lunes, 21 de enero de 2019

Toma y lee. San Manuel González



La gracia en la educación. Ob. Manuel González (Ed. "El granito de arena")


La tristeza pasional.                                                

Causas 

Diríase que, como la naturaleza castiga automáticamente los excesos del comer, del beber, del dormir y de las demás funciones orgánicas con enfermedades y ataques, la tristeza es el castigo automático también que la razón impone a toda pasión de apetito o afecto del alma desobediente o rebelde. De donde se deduce que todo deseo desordenado del apetito o del corazón es una fuente de tristeza, lo mismo en el joven y en el maduro que en el viejo, igual en el hombre que en la mujer. 



De ahí también se deduce que a más desorden en el amar y en el odiar, en el desear y en el temer, en el alegrarse y en el entristecerse, en el esperar y en el desesperar, en el atreverse y en el apartarse, así como en el airarse, corresponde menos felicidad y contento; y a más desobediencia a la recta razón y desenfreno de todos esos movimientos del apetito y del alma, más tristeza. 


El gran engaño de la tristeza 

¡Qué engañados andan los hombres, aún los que pasan por sabios y discretos! ¡Empeñados en desear lo que no deben, o por los medios que no deben, o en temer lo que en realidad no es temible, son roídos por tristezas como de pobre miserable nadando en riquezas, como de enfermo incurable gozando de inmejorable salud, como de despreciados y desgraciados sin que nadie haya ni soñado meterse con ellos! 


El secreto de muchas tristezas 

No, no, señor o señora, habría que decir muchas veces. Vd. está triste y con tristeza crónica no por la neurastenia incurable, ni por la ruina irremediable de su casa, ni por la enfermedad pesada que le ha sobrevenido, sino de indigestión e orgullo, de empacho de gula, de apolillamiento de pereza y ociosidad, de hastío de lujuria, del cólera morbo de su ira, de la hidropesía de su avaricia o modestamente de la inanición de su cobardía… ¡Usted está triste porque ha destronado a su razón y ha entronizado en su lugar a sus pasiones! 


¿Remedios? 

¿Quiere Vd. curarse de su tristeza? Arrincone potingues e inyecciones, cábalas y cálculos, cavilaciones y lágrimas por lo que pasó, por lo que vendrá o no vendrá, y dedíquese en serio, y confiando en la Gracia de Dios, a quebrantar o debilitar el orgullo de su cara despectiva y palabra petulante con el propósito de una buena cara con boca cerrada tragando saliva; su pereza, haciendo personalmente y con un poquito de trabajo algo útil para sus prójimos cada día; su lujuria, huyendo a todo correr de peligros y ocasiones o levantándose del cieno con el auxilio de una buena confesión; su ira, sonriendo cada vez que le vengan ganas de gritar o irrumpir; su avaricia, no dejando pasar día sin gozar del placer de contentar caras y corazones con sus monedas o sus obsequios; su cobardía, ensanchando su corazón con la confianza en la Misericordia del Corazón de Jesús y en la dulce Providencia del Padre Celestial. Y al cabo de una temporada de régimen no lo conocerán ¡ni en su casa! ¡Tan en otro lo convertirá la alegría! 

Dice el autor de la Imitación de Cristo: “Resistiendo las pasiones se encuentra la verdadera paz del corazón, mas no sirviéndolas.” 

¿Que toda esa contrarrevolución cuesta trabajo? Cierto, ¡mucho trabajo! 
Pero con ser tan duro el trabajo del vencimiento de las pasiones desordenadas es incomparablemente más duro el yugo de la tristeza de los derrotados por ellas.


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