lunes, 7 de diciembre de 2015

Nº 12: Más hace el que quiere que el que puede (II)


Nº 12 por Alfonso González, médico de familia.

MAS HACE EL QUE QUIERE QUE EL QUE PUEDE (II)

            Hablábamos en la primera parte de este artículo de que la persona con voluntad es dueña de su vida. Pero ¿cómo educamos la voluntad, como  se llega a ser persona de una voluntad fuerte?

            La premisa inicial que no podemos olvidar es contar con la gracia de Dios, "sin Mí no podéis nada", luego como facultad no podemos olvidar que:

            En primer lugar hay que "vivir al día", y esto ¿qué significa tratándose de la voluntad? Cuando uno toma una resolución siempre hay una gran tentación: ¿podré llevarla a cabo todos los días de mi vida?. Cada día tiene su afán, tenemos que vivir el día que Dios nos da con la gracia de Dios.  "Mañana Dios seguirá estando igual que está hoy, pero nosotros ya no sabemos si estaremos". ¡Qué fácil es con la ayuda de Dios obrar en cada instante, aunque sea un acto heroico! ¡Qué difícil se nos hace a veces pensar en obrar bien en el futuro que no sabemos si llegará! Pues obremos en la compañía de Dios en cada momento, y momento a momento. "Mi yugo es llevadero y mi carga ligera" nos dice El Señor. Y ¿cómo no va a ser llevadero si es el Señor en el que nos acompaña?


            El movimiento se demuestra andando. Cómo aprende uno a andar, andando, y a escribir, escribiendo, y a tener voluntad, obrando... Las Obras, una costumbre se crea a base de repetir actos, hasta que se crea un hábito, y la voluntad se hace invencible. La voluntad es una facultad que lleva en sí misma el principio de su crecimiento y plenitud. Los actos repetidos engendran una facilidad que pronto se convierte en costumbre. Comencemos y pronto la dificultad quedará vencida, y seremos capaces de decir aquella famosa frase de un general que rezaba "Si es posible, está hecho, si imposible, con la gracia de Dios se hará".

            Vencerse a sí mismo. No hay lucha más encarnizada que la que uno tiene que entablar contra sí mismo, es la eterna lucha del hombre nuevo contra el hombre viejo. "Si el grano de trigo no cae en tierra y muere no puede dar fruto". En esta en principio enigmática respuesta del Señor se condensa todo un tratado de vida ascética, "morir para tener vida fecunda", pero es preciso morir a todo lo que no es Dios o según Dios para poder da vida a todo. Sin aniquilar al hombre viejo es imposible gozar de una voluntad firme, porque la sensualidad, el gusto, las segundas intenciones siempre estarán turbando el alma y tirando de nosotros con una fuerza desbocada, no hacia lo que debemos hacer, sino hacia lo que nos apetecería hacer.

            Los pequeños sacrificios. En un momento determinado un sacrificio grande, incluso un acto heroico "cuestan poco". Para realizarlos basta un fogonazo de entusiasmo, un momento de "locura transitoria". Lo realmente difícil es la silenciosa serie de las pequeñas renuncias diarias, que a la vista nada parecen, pero que se presentan a la voluntad pidiendo un esfuerzo a cada momento. Estos pequeños sacrificios silenciosos sí que son costosos y por eso mismo son la auténtica senda.

            El sacrificio que es ante todo un acto libre de la voluntad amante y valiente que consiste en salir de sí para ir a Dios. Es dar preferencia a Dios. El sacrificio "nos arranca de nosotros mismos y nos arroja a Dios".

            El Héroe es aquel que se sacrifica, y en los tiempos en los que nos ha tocado vivir creo que se puede decir que hay momentos en los que si uno no se comporta como un héroe se pierde la categoría de persona.

            Si no adquirimos esa capacidad para el sacrificio no creamos que vamos a elevarnos hasta el heroísmo. Es capital acostumbrarse al sacrificio en las cosas pequeñas, para poder afrontar el sacrificio sin vacilaciones el día en que Dios nos pida una prueba de amor más grande. Acostumbrarse a realizar pequeños sacrificios a cada instante es ejercicio magistral para conquistar la voluntad. A modo de ejemplo es genial la intuición de S José Mª Escrivá de Balaguer que decía que "no consideraba comida cristiana aquella en la que nos levantábamos de la mesa sin haber realizado un sacrificio".


            Y por último, las resoluciones.

            Una resolución es un acto que consiste en prever y querer. Sin las resoluciones, la vida camina por la costumbre y el viento de los sentimientos y las emociones es quien dirige la existencia. Cuando nuestra voluntad decide cambiar el rumbo, ha tomado una resolución.

            Las resoluciones deben ser precisas, nada de vaguedades. No vale decir que "voy a ser bueno", nos es preciso bajar a los detalles, resolver realizar algo preciso, realizable y necesario.
            Realizar pocas resoluciones. Decían los antiguos que "temían al hombre que lee un solo libro", porque acaba por conocer a fondo su contenido.

            Pocas resoluciones y aplicar en ellas todas las fuerzas. A veces caemos en el error de realizar "colecciones de resoluciones" que luego cambiamos a los pocos meses. Elijamos pocas resoluciones, concretas y determinadas y con todas las fuerzas a cumplirlas si es preciso durante toda nuestra vida.

            Recordar las resoluciones todos los días, y procurar cumplirla "solo el día presente", para lo mismo determinarse al próximo día... La obligación de recordarla a diario nos hará rendir cuenta a nosotros mismos y nos facilitará el trabajo.

            Y para acabar es fundamental no desanimarse jamás por los fallos. "El justo cae siete veces al día", y no hemos de dejar de añadir la segunda parte y "siete veces se levanta", y este levantarse es lo que le hace justo. "Los santos han conseguido ser santos por haber tenido el valor de empezar a tratar de serlo nuevamente todos los días".

            "Por encima de la perseverancia que no decae jamás está la perseverancia del que se levanta, con la ayuda de Dios, siempre". Aunque la vida entera fuera un consumirse por el esfuerzo incesante de un perpetuo volverse a levantar, nunca, prohibido desanimarse. Dichosos aquellos cuyos fallos les hacen levantarse más enérgicamente con la gracia de Dios.

             Somos conscientes que son unas pequeñas notas que nos muestran un poco el camino para conquistar la voluntad, que con la gracia  de Dios nos sirvan, y en todo a no cansarnos nunca de crecer y mejorar.

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