nº 10, por Alfonso González, médico de familia.
A LO LOCO NO SE VIVE MEJOR
En
una ocasión un grupo de alumnos de universidad "discutíamos" con uno
de sus profesores, extraordinario, porque no solo enseñaba magistralmente su
asignatura sino porque enseñaba a vivir bien, los esfuerzos y sacrificios que
precisan la vida de estudiante. Su respuesta fue clara, concisa y directa: "La
brújula siempre marca el norte...". Su posteriores palabras
fueron: "Siguiente cuestión" y zanjó el asunto sin más explicación.
En un principio, la respuesta nos
descuadró, no llegamos a entenderla, pero pronto comprendimos que nos había
dado la clave, no sólo para nuestra vida universitaria, sino para forjar una
vida magistral, porque una vida sin rumbo adecuado es una vida totalmente sin
sentido, y una vida sin sentido es una vida "echada a perder".
Tenemos que saber a dónde vamos y tenemos que elegir el camino adecuado,
porque "a lo loco no se vive mejor".
Si tuviéramos que definir los
criterios por los que se rige la sociedad actual serían relativismo y
hedonismo.
Relativismo,
que en dos palabras significa que las cosas son del color con que se miren, que
no hay verdades absolutas, que cada cual piense y haga lo que quiera, que
"no pasa nada", todo es respetable. Relativismo que desemboca
indefectiblemente en el escepticismo, en donde nos creemos que es imposible
llegar a la verdad de las cosas, mejor que todo valga, así no hay problemas.
El hedonismo, en donde, la diversión, el placer el gusto propio y lo
que me apetece, la comodidad en definitiva, es la norma de conducta, y a esto
le llamamos una vida "superguay", hago lo que quiero casi sin
limites... es una vida "divertida, sin complejos, moderna, una mentalidad
abierta", y tantos calificativos que esconden la palabra egoísmo.
Nos parece mentira que una sociedad
en la que nos llamamos cristianos haya olvidado cual es su brújula, que no es
otra que Cristo, "Yo soy el Camino, la Verdad y la vida" (Jn 14,6),
"Yo soy la Luz del mundo, el que me sigue no camina en tinieblas" (Jn
8,12). Y como nos enseña que "el que quiera salvar su vida la perderá,
pero el que pierda su vida por Mí, ese la encontrará" (Mc 8,35). Nada
más lejos del relativismo y el hedonismo la verdadera vida cristiana.
Pero, si nos fijamos, ¿qué tipo de
personas se van formando al amparo del relativismo y del hedonismo? si hubiera
que definirlas con una palabra sería la superficialidad.
A la sombra del relativismo el eje
de la conducta de la sociedad no es otro que la moda, lo que se
aplaude, lo que va a redundar en alabanzas. Aunque no es el momento ¿qué es la
moda? Lo que pasa de moda... es lo más inconsistente, endeble, sin fundamento,
lo que hoy se idolatra, mañana se persigue, lo que hoy se aplaude mañana se
critica, es la esquizofrenia de la razón, el sin sentido y el absurdo.
A la sombra del hedonismo nace la idolatría
del yo, el individualismo más atroz, en donde tengo que buscar a toda
costa el disfrute, el placer, sea como sea, porque hay que ser feliz...
Y por este camino llegamos a una
sociedad totalmente desquiciada que busca con ahínco la felicidad, y
cada día se encuentra más vacía y amargada, porque no sabe
dónde va y su rumbo está equivocado, cada día más esclava de sus pasiones que
turban y enflaquecen la práctica de la vida cristiana. Es la autodestrucción de la propia
persona.
"El que quiera salvar su vida la
perderá, pero el que pierda su vida por Mí ese la encontrará". El
secreto de la felicidad en esta vida está en las antípodas del egoísmo atroz
que preconiza el mundo actual, y claro que todos estamos avisados.
Hay un axioma que se cumple siempre
y que hoy actualmente goza de una actualidad rabiosa, "quien busca la felicidad
pierde la fidelidad, quien busca la fidelidad se encuentra de bruces con la
felicidad".
La palabra clave para una vida llena de
sentido no es otra que FIDELIDAD... fidelidad en primer lugar al Señor.
Hemos de recordar que uno de los apelativos con los que el Señor era nombrado
es "El Hijo del Hombre", porque supone el Hombre perfecto, la
plenitud de la humanidad. Cristo enseña al hombre como ser hombre.
Sus enseñanzas y su vida nos enseñan a vivir bien. Esta es la primera lección
de una vida vivida en plenitud, la fidelidad al modelo de Cristo.
Paradójicamente el que busca la felicidad en sí misma pierde esta fidelidad,
porque la vida que muestra el Señor para nada se asemeja con los criterios que
propugna el mundo, y quien pierde la fidelidad pierde la vida.
"Fidelidad en lo poco, para ser fiel en
lo mucho", que nos recuerda el Señor, porque "las diferencias están en
los pequeños detalles".
Cuando dejamos de ser fieles en aquello que creemos no tiene importancia
por ser un detalle pequeño, se comienza a infiltrar en la vida poco a poco pero
con una fuerza impresionante el gran mal de una vida de santidad, la superficialidad,
ese barniz de bondad sin fundamento sólido, porque fundamento sólido es solo el Señor, y
comenzamos una vida al principio poco a poco donde la sensualidad, la
comodidad, el gusto y amor propio desordenado comienzan a tener carta de
ciudadanía; si no se pone remedio se ha comenzado a morir a una verdadera vida
cristiana.
Que nuestra brújula siempre sea el
Señor y fidelidad radical, sin medias tintas, contra viento y marea,
para no perder la vida, para vivir en plenitud y no vivir vegetando o
desquiciado, pero sobre todo para no morir tontos..., porque a lo
loco, no se vive mejor y nunca se llegará a buen puerto.
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