Por el P. Manuel García
Se puede decir con verdad que el Papa ha sacudido los cimientos de nuestra comodidad, de nuestra falta de confianza y ha zarandeado las columnas de una sociedad, que por alejarse de Dios se hace injusta e infeliz.
Dios es la fuente de la alegría que se encarna en el seno de la Virgen para que nosotros siendo pobres seamos enriquecidos, salvados, renovados y enriquecidos con la “pobreza” de Cristo (Cfr. 2 Cor, 8,9)
Para que los cristianos podamos transmitir la alegría y el don que Dios nos da es irrenunciable la conversión. El Papa habla de la necesidad de conversión de manera particular para las personas que tienen alguna dedicación apostólica: catequistas, misioneros, sacerdotes…
Para que el anuncio del Evangelio sea eficaz “no basta con dejar las cosas como están. Ya no nos sirve una simple administración” Todos tenemos que “poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera” (Evangelium Gaudium 25).
Este deseo de conversión debe hacer brotar en nosotros “un anhelo generoso y casi impaciente de renovación, es decir, de enmienda de los defectos que denuncia y refleja la conciencia, a modo de examen interior, frente al espejo del modelo que Cristo nos dejó de sí (Pablo VI, Ecclesiam suam 3)” (Evangelium Gaudium 26).
Los planes apostólicos y pastorales, las estructuras que hemos ido creando en nuestro intento de transmitir el Evangelio son inútiles si dentro de cada cristiano no hay “una vida nueva” y un “auténtico espíritu evangélico” (Evangelium Gaudium 26).
Además de la conversión personal es necesario una impostergable renovación eclesial. Para que “las costumbres, los estilos, los horario, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual”. Que nuestro apostolado nos coloque en una constante actitud de “salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad”.
Así las personas concretas, pero también las estructuras eclesiales: parroquias, movimientos apostólicos, las iglesias particulares… todos estamos llamados a convertirnos, purificarnos y renovarnos para que los cristianos ·tengamos un solo corazón y una sola alma (EG 31) abandonando nuestro a veces “cómodo criterio pastoral” (EG 32).
Toda renovación en la Iglesia debe tender “a la misión como objetivo para no caer presa de una especie de introversión eclesial (Juan Pablo II, Ecclesia in Oceania 19).” (EG30)
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