domingo, 7 de enero de 2018






«Toda Judea y Jersusalén acudía para bautizarse. Pero ahora hay algo nuevo: “Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán” (Mc 1, 9). Hasta entonces no se había hablado de peregrinos venidos de Galilea; todo parecía restringirse al territorio judío. Pero lo realmente nuevo no es que Jesús venga de otra zona geográfica, de lejos, por así decirlo. Lo realmente nuevo es que Él, Jesús, quiere ser bautizado, que se mezcla entre la multitud gris de los pecadores que esperan a orillas del Jordán. El bautismo comportaba la confesión de las culpas. Era realmente un reconocimiento de los pecados y el propósito de poner fin a una vida anterior malgastada para recibir una nueva. ¿Podía hacerlo Jesús? ¿Cómo podía desprenderse de su vida anterior para entrar en otra vida nueva? Los cristianos tuvieron que plantearse estas cuestiones. La discusión entre el Bautista y Jesús, de la que nos habla Mateo, expresa también la pregunta que él hace a Jesús: “Soy yo el que necesito que me bautices, ¿y tú acudes a mí?” (3, 14). Mateo nos cuenta además: “Jesús le contestó: Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así toda justicia. Entonces Juan lo permitió” (3, 15).
No es fácil llegar a descifrar el sentido de esta enigmática respuesta. En cualquier caso, la palabra “por ahora” encierra una cierta reserva: en una determinada situación provisional vale una determinada forma de actuación. Para interpretar la respuesta de Jesús resulta decisivo el sentido que se dé a la palabra “justicia”. En el mundo en que vive Jesús “justicia” es la respuesta del hombre a la Torá, la aceptación plena de la volunta de Dios, la aceptación del “yugo del Reino de Dios”, según la formulación judía. El bautismo de Juan no está previsto en la Torá, pero Jesús, con su respuesta, lo reconoce como expresión de un sí incondicional a la voluntad de Dios, como obediente aceptación de su yugo.

Este sí a la plena voluntad de Dios encierra también, en un mundo marcado por el pecado, una expresión de solidaridad con los hombres, que se han hecho culpables, pero que tienden a la justicia. Sólo a partir de la cruz y la resurrección se clarifica todo el significado de este acontecimiento. Al entrar en el agua los bautizados reconocen sus pecados y tratan de liberarse del peso de sus culpas. ¿Qué hizo Jesús? Lucas, que en todo su Evangelio presta una viva atención a la oración de Jesús, nos dice que Jesús recibió el bautismo mientras oraba (cf. 3, 21). A partir de la cruz y la resurrección se hizo claro para los cristianos lo que había ocurrido: Jesús había cargado con la culpa de toda la humanidad; entró con ella en el Jordán. Inicia su vida pública tomando el puesto de los pecadores. La inicia con la anticipación de la cruz. El significado pleno del bautismo de Jesús, que comporta cumplir “toda justicia”, se manifiesta sólo en la cruz: el bautismo es la aceptación de la muerte por los pecados de la humanidad, y la voz del cielo “Este es mi Hijo amado” (Mc 3, 17) es una referencia anticipada a la resurrección.


Ratzinger, Joseph. Jesús de Nazaret: primera parte, desde el bautismo a la transfiguración. Trad. Carmen Bas Álvarez. Madrid: La Esfera de los los libros, 2007.

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