lunes, 9 de junio de 2014

El camino de la vida nº 7: La Convivencia (y II)


nº 7, por Alfonso González, Médico de familia

(CONTINUACIÓN DEL NÚMERO ANTERIOR)


            Algunos avisos que no se nos pueden escapar en toda conversación.

            Trata siempre a los demás con sencillo respeto. Acércate con deseo de colaborar y de encontrar puntos comunes. A nadie le gusta verse humillado.

           Aprende a escuchar. Un gran secreto de toda convivencia es "saber escuchar". Cada uno tiene su historia, que es la más importante porque es la suya. Interesarse por las cosas de los demás hace que después se tenga esa autoridad para decir lo que vemos. Pero muchas veces, aunque sólo escucharas, ya se habría prestado un magnífico servicio; porque muchas almas no esperan más. El que escucha sale siempre ganando.



          Nunca detenerse a discutir tonterías. La discusión es siempre difícil; pero cuando la discusión es sobre cosas livianas, es tonto crearse enemistades por una nimiedad. Cuando sepas mantenerte por encima de discusiones ruines, verás que unos  y otros acuden a ti.
            Aprende a agradecer todo lo bueno que hacen por ti. Convéncete de que nadie te debe nada, y cuando incluso un deudor venga para satisfacer su deuda debes recibirlo y manifestar tu gratitud.
            Aprende a admirar, asómbrate de todo lo bueno que hacen los otros, y de forma sencilla, porque la sencillez es el mejor adorno de la conversación.
            Aprende a decir bien de todos, di cosas buenas, y dilas bien. Si no hay nada bueno que decir, mejor no hablar.
            Evita los males del hablar... evita la murmuración, el chismorreo. El chismorreo ocupa un lugar privilegiado para destruir la convivencia. Supone además una debilidad neurótica que dice muy poco en favor de la persona. Casi toda ansiedad personal tiene su escape en la válvula de la murmuración. En realidad viene a constituir la manifestación de la propia debilidad mental, de los propios temores y envidias, la disculpa a los propios pecados...


            Que no se emplee el chismorreo en la conversación. El refrán que dice "cuando el río suena agua lleva", hay que tener cuidado con él, porque cuando el río suena puede llevar la mentira y la envidia de los eternos descontentos, incapaces de una labor de ayuda. La murmuración y, por descontado, la calumnia son los grandes destructores de la convivencia. Si no sabes nada malo, no lo supongas. Si lo sabes y es público, ¿para qué lo vas a decir si ya lo sabe todo el mundo? Si lo sabes y es oculto nada adelantas con publicarlo y haces un mal mayor, a no ser que lo digas en busca de una solución positiva y por tanto de forma evangélica.         
            En toda convivencia humana es fundamental el dominio de la lengua. La persona que no domina su lengua, que tiene siempre en la lengua esa palabra dañina contra el otro, mordaz, aunque sea sin mala intención está firmando el certificado de defunción… es como un orador que tiene una plaza reservada en el desierto.
            Poner un mal en la vida es tarea que termina por acorralar y arruinar a aquel que lo puso: es la tarea más infecunda y tediosa.
            En toda convivencia es fundamental aprender a pedir perdón y saber aceptarlo, sabiendo que las heridas cuanto antes se curan mejor cicatrizan. El perdón es un acto de amor de los más grandes, que no elimina la reparación, sino que la exige; esto ha de quedar claro en primer lugar.

            La capacidad de perdonar es propia de las personas maduras y llenas de amor; perdonar es un acto sobrehumano, y es incomprensible para el hombre, pero, en este aspecto, "los que pierden, ganan". Las ofensas no superadas, los sufrimientos no aceptados y superados, las heridas del pasado que no se curan, regresan siempre robando la paz y la tranquilidad interior. El sufrimiento no superado puede volver a una persona agria, amargada, resentida, dolida, echada a perder. El mismo sufrimiento que a unos los hunde y los sumerge en el odio a otros los purifica y los hace más humanos, con mayor capacidad de amar.
            Es "insufrible" la convivencia con una persona que está establecida en el resentimiento, porque el sufrimiento no superado es la infelicidad instalada en nuestra cabeza, es la persona cuya ilusión es la venganza, y su motivación el odio. Es la persona que ha dejado de vivir el presente, para quedarse en el pasado; pasado que llena toda su existencia y que le hace una persona amargada consigo mismo y muchas veces con todo el que se le acerca.
            La persona que vive instalada en la cultura del perdón es la persona que lucha contra viento y marea por hacer de su vida una obra de Amor a Dios y al prójimo, es la persona que está dispuesta a tender la mano, es la persona que vive llena de Amor empeñada en, cueste lo que cueste, hacer la vida agradable a los demás.
            Y por último, que es aspecto que espero Dios me dé vida de tratarlo más despacio, saber que el mejor plato de una comida es la buena cara. La cara que es espejo del alma. Digamos que es sencillo convivir con una cara amable, y es insufrible convivir con una cara de vinagre. Esa cara amable es el fruto, en muchas ocasiones, de la vida de lucha constante, que el camino más exigente lleva a la meta más valiosa…

            Como siempre, es imposible agotar el tema... Esto es solo como un botón de muestra de lo que son algunas notas para hacer de la convivencia un verdadero encuentro, con todas las dificultades que tiene, pero a la vez con todo ese sufrimiento gozoso de ir creciendo cada día en el Amor a Dios y al prójimo más cercano.

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