jueves, 13 de febrero de 2020

La brújula siempre marca el norte (primera parte)



LA BRÚJULA SIEMPRE MARCA EL NORTE…

Alfonso González


(Primera parte) 

Uno de los grandes males del mundo en que vivimos no es otro que intentar igualar, bajo capa de una bondad muy mal entendida, todas las religiones. El “pluralismo religioso”, entendido este como la presentación de todas las religiones como igualmente verdaderas, no es sino expresión del relativismo cuando alcanza al hecho religioso. 

Posiblemente es una de las grandes herejías del mundo actual, herejía que no es nueva, pues es difícil después de dos mil años encontrar algo nuevo bajo el sol, y que en síntesis viene a decir algo así como que “todas las religiones son iguales porque todas buscan a Dios, y como Dios es inabarcable”… 

Pero aquí reside la importancia esencial del cristianismo. Y es que no se trata de obtener la salvación por el conocimiento que el hombre pueda alcanzar de Dios sino que partimos del hecho de que Dios se ha revelado en Cristo. Dios sale al encuentro del hombre, Dios se revela para mostrarnos el camino. El acontecimiento central de la historia de la Humanidad no es otro que la venida de Dios, quien sale al encuentro del hombre y en Cristo se nos revela. Los acontecimientos de la Encarnación, Nacimiento, Muerte y Resurrección del Señor y todos los misterios durante su vida mortal son la base de la revelación de Dios al hombre. Dios ya se ha revelado y esto es lo que quiere negar el mundo porque si se ha revelado hay que hacerle caso… 

No caminamos a ciegas, Cristo es la Luz que nos ilumina y el Camino… el único camino. 

Supone un inmenso gozo y una inmensa tranquilidad saber cuál es el Camino…, saber que Cristo es la brújula que siempre indica el Norte. 

Algunos podrán decir que es “soberbia” eso de pretender poseer la Verdad… Es una de las grandes falacias con las que se intenta “desprestigiar” al cristianismo… En realidad (a ver si lo entendemos) la Verdad “nos posee” a nosotros…, es Dios, en su infinita bondad y Amor, quien se ha querido dar a conocer y nosotros solo somos custodios de la Verdad y discípulos, y por supuesto evangelizadores, no inventores, ni árbitros… Sería falsa humildad decir que Cristo es una simple verdad, como si de un hombre cualquiera se tratara, poniéndolo a la altura de un gran personaje pero privándole de la categoría de Dios…; sería “repugnante”, sería una gran traición. 

Una vez aclarado este punto que me parece importante, para que el relativismo del mundo actual no “trastorne nuestra mente” vamos a intentar dar unos criterios sencillos y claros, estables a lo largo de los siglos, inmutables y universales, que nos sirven para todos los lugares, tiempos y personas… 

Pero antes de comenzar con los criterios que nos sirven de brújula en nuestra vida hemos de ser conscientes de que para reconocer en todo la voz del Señor tenemos que ir creciendo y madurando desde el inicio de la vida espiritual para ir formando en nosotros “una sensibilidad espiritual” que nos permita “sintonizar” con el Señor, y en muchos casos desenmascarar las tentaciones del Diablo o las inspiraciones que proceden de nuestra naturaleza inclinada al mal. Esta sensibilidad espiritual se va conformando a medida que uno va teniendo experiencia en el contacto frecuente y regular con el Señor por medio de la oración, y sobre todo en la medida de la fidelidad al seguimiento en la vocación que Dios haya elegido para uno. Es como una familiaridad amorosa con el Señor que nos hace rápidamente reconocer su voz. 

Esta sensibilidad espiritual es como la alarma que nos marca el camino de las inspiraciones que son de Dios o las que vienen de nuestra carne, del mundo o del Diablo. 

Y entonces, quien no cultiva en su vida esto que hemos llamado “sensibilidad espiritual”, ¿qué pasa con él…? Pues digo lo que decía mi padre: “Los manjares no están hechos para el paladar de los burros”… Pues eso pasa: no pretendamos “pedirle peras al olmo”. Es muy difícil reconocer al Señor cuando no estamos acostumbrados a tratar todos los días al Señor…

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