miércoles, 14 de octubre de 2015

La Iglesia perseguida nº 1: San Esteban Protomártir


nº1, por Ana Laura Campos.

Un mártir es aquel que muere por no renunciar a su fe o a sus principios cristianos. Etimológicamente, quiere decir “testigo”. Es decir, que un mártir es un testigo de la fe, que  da testimonio de Cristo, de su vida, de sus acciones y del valor del seguimiento de sus enseñanzas, pues ha preferido la muerte a renunciar a ellas. Y ese testimonio es sellado con su sangre, al igual que lo hizo Jesús en la Cruz. El Catecismo de la Iglesia Católica (Nº 2473) indica que el martirio es el supremo testimonio de la verdad en la fe; designa un testimonio que llega hasta la muerte.


SAN ESTEBAN, PROTOMÁRTIR (26 DE DICIEMBRE)


San Esteban es llamado el protomártir, ya que tuvo el honor de ser el primer mártir, el primero en derramar su sangre por Jesucristo.
Esteban era diácono, se encargaba de la repartición de las ayudas a los pobres. Su labor empezó a hacerse manifiesto cuando los judíos de otros países entablaban conversaciones con él, no pudiendo resistir la sabiduría que salía de sus palabras, inspiradas por el Espíritu Santo.
Esteban pronunció un discurso ante los miembros del Sanedrín en el que repasaba la historia del pueblo israelita, echándoles en cara a los judíos su eterna oposición a los profetas y enviados de Dios, llegando incluso a matar al más importante de todos ellos, a Jesucristo. Al oír estas palabras, los miembros del Sanedrín se enfurecieron. Esteban, lleno del Espíritu Santo, exclamó mirando fijamente al cielo: “Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre en pie a la derecha de Dios”.

Es sacado fuera de la muralla entre gritos y empujones; los verdugos dejando sus mantos al cuidado de un joven llamado Saulo, se disponen a lanzar piedras contra el cuerpo del primer mártir cristiano.
Esteban se hinca de rodillas y con los ojos hacia el Monte de los Olivos, ruega a Jesucristo por los que le van a dar muerte, exclamando cuando siente los primeros golpes: “Domine Iesu, suscipe spiritum meum, Señor Jesús, recibe mi espíritu”.
Cayó su cuerpo bañado en sangre. El perdón de los enemigos, la caridad cristiana que abraza a todos los hombres, el mandato del amor había arraigado bien en el corazón de la Iglesia. El primer mártir cristiano moría perdonando a sus verdugos, tal y como lo había hecho Jesucristo en lo alto de la cruz.

La palabra martirio no implica solo sufrimiento, sino alegría y virtud, al dar testimonio de aquello a lo que aman. Los mártires nos reafirman en la fe, ya que con su testimonio dan muestra que todas las enseñanzas recibidas son verdaderas.  Tertuliano, un padre de la Iglesia decía: “la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos”.  

Fuentes:


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