El Corazón de Jesús. Temas de meditación.
R. P. Antonio Royo Marín, O.P. (Apostolado mariano, 1999)
El objeto propio
de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús
Vamos a
meditar en algo muy santo que no tolera confusionismos. No se trata de una
devoción sentimental sino de una piedad viril, recia y sana, llena de contenido
teológico. Se trata de algo básico y fundamental en el cristianismo.
Una lección de pedagogía
1.
Coged un periódico, que es lo que tendréis más a mano. Echad una ojeada a los
anuncios. Imágenes y letreros sugestivos, agradables. El buen comerciante es
modelo de amabilidad y de buen gusto.
2. Los
sentidos son las ventanas del alma. El hombre se gobierna difícilmente por
ideas frías. Cuando elige, resortes invisibles le inclinan a lo verdadero, a lo
bello, a lo bueno.
3.
Sería temeridad descuidar en el mundo esta ley de nuestra psicología.
El arte de Dios
1. En
las cosas divinas ocurre algo parecido. Tampoco cabe prescindir, como norma
general, de las leyes humanas.
2. Hay
que hacer agradable la virtud, amable el sacrificio, asequible la santidad, si
queremos que los hombres nos sigan.
3.
Fijaos: Dios se encarnó para
salvarnos; se hizo alimento para
fortalecer nuestras almas; fundó una Iglesia visible para agruparnos. Eso que a tantos extraña—las distintas
advocaciones de la Virgen—no tiene otro fin que hacernos más entrañable y más
cercana su presencia.
4. La
devoción al Sagrado Corazón es un invento
del mismo Cristo para que más fácilmente le amemos.
Un gran acierto de Cristo
1.
Oiríais contar la escena del apóstol incrédulo. Cristo se había aparecido a los
discípulos después de su resurrección, faltando Tomás. No hubo manera de convencerle. Hasta que Cristo se apareció otra
vez diciendo: “Alarga acá tu dedo, y mira mis manos, y tiende tu mano y métela
en mi costado” (Jn 20, 27).
2. Con
nosotros ha hecho algo similar. Nos ha mostrado su corazón de carne para que
podamos creer más fácilmente en su amor.
3.
Quizá fuese este el único medio capaz de atraernos. Habían fracasado las
palabras, las reconvenciones, todo.
Obras son amores
1.
Cristo sabe de sobra que no convencen los discursos. Y puso en juego sus
mejores triunfos como si se tratara
de la última partida.
2. Nos
abrió su corazón. No cabe mayor muestra de aprecio.
3.
Estaba “traspasado y herido por la lanza”. Así no lo contemplaríamos como algo
insensible y frío sino vivo y animado. Un corazón de carne –de verdad—semejante
al nuestro. Formando un todo con su alma y con su divina persona.
Una devoción que guste a todos
1. Es
un error regalar algo desconociendo los gustos del interesado.
2. No
es el caso nuestro. Cristo mismo escogió esta forma de honrarle, como un día
dictó el padrenuestro para que sus discípulos aprendiesen a hablar con Dios (Mt
6, 9).
3. Son
palabras suyas a Santa Margarita María: “Te pido una fiesta particular para
honrar mi corazón”.
Símbolo del amor
Una
coincidencia: la palabra “corazón” es sinónimo de amor en todas las lenguas. Frases repetidas mil veces: te amo de
corazón, te llevo en el corazón, te ofrezco mi corazón. Es un símbolo natural. Quizá
responda a una vieja creencia según la cual el corazón sería el órgano del
amor, lo mismo que los ojos son instrumento de la visión.
El
corazón de Cristo, símbolo de su amor
1. Es
el objeto de esta devoción. No nos fijamos precisamente en él como parte del
cuerpo unido a la Persona del Verbo, ni como órgano corporal, sino como símbolo
del amor que Cristo siente hacia los hombres.
2. Un
solo objeto con dos aspectos: sensible –un corazón de carne— y espiritual –que
representa de un modo vivo su amor--.
3.
Claro que, honrándolo, adoramos la Persona Divina a que está unido
inseparablemente, como parte del cuerpo.
4.
Jesús lo repitió muchas veces en sus apariciones: “He aquí este corazón que
tanto ha amado a los hombres, que nada ha perdonado hasta agotarse y consumirse
para testimoniarles su amor”.
5.
Palabras de Roma: “Renueva simbólicamente el recuerdo de aquel divino amor, por
el cual el Hijo único de Dios tomó la naturaleza humana”.
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