Nº 2 por Ana Laura Campos.
“Bienaventurados los perseguidos por causa de
la justicia,
porque
de ellos es el Reino de los cielos.”
Muchos cristianos han sufrido persecuciones durante
toda la historia del cristianismo. La persecución puede traducirse en arrestos,
encarcelamiento, flagelación, tortura o ejecución. También a la confiscación o
destrucción de la propiedad, o a avivar el odio hacia los cristianos. En más de
50 países, los cristianos son discriminados, e incluso torturados o asesinados.
Pero ¿cuál es el crimen que cometen? Simplemente, el hecho de seguir a
Jesucristo.
Las persecuciones no terminaron en los primeros
siglos del cristianismo. Según palabras
del Papa Francisco en su homilía de Casa Santa Marta: “Hoy hay más mártires que
en los primeros tiempos”.
Independientemente de razones políticas, étnicas,
etc… el cristianismo supone un gran peligro como referente moral, cultural y
social en algunos países, por lo que intentan a toda costa evitar que la fe
cristiana se extienda en sus tierras y pierdan seguidores y por tanto poder e
influencia.
Según un artículo publicado por la Revista Misión: “Cada
cinco minutos muere un cristiano”. El cristianismo es la confesión religiosa
más perseguida, como afirma el último Informe de Libertad Religiosa en el Mundo
que la organización Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN) elabora cada dos años.
A pesar de las circunstancias tan desfavorables,
muchos siguen adelante, sin desfallecer, nosotros no podemos esquivar esta
situación sino que debemos alzar la voz para terminar con esta feroz persecución
de los cristianos en pleno Siglo XXI. Los perseguidos por causa de su fe tienen
muy presente las palabras de Jesucristo: “El que quiera seguirme, tome su cruz
de cada día y sígame”.
La oración en estos tiempos es fundamental, para que
el Señor proteja a los cristianos frente a todos los ataques y persecuciones, y
les de fuerza ante las adversidades.
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