SERENIDAD EN EL ALMA, DICHA EN LA VIDA... Y ETERNIDAD GLORIOSA (2ªParte)
Por Alfonso González, médico de familia
Saber mirar
implica saber reconocer en cada uno las virtudes que tiene, los dones que Dios
le ha regalado, saber ver el lado bueno de cada acontecimiento en la vida.
Saber mirar es ser consciente de que
a la
noche le sigue el día, que a la tempestad, la calma...
Saber mirar es saber que “no
existen rosas sin espinas”, y aunque me pinche, querer coger la rosa.
Quien pretenda arrancar la rosa no debe preocuparse de los pinchazos...
Cada momento de la vida tiene su
belleza, sobre cada nube por oscura que parezca, cabalga un rayo de sol, la
noche nos anuncia la aurora…, todo tiene su belleza, solo hay que saber mirar…;
porque si saber sufrir es un don, poder sufrir no lo es menos…
Saber mirar, que en último término
no es otra cosa que mirar todo a la luz de la fe, sabiendo que todo lo que pasa
Dios lo quiere o lo permite, y su gracia es capaz de sacar del peor de los
males el mayor bien…
Hay una postura insana y peligrosa
que son esas almas que poseen un calendario de desgracias, cuyas hojas van
repasando hacia atrás… Diríase que ya en la pendiente de acá de la vida gastan
sus energías en la pendiente de allá, que alarga infinitamente la sombra de las
desgracias sufridas, como si no se hubiese tenido suficiente en el momento en
el que ocurrieron. Es bueno siempre recordar que el Evangelio nos recuerda que “cada
día trae su afán”, no es sano vivir en el día de hoy la carga que fue
de ayer… No nos es lícito perder la ocasión que Dios nos regala cada día en
cada nuevo amanecer porque la vida comienza cada instante, y el instante
pasado, ya está muerto…
En resumen, “si las cosas tienen remedio,
búscalo, si no lo tienen no se encontrará a fuerza de lamentarse”…,
pero todas las cosas tienen remedio, con la gracia de Dios y sobre todo a la
luz de la fe…
Y no es menos nocivo vivir con
inquietud hacia adelante, agobiados por lo que nos pueda pasar…, porque el
futuro es de Dios, no ha venido todavía y no sabemos siquiera si vendrá… Pero
sabemos que cuando llegue no nos faltará la gracia del Señor para saber vivir
bien… Como alguna vez hemos dicho, “el pasado a la misericordia, el futuro a la Providencia , el
presente para el Amor, para Dios”…
Pero para que todo lo anterior se
pueda dar hay una actitud esencial que debe ser primordial en la vida, y que se
hace en el mundo en el que vivimos todavía mucho más importante, el
silencio. “Todos los
problemas de la humanidad provienen de la incapacidad del hombre a permanecer
en silencio a solas en una habitación” (Pascal). La razón es sencilla: en el silencio exterior
e interior uno se encuentra consigo mismo y con Dios... Si algo sobra en el mundo moderno es “el
ruido”, y tremendamente actuales son los versos de Fray Luis de León en su “Vida
retirada”
“Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruido
y sigue la escondida senda
por donde han ido
los pocos sabios que en mundo
han sido”.
La soledad, que volvemos a repetir
no es aislamiento, es esencial porque “quien no sabe estar sólo,
difícilmente será un buen compañero de
viaje”.
Y en este mismo sentido encontramos
hoy en día el “ensalzamiento de los gritos”; más ruido, el ruido sin control. “Los
hombres gritan para no oírse, para no oírse cada uno a sí mismo, para no oírse
los unos a los otros” (Miguel de Unamuno).
Hay un aforismo que dice que “todos
los hombres que no tienen nada importante que decir hablan a gritos”.
Evidentemente esto no es siempre así, pero hay mucho de verdad en la sentencia.
Hoy es
frecuente encontrarse a un tipo especial de personas que siendo conscientes que
no llevan razón, que están incluso cometiendo un daño importante a fuerza de
gritos y sinrazones, pretenden robustecer su opinión y acallar sus conciencias
y los argumentos de la otra persona...
En el fondo en muchísimas ocasiones,
los gritos solo intentan ahogar nuestra conciencia que nos recuerda la realidad
de las cosas... Los gritos suelen convertirse en el arma de la sinrazón...
Y aunque son unas breves notas del
tema tratado, no hay mejor manera de finalizar que recordando la oración de S. Francisco de Asís…
Señor, Hazme instrumento de tu Paz.
Donde haya odio, sembraré tu amor.
Donde haya injurias, perdón.
Donde haya dudas, fe.
Donde haya desesperación, esperanza.
Donde haya tristeza, alegría.
¡Oh divino Maestro! Concédeme que no
busque ser consolado,
sino consolar.
No ser comprendido, sino comprender.
No ser amado, sino amar.
Pues es dando, como recibimos.
Es perdonando, como somos
perdonados.
Es muriendo… como nacemos a la vida
eterna…
En
resumen, trabajar por adquirir el vicio de hacer dichosos a los demás, de
suavizar las dificultades y de aligerar la vida…, por Amor a Dios y a las almas…
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