nº6, por Alfonso González, Médico de familia
EL
HOMBRE FUERTE ES EL QUE DOMINA LAS PASIONES,
EL HOMBRE SABIO ES EL QUE APRENDE
DE TODOS CON AMOR,
EL HOMBRE HONRADO ES EL QUE TRATA A TODOS CON DIGNIDAD.
Si en el capítulo anterior hablábamos
de la amistad, ahora comenzamos una serie de artículos en los que se describen
algunas características de una persona con mayúsculas, de una persona que, ayudado
por la gracia de Dios, lucha por ser señor de sí mismo, para tratar a todos los
demás con la delicadeza que exige la caridad.
Y es cierto que a lo mejor vamos a
comenzar por el tejado, porque vamos a intentar dar unas pinceladas sobre la
última proposición del título: "el hombre honrado es el que trata a
todos con dignidad"... y nos va a servir para hablar de lo que hoy
en día es una de las grandes tragedias de la sociedad actual: la convivencia
humana a todos los niveles.
Probablemente no hay nada tan difícil y complejo hoy en
día como la convivencia ordinaria. De hecho, hoy se habla del “drama de la
convivencia”. La convivencia es un arte; es, ante todo, el arte de tomar parte en la vida
ajena y hacer partícipe de la propia al otro. Es en la convivencia diaria donde
uno mejor se retrata. Saber convivir nos muestra la calidad y la
grandeza de una persona, porque es en la vida diaria donde damos lo mejor de
cada uno; en los pequeños detalles es donde descubrimos la grandeza de una vida
que hace extraordinaria la acción más ordinaria. Porque en realidad la
vida está en los pequeños detalles, porque "el que no es fiel en lo
poco, no podrá ser fiel en lo mucho".
La convivencia es una escuela de virtudes
donde se ensayan, forman y cultivan todas las virtudes humanas: la generosidad,
la paciencia, la sencillez, el espíritu de servicio, la cordialidad, la
humildad, etc…; en este sentido la capacidad diaria para convivir es un
termómetro que registra la altura, la anchura y la categoría de cada uno.
Por el contrario, las personas que no luchan por llevar
una vida en paz con Dios y exigente consigo mismas, acaban en la convivencia
diaria por "amargarse, y amargar a los demás. Son ese tipo de
personas que tienen siempre cara de vinagre, que nunca están satisfechas y cuyo
emblema es la queja, las que hacen la convivencia insoportable.
Es fundamental ir limando y puliendo esos rasgos que
pueden hacer el trato y la relación cotidiana pesada; es fundamental no
cansarse nunca de mejorar.
Las prisas de la vida moderna en la que tanto hablamos;
hemos olvidado conversar. Ya no hay tiempo para el alegre encuentro de los
amigos, para la plática de los temas eternos y reciamente humanos. Hemos
cambiado el tono, el vocabulario el tema, el tiempo y el modo... y hemos
convertido, por no saber preocuparnos del prójimo y por perder la conversación,
la convivencia en un purgatorio.
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