sábado, 21 de septiembre de 2019

La oración es luz del alma






San Juan Crisóstomo
Homilía VI, sobre la oración





El sumo bien está en la plegaria y en el diálogo con Dios porque equivale a una íntima unión con Dios. 
Pues conviene que elevemos la mente a Dios no sólo cuando meditamos en el tiempo de la oración sino también que combinemos el anhelo y recuerdo de Dios con la atención a otras ocupaciones, lo mismo en medio del cuidado de los pobres que en las útiles tareas de la generosidad.

Pues la oración se presenta ante Dios como venerable intermediaria, ensancha el alma y tranquiliza su afectividad.

Cuando quieras reconstruir en ti aquella morada que Dios se edificó en el primer hombre, adórnate con la modestia y la humildad, hazte resplandeciente con la luz de la justicia; adorna tu ser con buenas obras, como con oro acrisolado, y embellécelo con la fe y la grandeza de alma, a manera de muros y piedras; y por encima de todo, como quien pone la cúspide para coronar el edificio, pon la oración a fin de preparar a Dios una casa perfecta y poderle recibir como si fuera una mansión regia y espléndida, ya que, por su gracia, es como si poseyeras su misma imagen colocada en el templo del alma.


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