
Hoy se cumplen 25 años de la caída del Muro de Berlín. Se trata del acontecimiento que mejor simboliza el final del Imperio soviético y la Guerra Fía, a pesar de que, hasta bien entrado el año 90, muy pocos veían posible una rápida reunificación alemana o la disolución de la Unión Soviética. Hoy se ha impuesto el relato de que el socialismo se derrumbó por sus contradicciones internas. Hay mucho de cierto en eso, pero hace 25 años el bloque socialista era percibido como un formidable imperio. Los aparatos represivos en Europa del Este mantenían a raya a una población privada de libertad y acostumbrada a vivir en la pobreza. E incluso en Occidente no faltaban voces que defendían el socialismo como una forma de organización social superior e imbatible. San Juan Pablo II contribuyó de forma decisiva a dar la vuelta a esa percepción. En su Polonia natal surgió el movimiento obrero Solidaridad, que con el apoyo de la Iglesia y los intelectuales abrió una grieta fatal en el Telón de Acero. Muchos héroes de la resistencia en Europa del Este dieron su vida en esos años. En total, el socialismo produjo 100 millones de muertos en todo el mundo a lo largo del siglo XX. Muchos fueron mártires cristianos. Nunca hubo tantos como en ese período. Su ejemplo evangélico fue determinante para que la revolución de 1989 triunfara sin derramamiento de sangre. Por eso hoy es un día para recordar con nostalgia aquellos trepidantes días del otoño de 1989 en Berlín, pero debería serlo sobre todo para el recuerdo agradecido a quienes dieron su vida por su fe, por la libertad y por la dignidad del hombre.
Fuente: www.cope.es
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