espíritu y en verdad y que cree firmemente en la Palabra de Dios: si Cristo en la Última Cena dice ¡Esto es mi Cuerpo (...) Esta es mi Sangre! (cfr. Lc 22, 19s), quiere decir precisamente eso y no, como dicen algunas corrientes protestantes,: “Esto significa mi Cuerpo” o “esto representa mi Cuerpo”. No importa que no lo veamos con los ojos de la cara, basta la fe. 

5. Petición: ¡Pedid y recibiréis! 
Un cuarto aspecto de la exposición es la impetración, es decir la petición, la súplica confiada a Dios en favor de su pueblo. Aunque no lo merecemos, Dios nos anima a acudir con filial confianza y amor a Nuestro Señor para que atienda nuestras necesidades. Cristo, expuesto en la custodia espera que el hombre se acerque a Él con humildad para pedirle todo aquello que necesita. 



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