lunes, 15 de diciembre de 2014

El camino de la vida nº 9: cuando el cansancio llama a la puerta


nº 8, por Alfonso González, Médico de familia

CUANDO EL CANSANCIO LLAMA A LA PUERTA

Dedicado a todas esas personas que con su entrega
 silenciosa y abnegada nos recuerdan todos los días
 que no vale más quien más hace,
sino quien más lleno de Amor de Dios vive.
¡Gracias don Grati!



                La gran tragedia de esta vida no es que los hombres perezcan, sino que los hombres dejen de amar; porque no está el secreto de la vida en vivir mucho, sino en vivir bien el tiempo que Dios nos regale, porque en el fondo lo único seguro que sabemos no es otra cosa que un día moriremos. Hemos de empeñarnos en saber vivir para saber morir.


                Toda gran filosofía de vida nace a orillas de la muerte. Y son realmente las personas que son conscientes de la realidad de la muerte las que realmente aprecian la vida, la vida terrena y la vida eterna. Son las personas que realmente aprovechan la vida, porque vivir de espaldas a la muerte, significa renunciar al sentido de la vida y, como dice el aforismo tan conocido, "más vale morir que perder la vida"; o como decía Marco Aurelio, "no hay que temer a la muerte, sino a no haber empezado nunca a vivir". Puede que estas frases seguramente precisen una explicación para no deformar su contenido, y que en un pantallazo, su traducción cristiana no es otra cosa que vivir para buscar lo que Dios quiere de cada uno de nosotros. Vivir en el Amor de Dios, para vivir de Amor y para repartir Amor..., para transformar cada instante en eternidad, porque el tiempo que no se transforma en eternidad es tiempo que se pierde, que ni se aprovecha en esta vida, ni sirve para la vida eterna.

                Y esto es aplicable a todos, también a las personas ancianas, porque una vida vale lo que de Amor de Dios hay en ella, y si algo tuviéramos que decir de las personas ancianas (Dios mediante, en otro artículo espero tener tiempo para desarrollarlo), diríamos que "envejecer significa tener todas las edades": la confianza y la ilusión de los niños, la alegría y generosidad de la juventud (al menos en el corazón), la serenidad de la madurez, la sabiduría de la experiencia de los años... Pero además, "envejecer no es otra cosa que ver a Dios más de cerca cada día".

                Hoy encontramos una gran cantidad de personas "cansadas de la vida". Encontramos muchas personas cansadas de empeñarse en vivir bien, y su alma parece como atrapada por una especie de cansancio psicológico, un estado de hastío, de desesperanza, de desazón, de desilusión... no es exactamente lo que se suele llamar "estar quemado", sino es más bien una anestesia en el alma, que es incluso peor en cierto sentido... es un sentimiento de "¿para qué ser bueno?, ¿merece la pena?".


                Recuerdo una de las frases más frecuentes que mi maravillosa madre me dirigía en mi etapa de estudiante y ahora también. Cuando entraba a mi cuarto, y veía libros por aquí, papeles por allá, apuntes en otro sitio, y un sinfín de desorden en donde si seguramente se tuviera que definir aquella situación se podría describir como "una desorganización muy bien organizada", siempre me decía lo mismo. Miraba alrededor, como quien otea el horizonte y después, clavaba sus ojos en mí y con la firmeza y el cariño de amor de madre decía la frase: ¡Alfonso, ordena!.

                Cuando a uno parece que le llega la desilusión es momento de pararse y ordenar.

                Ordenar es poner a cada cosa en el lugar que le corresponde para que nos sirvan de ayuda en el peregrinar en esta vida.

                En el orden de toda vida, lo primero es siempre lo primero, o sea Dios... Siempre la palabra clave es ¿qué quiere Dios de mí? ¿Cuál es su voluntad sobre mi vida? Toda la vida debe ser ordenada bajo el prisma de la fe. Sin este orden primero y fundamental la vida se torna en caos. Podremos no hacer cosas malas, incluso cosas que parezcan buenas. Pero en esa vida existe un desorden de raíz, que nos hace equivocar la dirección, vamos como se suele decir, "desnortados", sin brújula, y "a lo loco no se vive mejor". Quitar la vida interior, que es lo que nos hace buscar sinceramente lo que Dios quiere de nuestra vida, supone comenzar a dejar de caminar en la dirección adecuada.

                Pero no solo es dejar de caminar por el camino adecuado, sino abandonar una buena vida. Porque el si el corazón no se llena de Dios y según los criterios de Dios, cosa que se hace en la oración de forma primordial, empezamos a llenar la vida de otras cosas que pueden no ser malas, pero que no van ni ordenadas ni en muchos casos queridas por Dios, y nos acostumbramos a "vivir como ateos", porque vivimos al margen de lo que Dios ha deseado para nosotros, aunque pudieran no ser cosas malas.

                "A los pies de la cruz", todos los acontecimientos se viven de otra forma.

                El segundo punto que no debemos olvidar es acordarnos de un consejo de san Ignacio de Loyola: "en los momentos de desolación, no hacer mudanza". Es fundamental no renunciar a todo aquello que es parte de la identidad personal. No hay forma más rápida de acabar de desorientarse que renunciar a la propia identidad. Hay un consejo que siempre recordaré de un entrenador de fútbol que tuve. Cuando las prisas comenzaban a atenazarnos en medio de un partido, siempre decía, "Tranquilos, y jugamos a lo que sabemos". Es decir, no cambiamos el estilo de juego. El que renuncia a su identidad pierde el rumbo... "ante viento y marea, serenidad y no perder la identidad".

                Y en tercer lugar, ser personas de esperanza firme, lo que nos dará una mirada sencilla y confiada...

                La esperanza hace el peregrinar gozoso, aún en medio de las dificultades y sin sabores de la vida diaria; hace el caminar ligero, y con la mirada nos hace descubrir el cuidado amoroso del Señor en cada acontecimiento. Son las personas expertas en el arte de sacar provecho de las dificultades y sinsabores de la vida porque descubren que todo es querido o permitido por Dios, y que de todo puede sacar bienes mayores. El desaliento nunca las embarga, porque descubren a Dios en todo, y saben que siempre les acompaña. "Mi yugo es llevadero y mi carga ligera", y el que va con el fuerte, poco teme. "Vivir sin esperanza es ya haber comenzado a morir", "vivir sin confianza es morirse de pena".

                Orden en la vida, serenidad, fidelidad a la identidad y esperanza firme conforman parte de los ingredientes precisos para que la desilusión no anide en el alma.

*Imágenes tomadas de: http://www.luisgui.blogspot.com.es/

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