El atentado de ayer en París plantea, una vez más, hasta qué punto las democracias occidentales están preparadas para hacer frente al yihadismo. Se ha repetido hasta la saciedad que la guerra contra el terrorismo islamista será larga y difícil, como se viene demostrando. El problema es que todavía, a pesar de la espiral de violencia desencadenada y la emergencia de un Estado terrorista en el corazón del mundo musulmán, no se ha encontrado el medio de hacer frente a esta ofensiva del terrorismo, disfrazado de supuestos valores religiosos. Las condenas al yihadismo por parte de algunas autoridades musulmanas, después de décadas de silencio, están lejos de ser suficientes. Porque las raíces de esa actividad terrorista hay que buscarlas en la forma en que se enseña el Corán en las diversas escuelas islámicas.
El contenido del Corán, y en especial, de la “sharía”, construida con el mensaje coránico y los dichos del Profeta, puede interpretarse libremente en el marco de sus cuatro corrientes jurídicas en las que cabe todo, sin que exista una autoridad máxima con capacidad para prohibir la violencia ejercida de manera sacrílega en nombre de Dios. Son los países musulmanes los que están obligados a una revisión a fondo de sus programas educativos, en la que prime el reconocimiento a la libertad de conciencia, que hasta ahora es una gran desconocida del mundo musulmán. Los “yihadistas” no solo se burlan de las condenas de unas autoridades que no reconocen, sino que pueden justificar sus crímenes con solo esgrimir a su favor la “sharía”, que sirvió de bandera siglos atrás para la expansión del Islam por buena parte del mundo.Fuente: cope.es
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