nº 7, por Alfonso González, Médico de familia
(CONTINUACIÓN DEL NÚMERO ANTERIOR)
Algunos avisos que no se nos pueden escapar en toda
conversación.
Trata siempre a los demás con sencillo
respeto. Acércate con deseo de colaborar y de encontrar puntos comunes.
A nadie le gusta verse humillado.
Aprende a agradecer todo lo bueno que hacen
por ti. Convéncete de que nadie te debe nada, y cuando incluso un
deudor venga para satisfacer su deuda debes recibirlo y manifestar tu gratitud.
Aprende a admirar, asómbrate de todo lo
bueno que hacen los otros, y de forma sencilla, porque la sencillez es
el mejor adorno de la conversación.
Aprende a decir bien de todos, di
cosas buenas, y dilas bien. Si no hay nada bueno que decir, mejor no hablar.
Evita los males del hablar... evita
la murmuración, el chismorreo. El chismorreo ocupa un lugar privilegiado para
destruir la convivencia. Supone además una debilidad neurótica que dice muy poco en
favor de la persona. Casi toda ansiedad personal tiene su escape en la
válvula de la murmuración. En realidad viene a constituir la manifestación
de la propia debilidad mental, de los propios temores y envidias, la disculpa a
los propios pecados...
Que no se emplee el chismorreo en la conversación. El
refrán que dice "cuando el río suena agua lleva", hay que tener
cuidado con él, porque cuando el río suena puede llevar la mentira y la envidia
de los eternos descontentos, incapaces de una labor de ayuda. La murmuración y,
por descontado, la calumnia son los grandes destructores de la convivencia. Si
no sabes nada malo, no lo supongas. Si lo sabes y es público, ¿para qué lo vas
a decir si ya lo sabe todo el mundo? Si lo sabes y es oculto nada adelantas con
publicarlo y haces un mal mayor, a no ser que lo digas en busca de una solución
positiva y por tanto de forma evangélica.
En toda convivencia humana es fundamental el
dominio de la lengua. La persona que no domina su lengua, que tiene
siempre en la lengua esa palabra dañina contra el otro, mordaz, aunque sea sin
mala intención está firmando el certificado de defunción… es como un orador que
tiene una plaza reservada en el desierto.
Poner un mal en la vida es tarea que termina
por acorralar y arruinar a aquel que lo puso: es la tarea más infecunda y
tediosa.
En toda convivencia es fundamental aprender a pedir perdón y saber
aceptarlo, sabiendo que las heridas cuanto antes se curan mejor
cicatrizan. El perdón es un acto de amor de los más grandes, que no
elimina la reparación, sino que la exige; esto ha de quedar claro en primer lugar.
La capacidad de perdonar es propia de las personas
maduras y llenas de amor; perdonar es un acto sobrehumano, y es
incomprensible para el hombre, pero, en este aspecto, "los que pierden,
ganan". Las ofensas no superadas, los sufrimientos no aceptados y
superados, las heridas del pasado que no se curan, regresan siempre robando la
paz y la tranquilidad interior. El sufrimiento no superado puede volver a
una persona agria, amargada, resentida, dolida, echada a perder. El
mismo sufrimiento que a unos los hunde y los sumerge en el odio a otros los
purifica y los hace más humanos, con mayor capacidad de amar.
Es "insufrible" la convivencia con una persona
que está establecida en el resentimiento, porque el sufrimiento no superado es la
infelicidad instalada en nuestra cabeza, es la persona cuya ilusión es la
venganza, y su motivación el odio. Es la persona que ha dejado de vivir
el presente, para quedarse en el pasado; pasado que llena toda su existencia y
que le hace una persona amargada consigo mismo y muchas veces con todo el que
se le acerca.
La persona que vive instalada en la cultura del perdón es
la persona que lucha contra viento y marea por hacer de su vida una obra de
Amor a Dios y al prójimo, es la persona que está dispuesta a tender la mano, es
la persona que vive llena de Amor empeñada en, cueste lo que cueste, hacer la
vida agradable a los demás.
Y por último, que es aspecto que espero Dios me dé vida
de tratarlo más despacio, saber que el mejor plato de una comida es la buena
cara. La cara que es espejo del alma. Digamos que es sencillo convivir
con una cara amable, y es insufrible convivir con una cara de vinagre. Esa cara
amable es el fruto, en muchas ocasiones, de la vida de lucha constante, que el
camino más exigente lleva a la meta más valiosa…
Como siempre, es imposible agotar el tema... Esto es solo
como un botón de muestra de lo que son algunas notas para hacer de la
convivencia un verdadero encuentro, con todas las dificultades que tiene, pero
a la vez con todo ese sufrimiento gozoso de ir creciendo cada día en el Amor a
Dios y al prójimo más cercano.
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