nº1, por Ana Laura Campos.
Un mártir
es aquel que muere por no renunciar a su fe o a sus principios cristianos.
Etimológicamente, quiere decir “testigo”. Es decir, que un mártir es un testigo
de la fe, que da testimonio de Cristo,
de su vida, de sus acciones y del valor del seguimiento de sus enseñanzas, pues
ha preferido la muerte a renunciar a ellas. Y ese testimonio es sellado con su
sangre, al igual que lo hizo Jesús en la Cruz. El Catecismo de la Iglesia
Católica (Nº 2473) indica que el martirio es el supremo testimonio de la verdad
en la fe; designa un testimonio que llega hasta la muerte.
SAN ESTEBAN, PROTOMÁRTIR (26 DE DICIEMBRE)
San Esteban es llamado el protomártir, ya que tuvo
el honor de ser el primer mártir, el primero en derramar su sangre por
Jesucristo.
Esteban era diácono, se encargaba de la repartición
de las ayudas a los pobres. Su labor empezó a hacerse manifiesto cuando los
judíos de otros países entablaban conversaciones con él, no pudiendo resistir
la sabiduría que salía de sus palabras, inspiradas por el Espíritu Santo.
Esteban pronunció un discurso ante los miembros del
Sanedrín en el que repasaba la historia del pueblo israelita, echándoles en
cara a los judíos su eterna oposición a los profetas y enviados de Dios,
llegando incluso a matar al más importante de todos ellos, a Jesucristo. Al oír
estas palabras, los miembros del Sanedrín se enfurecieron. Esteban, lleno del
Espíritu Santo, exclamó mirando fijamente al cielo: “Estoy viendo los cielos
abiertos y al Hijo del hombre en pie a la derecha de Dios”.
Es sacado fuera de la muralla entre gritos y
empujones; los verdugos dejando sus mantos al cuidado de un joven llamado
Saulo, se disponen a lanzar piedras contra el cuerpo del primer mártir
cristiano.
Esteban se hinca de rodillas y con los ojos hacia el
Monte de los Olivos, ruega a Jesucristo por los que le van a dar muerte,
exclamando cuando siente los primeros golpes: “Domine Iesu, suscipe spiritum
meum, Señor Jesús, recibe mi espíritu”.
Cayó su cuerpo bañado en sangre. El perdón de los
enemigos, la caridad cristiana que abraza a todos los hombres, el mandato del
amor había arraigado bien en el corazón de la Iglesia. El primer mártir
cristiano moría perdonando a sus verdugos, tal y como lo había hecho Jesucristo
en lo alto de la cruz.
La palabra martirio no implica solo sufrimiento,
sino alegría y virtud, al dar testimonio de aquello a lo que aman. Los mártires
nos reafirman en la fe, ya que con su testimonio dan muestra que todas las
enseñanzas recibidas son verdaderas.
Tertuliano, un padre de la Iglesia decía: “la sangre de los mártires es
semilla de nuevos cristianos”.
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