LA MEDITACIÓN. PARTE II
Los frutos de la oración, dice el P. La Puente, son:
1º Reforma de las costumbres.
2º Apartarnos de pecados, aunque sean muy ligeros.
3º Huir de las ocasiones de pecado, y de todo lo que es imperfección.
4º Domar las pasiones.
5º Mortificar las malas inclinaciones y domar los sentidos.
6º Vencer las dificultades en el avance de las virtudes.
7º Lucha en las tribulaciones y tentaciones.
8º Alienta a sufrir trabajos con alegría por el Señor.
9º Anima a cumplir con prontitud la voluntad de Dios.
10º Procura el aumento de virtudes, imitando a Cristo e inflama el corazón en el Amor de Dios.
Excelencia de la meditación.
Basta citar unos cuantos testimonios de los santos para ver las excelencias de este ejercicio piadoso y aficionarnos cada día más a él.
San Ignacio de Loyola llega a decir que la meditación es el camino más corto para hacerse santo. Por eso con tanto encarecimiento nos la recomienda.
Santa Teresa de Jesús quiere que sus hijas aspiren a la oración mental por el gran fruto que de la meditación saca el alma.
San Francisco de Sales, en su libro “Introducción a la vida devota” dice “Sobre todo te aconsejo la oración mental y cordial”.
San Alfonso Mª de Ligorio: “Sin la meditación falta la luz y se camina en tinieblas”.
Bien podemos decir que la causa principal de que se comentan tantos pecados en el mundo y que las almas piadosas no adelanten en la virtud no es otra que la falta de meditación, y así lo declara el profeta Jeremías, “Está desolada toda la tierra porque nadie hay que se recoja a meditar dentro de su corazón” (Jr. 12,11).
Sin la meditación, se atreve a decir S. Alfonso Mª de Ligorio, se hará al alma casi imposible perseverar en la gracia. Por el contrario, afirma el mismo santo, “la meditación y el pecado no pueden coexistir juntos”.
El P. La Puente alega el testimonio de los Santos Padres que dicen que la meditación hace a los hombres semejantes a los ángeles.
Pero como siempre el demonio nos pone dos grandes objeciones: me distraigo mucho y no saco nada…
Las distracciones voluntarias hay que vencerlas, son ciertamente una falta de respeto al Señor con quien hablamos en la oración. Las involuntarias no son pecado ninguno y hasta los grandes santos las han padecido.
Pero, ¿de dónde suelen proceder las distracciones? De forma tremendamente resumida intentaremos explicarlo.
Unas proceden del demonio, por impedirnos el fruto de la oración mental.
Otras proceden de la imaginación propia, que como decía Santa Teresa es la “loca de la casa”; otras de algunas aficiones no mortificadas, las cuales llevan tras de si los pensamientos, pensamientos que dividen el corazón.
Pueden venir también de la flojedad y tibieza espiritual o de la ignorancia por no saber meditar, lo que se remedia con una adecuada dirección espiritual.
Para luchar contra estas distracciones vamos a comentar lo que el P. La Puente nos aconseja, por ser claro y muy práctico.
1º Humildad profunda, reconociendo nuestra flaqueza y miseria.
2º Fortaleza de ánimo, haciendo una firme resolución de no admitir advertidamente pensamiento que nos aparte de la meditación.
3º La oración pidiendo a Dios la gracia de recoger los pensamientos y afectos.
4º Gran confianza en el Señor; si nos manda orar, nos dará la gracia y ayuda para ello.
Pero, si parece que no saco nada…
De cuando en cuando es importante realizar un examen práctico sobre cómo hacemos la meditación.
¿Cómo hacemos la preparación remota? Humildad, recogimiento, mortificación… Y ¿la próxima?: ¿Me recogí para hablar con Dios, avivo su presencia y le adoro con reverencia amorosa…?
No dudemos: si hacemos bien la meditación el fruto será copioso. Seguramente no lo veamos, para mantenernos en humildad. Tal vez no es el que esperamos, sino el que Dios quiere de ti, que es el que más importa.
Nos va la vida en la meditación, pero no la vida terrenal, sino la eterna…
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