miércoles, 15 de enero de 2020

Confiar en Dios. Oficio de lecturas




Confiar en Dios solamente
(Si 11,12-28 )



Hay quien es pobre y vagabundo, anda falto de lo necesario, pero el Señor se fija en él para hacerle bien y lo levanta del polvo, le hace levantar la cabeza, y muchos se asombran al verlo. 

Bien y mal, vida y muerte, pobreza y riqueza, todo viene del Señor; sabiduría, prudencia y sensatez proceden del Señor, castigo y camino recto proceden del Señor. La ignorancia y la oscuridad se crearon para los criminales y el mal acompaña a los malvados; pero el don del Señor es para el justo y su favor asegura el éxito. 

Uno se hace rico a fuerza de privaciones, y le toca esta recompensa cuando dice: «Ahora puedo descansar, ahora comeré de mis pensiones», no sabe cuánto pasará hasta que lo deje a otro y muera. 

Hijo mío, cumple tu deber, ocúpate de él, envejece en tu tarea; no admires las acciones del perverso, espera en el Señor y aguarda su luz; porque está al alcance del Señor enriquecer en un instante al pobre. La bendición del Señor es la suerte del justo y a su tiempo florece su esperanza. 

No digas: «He despachado mis asuntos, y ahora, ¿qué me queda?» No digas: «Ya tengo bastante, ¿qué mal me puede suceder?» El día dichoso te olvidas de la desgracia, el día desgraciado te olvidas de la dicha; fácil es para Dios, a la hora de la muerte, pagar al hombre su conducta. Un mal momento y te olvidas de los placeres; cuando llega el fin del hombre se revela su historia. Antes de que muera no declares dichoso a nadie; en el desenlace se conoce al hombre. 

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