Según Cicerón, “hay dos cosas que dan a conocer al verdadero amante: hacer bien a la persona amada y padecer por ella”, y esto de padecer es la prueba más palmaria del amor.
Harto había manifestado Dios al hombre el amor que le tenía otorgándole tantos beneficios, pero no estaba satisfecho el corazón de Dios con solo manifestar al hombre con favores el amor que abrigaba su pecho; quiso hallar otro medio de darle a entender hasta dónde llegaba su amor, y por eso quiso vestirse de la naturaleza humana, para padecer y morir por el hombre.
“Pareció a Cristo haber hecho bien poco si no manifestaba su amor padeciendo toda suerte de trabajos” (S. Juan Crisóstomo) “No había medio mejor que éste para darnos pruebas de su amor” (S. Gregorio Nacianceno).
(El amor del alma, S. Alfonso Mª de Ligorio)
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